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domingo, agosto 24, 2008

Pérez en Blockbuster

La noche anterior, cuando alquiló “Muerte en el funeral” y “los excéntricos Tenembaun” había notado un nuevo estreno que le había llamado la atención porque actuaba John Cusack, actor que desde había (re)descubierto en “Alta Fidelidad” había empezado a ver todas sus nuevas películas.
La noche de los hechos él salió tranquilo de su casa, poniéndose el saco negro, levantándose el cuello para cubrir justamente el cuello y, porque ya lo asume, le gusta como se ve cuando esta así. Camina solo por la calle y anda tranquilo, mirando los coches pasar y la poca gente ir a comer a los restaurantes o fiestas. Pérez anda solo, hablando solo con fantasmas todavía; pero lo bueno es que los fantasmas no lo dominan. Aunque no puede dejar de soñar con esos fantasmas. Lo despiertan por la noche, que será por eso que tiene los tiempos cambiados.
Cruza la primera avenida, cruza las vías y luego cruza la segunda avenida para llegar al video club. Entra en Blockbuster mirando los carteles de los estrenos. Ya es costumbre en él antes de entrar, mirar los horarios, todavía no son las doce. Están abiertos porque todavía no son las doce, alguna que otra vez ha llegado más tarde de las doce por dar demasiadas vueltas, por andar demasiado.
Entra tranquilo, hay pocas personas dando vueltas todavía. Deja las dos que había traído para devolver, una roja y otra blanca. Pérez tiene la idea que la película a la que le había puesto el ojo la noche anterior no debe estar. Es roja, un día de devolución y los sábados a la noche esas ya están totalmente agotadas. Hace el giro habitual, empieza en la A (Aunque en realidad lo primero son los números). Ve a “1408” con el mismo actor, que vio un par de semanas atrás. No esperaba nada bueno de ese film pero lo encontró bastante entretenido.
Siguiendo el abecedario llega hasta la película que había visto la noche anterior: “Un niño de otro mundo”. La toma solo para leer los datos, el tiempo de duración (un dato que se está transformando en fundamental en su vida) y otros misceláneos. Sabe que la va a llevar.
Mientras tiene la película en la mano, una muchacha se viene acercando. Pérez la ve por el rabillo del ojo, linda, no le importa demasiado su apariencia, estatura normal, se le acerca lentamente. Esta viendo el estante de donde él había sacado su película, la que tiene en la mano, la que está leyendo como para decidir. La muchacha nota que la que tiene Pérez es la última del día.
La muchacha le habla:
“Perdona, pero ¿La vas a llevar?” Eso es lo que le pregunta.
Pérez queda un poco desconcentrado, en sus códigos cuando una persona la tiene en la mano la otra persona tiene que esperar a que la deje o lamentarse porque la lleva. Pérez la mira tranquilo, la examina. Está tranquilo, se dice que él había pensado que no iba a estar y que igual ya tenía algunas otras opciones blancas, de cinco días, pensadas y que tenía ganas de ver.
“Mira... La iba a llevar... Pero ¡Qué importa! Llevala vos.” Le dice con su mejor humor, con su mejor sonrisa, esa que estuvo guardada durante tanto tiempo.
“No quiero imponer nada, no era mi intención” le dice ella totalmente avergonzada en ese momento.
“No es problema, yo tenía pensado llevar un par de películas orientales. Por favor, llévatela; yo no la quiero. La miraré la próxima semana”.
La muchacha agradece, tomando la película y se aleja. Mirándolo y saludándolo. Pérez se queda pensando que ese era uno de eso momentos de películas, donde si él fuese un poco menos tímido podría haber invitado a esa muchacha a un café o algo por el estilo.
Agarra las otras dos películas “Oldboy” y “El gran rescate”, esta última la elige luego de una disputa mental entre “Boling Point” y una con Daniel Craig. Decidió por la duración de los films. Mientras elegía cada tanto chequeaba la posición de la muchacha. La veía mirando unas películas en la sección de Comedia. No le dio demasiada importancia ya que Pérez piensa que el momento se había perdido. Llegó a la conclusión que eso es siempre momento de timming y ese requisito no lo cumple él.
