- Victor Heredia es un boludo. - Dispara Wilmar con una velocidad en sus palabras que demuestra su manera de pensar, que es demasiado rápida para su, a veces, demasiado pesado cuerpo.
- ¿Por qué? - le digo sin darle demasiada importancia a sus palabras. No espero respuesta, él normalmente tiene máximas que lo hacen mas interesante que si te diera las consideraciones de sus pensamientos.
Wilmar tranquilo se queda mirando la televisión que solo tiene los canales de aire, esta mirando ATC, aunque en realidad no esta mirando nada, solo pasea su mirada por la pantalla, atontado como un niño con los primeros colores que ve.
Yo, no le doy mas importancia, él se quedó tranquilo en la noche, mientras yo tecleo palabras en la máquina de escribir mientras maquino una historia que no termina saliendo. Tengo calor, y recuerdo mi cumpleaños de hace cuatro, o eran cinco, años atrás. Estaba esperando que llegue una amiga francesa, que en realidad era mi amante, para irnos a uno de esos hermosos hoteles parinisinos. Hacia un buen tiempo que yo no la veía, esa noche, la noche de mi cumpleaños me estaba cagando de frío. Ya habían pasado las navidades y había nevado copiosamente sobre la campiña donde estaba con mi señora, que estaba insoportable diciendo que así era la manera que había que festejar la navidad. A mi me daba por las bolas tanto frío y consideraba que eso era bueno para dormir, coger y beber, en infinitivo, porque cuando lo conjugas pierde el encanto de la potencialidad del uso. Si digo que esa noche, dormí, cogí y bebí, no tiene en absoluto el encanto del hermoso infinitivo. Y esa noche hice todo eso, no en ese orden y no en ese grado de placer.
Pero bueno, estaba esperando a mi amante, ese día estaba seguro que la iba a llamar Clara. Me estaba cagando de frío, redundando para que sientan poco a poco el grado de congelamiento al que estaba sometido mi cuerpo. La zona era una de las esquinas de Quartier Latin, sobre la cual había leído en mis años de formación el Rayuela. Esa noche, yo estaba también como ahora, sin poder escribir, o poniéndolo de otra forma (la forma más real, si se quiere) escribiendo cosas que a mi como "escritor" no me interesaban. Y he aquí una historia: LLegue a París aburrido de Buenos Aires, pero necesitando una urbe de similares características pero donde pueda ejercer ese sentimiento de ser escritor, un cierto tipo de bohemia en la vida (Para eso soñé mucho tiempo con irme a Praga, el único lugar donde se nace bohemio). Ahora dejo una reseña literaria, en orden de publicación: Escándalo en Bohemia, París era una fiesta y París no se acaba nunca. Llegue a París como uno de los mas cotizados escritores de ciencia ficción de la nueva movida argentina, pero llegue a Europa tarde: ya no escribía. Y esa ciudad no me ayudaba, no la conocía y me sentía perdido en ella, llegue con 130 folios de una novela y salí de ella con 147 folios de ella, aunque esas páginas son las que mas me han elogiado mis críticos: Suaznabar y Julia. Ello demuestra lo que saben de la llamada "literatura fantástica", ni siquiera leyeron "Soy Leyenda", santo Dios existente en la mente de los fieles.
Pero estaba esperando a mi amante francesa para una noche de calor, una noche Clara de calor. Los autos pasaban por la calle y cada tanto alguno me tiraba un poco de agua. Lo único que esperaba era que no lloviera; había escuchado en la radio algo así pero los locutores franceses hablaban demasiado rápido para mi humilde francés, aunque casi todos los franceses lo hacen. Vi a una mujercita que venía caminando apuradamente por la vereda de enfrente, por un momento pensé que era ella, pero luego me di cuenta que iba casi corriendo a los brazos de un hombre que estaba esperando como yo. Era mi espejo, ese señor la encontraba y yo no.
Así estuve un buen rato, decidí ir hasta un café cercano y llamarla por teléfono para decirle que estaba en el café cercano. Encontré un café cercano muy rápido, lo único que me parecía que había en París en esa época a mi eran cafés. Aun hoy lo sigo pensando.
La llame y le deje un mensaje. Su sensual voz en el contestador de su celular me exitó. Me fui a sentar, y sacándome la bufanda, los guantes y la canadiense le pedí un café caliente al garzon que se acercó y me tiró una cara de culo atómica.
La amiga francesa nunca llegó, luego me entere que no se había podido escapar de su marido. No me importó, yo tenía graves problemas esa noche: Como era SER escritor sin poder escribir. En esa mesa llegué a la conclusión que no se podía serlo sin hacerlo. Yo debía, debo, escribir para ser lo que realmente soy, escribir. Pagué el café, me abrigue, y camine. Ya no tenía un franco, ni que decir un euro para pagar el Métro, ni nada que se le parezca. Caminé casi sin parar, literariamente diría que eran mis ansias de reafirmar mi ser, pero yo sé y ustedes lo deducen (por la TEORIA DEL ICEBERG no lo debería decir) que era el frío.
Cuando llegue a la buhardilla, que no era la de Margarite Duras, ni nadie famoso, ni siquiera alguien a quien pueda llamar mas que por el nombre de Pierre, aunque debo admitirlo