Se acerca al mostrador y saca la tarjeta. Atrás de la tarjeta ve una foto carnet de Virginia, ella siempre se quejó que ahí estaba muy fea. Se dice que la tiene que sacar de ahí, pero hay algo que no lo deja hacerlo. Es como una fuerza, eso que estuvo ahí tanto tiempo, le da un “no sé qué” sacarla de ahí. Algún día lo hará, todavía no puede. Paga en el mostrador mientras nota que la muchacha está pagando en la caja de al lado. Pérez paga y sale, una vez afuera, antes de bajar las escaleras, por la forma de tomar la bolsa, se le caen las dos pelis y las golosinas.
Mientras estaba levantando las películas, la muchacha se acerca y le alcanza el “Milky Way” que compró por un impulso desenfrenado, ya que no tiene idea de qué es (Y el precio le pareció mucho - $4,90- ). Pérez le agradece la ayuda, y ella le agradece el haberle dejado la película.
“¿Por qué la querías ver” Le pregunta Pérez con muchos nervios e intentando armar conversación con la muchacha que sonríe, mientras a Pérez el estomago se le retuerce en nervios y el corazón late muy fuerte. Se siente muy colorado, y le da calor toda la ropa que tiene encima (Tres remeras – Dos manga larga y una manga corta – , un polar, más las botas y el jean).
“Más que nada por John Cusack, soy fiel seguidora de él. Me encanta como trabaja” le dice en las escaleras.
“¿Viste “Alta Fidelidad”?” le pregunta él, mientras ella hace el gesto afirmativo con la cabeza. “Con esa película me enamoré de él” Responde ella. “Yo siempre quise ser Rob y tener una disqueria” le responde entre risas. Ella ríe, Pérez piensa que es un acontecimiento agradable, una conversación con una total desconocida. “Mira vos” dice ella, o eso escuchó Pérez mientras la muchacha buscaba las escaleras del estacionamiento. En un ataque de caradurismo Pérez le pregunta, dando algún que otro rodeo si querría ir a tomar un inocente café a la heladería de la otra cuadra. La muchacha se queda como congelada, y le dice:
“Ni siquiera sabes mi nombre”.
“Es verdad, me presento: Yo soy Pérez y tu nombre es...”
“Natalia Natalia” dice ella. Un gusto mientras él le da la mano. Prontamente ella acepta el café, terminan en la heladería. Él pide dos cafés y se ponen a hablar, de películas antes que nada.
Pérez le recomienda de John Cusack “Señales de amor” a lo que ella le responde que esa película la vio un montón de veces. Él le dice que de la filmografía de ese actor hay un film que siempre se le termina escapando y es “¿Quieres ser John Malkovich?” Ella le responde que es una gran película, a lo que le responde que casi todo lo de Kaufman a ella le gusta. Pérez se quedó impresionado que la muchacha, Natalia, sepa el nombre del guionista. Charlan un rato más, y los temas van pasando. Las películas van quedando atrás y se van conociendo un poco más (O lo que la charla los deja); se enteran de sus relaciones, de sus edades, ella está terminando veterinaria y tiene 29 años, es más grande que él. El cumpleaños de ella había pasado hace poco, a lo que él la felicita con un sincero: “Feliz cumple”.
Charlan un rato más y los cafés se terminaron. Pérez llama a la moza y le paga los dos cafés aunque ella quiso pagar él no la dejo. Igual sin café charlan un rato más. La conversación vuelve al cine, mientras el celular de ella suena. Él dejó su celular en su casa, desde hace bastante tiempo los fines de semana cuando pasea o va a alquilar películas de noche, lo deja.
Él intenta no escuchar y se entretiene leyendo el ticket del video club. Leyendo las sinopsis de detrás de las películas. Ella cuelga el celular y le dice que su compañera de cuarto se fue a dormir a lo del novio. Pérez le dice que era una chica suertuda. Ella ríe y le dice que conociendo al novio, la verdad no lo era. Él ríe. Le pregunta qué hora es. Ella le dijo que era la una y pico de la madrugada. “Debe estar empezando el basket” dice él, “No sabía, lo querías ver” Le pregunta. “No, no me importa mucho... Quiero que ganen, pero no me importa demasiado”.
“Mira, yo no soy de hacer esto, pero me caíste muy simpático y todo eso. ¿No querrías venir a ver la peli de Cusack a mi casa.” Pérez no puede creer lo que oye, esas cosas nunca le pasaron en la vida y cree que esas cosas nunca le pueden pasar. Piensa en película, besos (Tan lejanos), sexo y un montón de cosas más. El corazón le late fuerte, entre todos sus pensamientos también está Virginia, se siente infiel, sabe que es estúpido pensar eso, ya no están juntos desde hace un tiempo largo, muy largo. Pero se siente infiel igual. Decide que se está haciendo la cabeza al pedo, que nada de eso va a pasar y que es una invitación de buena onda.
Acepta. Ella dice: “Bien, listo”.
Pérez le dice: “¿Cómo sabes que no soy un violador o algo así?”
“Me parece que sos bueno e inofensivo” le responde ella. Él se queda pensando que se le debe ver en la cara, lo boludo, que no la va a tocar. Por lo menos esta más tranquilo y siente que por primera vez en meses está haciendo algo más que hacer pasar el tiempo y evadirse.
Ella maneja, van al centro de Lomas. Pero alejado del centro, del otro lado de la avenida. Un PH cerca de la calle del centro. Entran, él pidiendo permiso en todo momento. Cosa que piensa que le debe molestar. Le ofrece un poco de vino, él rechaza; le pide agua. Le dice que es un chico sano, Pérez se define como abstemio. Ella se ríe.
El departamento es modesto, pero esta decorado con un gusto interesante. Pérez busca libros pero encuentra pocos; ve algunos discos. Los chequea intentado que Natalia Natalia no se dé cuenta, nota gustos femeninos y por cantautores. Hay algunos discos de Arjona, lo que no le llama la atención; muchos discos copiados y cuestiones similares.
Ella pone el DVD y se sientan en un sillón bastante cómodo, a una distancia prudencial de la tele, él piensa que la de su casa es más grande, pero esa esta bien. La película empieza con los títulos y con Cusack llorando en la tumba de su esposa. Cada tanto sueltan algún comentario sobre lo que ven, más que nada graciosos. Pérez siente que a veces ella no entiende sus comentarios, él tampoco algunos suyos.
Llegan un momento donde Cusack habla sobre Beisball, le comenta sobre las genialidades al chico marciano (“Martian Child” es el titulo original). Ella le dice que no entiende ese juego y Pérez intenta explicárselo desde la lejanía, mirándola cada tanto con esa luz azulada que daba la televisión. Le dice que es sencillo, que son carreras, llegar al Home, tres intentos, etcétera y etcétera. Natalia igual termina sin entender, se lo dice entre risas.
La película sigue hasta que en un momento, luego de un largo e incómodo silencio, Pérez dice: “A Amanda Peet YO le doy” dice. Ella le dice algo como no entendiendolo, y él se da cuenta que esos eran comentarios anteriores, comentarios que hacían con Virginia, a lo que normalmente ella le decía que ella también le daba.
Luego de eso la película se va poniendo más triste, es agridulce el sabor que va dejando en la boca. Se sienten bastante mal cuando el perro, “Somewhere”, muere. Pérez siente la congoja que se le forma, esa con la que viene luchando cada tanto. La controla mientras se ponen a hablar sobre animales, tema que a ella le encanta y le cuenta cosas sobre los Golden Retriever.
Al finalizar la película Pérez la hace esperar para ver cuál era la canción que sonaba a cada momento en la película, en los títulos finales lee que el tema era “Mr. Blue Sky” de la Electric Light Orquestra. Se queda pensando en lo lindo y agradable que era el tema. Ella prende la luz mientras saca la película.
Siente de nuevo que perdió algunas oportunidades para besarla, para llevarla a la cama. Le vuelve a pedir la hora y le dice que son las cuatro de la mañana. Pérez dice que se debería ir, ella le ofrece un café pero él lo rechaza. También se ofrece a llevarlo a su casa pero también lo rechaza, dice que el aire frío le hará bien.
Antes de irse intercambian msn y teléfonos. Vuelve caminando tranquilo, pensando que quizá la podría haberla besado; no le importa. Su plan era ver unas películas solo y terminó viendo una acompañado, con una buena charla y un largo café.
Cuando vuelve a la casa, la encuentra toda iluminada como la dejó. Sus padres están de viaje en Mar del Plata y cuando entra nota que su hermano sigue con esa chica que llegó a eso de las ocho de la noche del día anterior. Espera que quizá él tenga más suerte que él y sube a su pieza para escribir un cuento, eso que le pasó que le parece tan literario... o por lo menos tan cinematográfico.

lunes, julio 07, 2008

Necromancia

Era sábado a la noche. Aunque en realidad era sábado de madrugada. Entonces no era ya sábado, era más bien domingo. Me encontraba dando vueltas por el centro, andando. Estaba dando vueltas por Palermo, antes me había encontrado con Mariano y Ulises que también estaban dando vueltas por esos pagos, nada más que ellos estaban llevando a cabo una teoría de la que ellos van a hablar.

Anduve por una zona extraña, estaba totalmente perdido. Llegué a un páramo donde nadie había y caminé una cuadra más. Sentí que era el jardín donde los senderos se bifurcaban. Todas las calles llevaban inclinaciones raras y yo no podía mantener mi brújula direccionada. En alguno de mis giros, ya a esa altura, incontables; veo a Pérez mirando para el cielo encapotado. Al principio me costó darme cuenta que era él, pero mientras me acercaba me fui dando cuenta que en realidad era él.

Él no se dio cuenta en ningún momento que yo ya estaba a su costado. Lo miré largamente antes de hablar. Me parecía perdido en el limbo. Se lo dije. “Estas en el limbo”. Él no me responde de entrada, sin mirarme me dice. “No, no estoy en el limbo. Además esta palabra ya está”. Yo lo miré de cerca sin llegar a entender sobre que me estaba hablando. Estaba de bufanda y piloto. Estaba con la mirada fija en el cielo, en el medio de la calle. No pasaban autos, ni taxis ni personas.

La última vez que lo había visto estaba con Virginia, estaban muy contentos. Le pregunté por ella. Por primera vez me miró. Me dijo que no estaban más juntos. Por lo menos por ese momento no estaban juntos. Le pregunté por qué. Él me respondió con evasivas y medias tintas. Dando por entendido que yo sabía mucho de lo que me decía. No puedo reproducir sus palabras porque no entendí demasiado de lo que me dijo.

Me daba la impresión que estaba mal. Se lo dije. Me dijo: “Estoy mal. Estoy perdido. No sé bien dónde piso”. Se calmo por un rato, se notaba que estaba esperando algo. “Estoy esperando algo que no va a pasar” dijo. Mientras miraba el cielo. “Si te preguntas si me volví completamente loco” me dijo tranquilamente, respirando entre medio, más bien, suspirando entre medio, “no. Completamente loco, no. Pero me dijeron que aquí va a caer un copo de nieve y quiero esperarlo”. Yo en ese momento miré el cielo pero me di cuenta que nada de eso iba a pasar. Además teníamos una temperatura de unos veinte grados, una humedad galopante y un cielo sin atisbos de nieve.

Le pregunté que sabía de Virginia. “Poco y nada. He mantenido contactos esporádicos. No sé si está en su casa, si está de fiesta, no sé qué hace, poco y nada. Quizás vos sepas más de ella que yo”. Luego le dije que todo dolor pasa. “Todo dolor pasa, el tiempo todo lo cura. Mi problema es que espero que el tiempo me la traiga de vuelta, por qué primero la perdí y luego se me fue”. No hay nada que puedas hacer, le dije intentando darle animo. “No. Yo no puedo hacer nada más de lo que ya hice. Ahora la pelota esta de su lado”. Me mira moviendo los ojos pero no girando el cuello. “Sabes que todo lo que siento por ella está intacto. Todo. Me siento solo, absolutamente solo. No entiendo lo que me dice nadie. Nadie. Siento que solo ella me entendía, entonces ando por un mar de locura. La gente me es ajena y no siento nada por ellas. Es como si todos estuvieran muertos. Por mí vos estas muerto. Es la necromancia. He venido al infierno. No hay Virgilio que me guié el camino a Beatriz. No hay Beatriz, tampoco.” Yo estaba un poco asustado por todo lo que me decía, pero no quería perderlo en esas palabras paranoicas.

De pronto. Dice: “No va a caer copo de nieve. Como ella no va a volver. Pero la extraño y pienso en ella. Y el copo de nieve lo puedo esperar, además no tengo nada más para hacer hoy a la noche”. Sentí plena lastima por él. Aunque la vida es así y él iba a tener que aceptar que todo lo que empieza, en algún momento, termina.

Se pone a enumerar en voz alta:

Lepra,

Latas,

Limos,

Lutos.

Yo me lo quedé mirando. Luego me dice: “Estas no están en la lista”. Seguía sin comprender lo que me decía. “En este momento me doy cuenta de todo lo que he hecho mal, de lo que podría hacer bien. De todo lo que la quiero, necesito y deseo. De todo lo que quiero estar con ella. Pero tengo que aprender a vivir sin ella. Poco a poco, paso a paso. Mi temor, es olvidarla, es que mis recuerdos terminen caricaturizándola. Que ella se me evapore. Tengo miedo de eso.” Lo consuelo, le digo que nunca la va a olvidar, que con el tiempo va a recordar solo lo bueno, que ella siempre estará en su recuerdo, como lo que fue. Un gran amor. “Mi gran amor. Estoy solo, hermano. Estoy solo y perdido. Estuve mucho tiempo sin ella, pero este es el primer momento en que siento realmente que no estoy con ella. Que se ha ido”. Me dice.

Yo me lo quedo mirando un rato más. Unos minutos. Algunos minutos después, él se pone a mover el brazo. Y atrapa algo. Baja la cabeza y se mira la mano. “Mira, un copo de nieve. Un copo de nieve solitario como ella nunca vio. Así que esto se cumplió. Quizás haya alguna luz al final del túnel. Una ínfima esperanza”. Yo me quede azorado viendo el copo de nieve en su mano que lentamente iba desapareciendo con el calor de su palma lastimada y colorada. “Pero es mentira, me dice, tengo que aceptar la realidad”. Luego de un gran suspiro, me empieza a decir somos separados. Somos separados, somos singulares hasta que encontramos a otros que nos hagan feliz. “Yo quiero que ella sea feliz, que este bien”. Y se va caminando mirando el piso, metiéndose las manos en los bolsillos.

Desde ese día no lo vi más a Pérez. Tampoco nunca más vi a Virginia. A veces me imagino que nunca más se vieron. Otras veces me los recuerdo juntos cuando eran tan felices y se reían de cosas que los demás no entendíamos. Pero así es el amor. Como tan fugaz aparece, tan rápido se puede ir.

martes, mayo 06, 2008

Genero Menor

- ¿La metafísica del cuento policial? - Le pregunté mirándolo por primera vez, su barba blanca, su camisa desalineada y su corbata de color negra.
-
Sí.
-
Mira vos.
-
Aja. El contar el crimen en cuanto tal, sus propiedades y principios.
-
Y la causa primera.
-
Sí. Ahí discurre la duda. ¿Cuál es la causa primera?
-
¿en el cuento policial? – Le digo. – El crimen.
-
Parecería ¿No? Pero yo no estoy tan seguro. Antes del crimen esta el móvil. Si no hubiera móvil el crimen sería pasional, digamos narrable, pero mas para un policial negro que para uno “ingles”. No, yo creo que las causas primeras del cuento policial viene del escritor. Siempre está. Hay elementos y él se va camuflando en otros. La muerte como vehículo de narración. La carta perdida, el gorila perdido en la ciudad, los colorados de la liga y tantas otras cosas.
-
Aja. – Le dije. Me había perdido y ya no lo estaba mirando. Estaba mirando la pared. Faltaba poco para que llegara la hora de irme.
-
Porque en algún sentido, creo, que para escribir un cuento policial; del tipo investigativo, el que yo llamo “ingles”. El otro sería el “yanqui”, el negro. Antes que nada tiene que estar la investigación, el cómo y qué dejó el asesino. El autor como autor del crimen tiene que matar dejando pistas, que según mi óptica nacen antes que el asesinato en sí. O sea, las huellas en el piso con las que el gran investigador ingles asume científicamente la altura del criminal estaban pensadas antes del crimen. Antes nacieron las huellas y luego el muerto. Luego el asesino, y luego los móviles. Lo mas sencillo. Entonces tenemos que el cuento va por otro lado que la construcción de mismo. Se me hace que primero nace la “solución” y luego nace “el hecho” y por ultimo, “las causas”. ¿Fascinante, no?
-
Sí. Tremendamente fascinante. ¿Y usted, que escribe?
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Hoy por hoy. Criticas.
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Mire usted. Yo también, pero no me refería a lo profesional, sino a lo real. A lo que nos mantiene vivos en cuanto escritores.
-
Ah. – Lo miré, lo odié y me puso trémulo.. - Poco y nada, señor, poco y nada. Estoy haciendo la saga de un gaucho inmortal de nombre Zaucedo, en un primer fascículo este gaucho es muerto por su jefe por una china, luego revive (otra vez) para cabalgar a la nada, mientras que haciendo esto encuentra el fin (Metaforicaente hablando)...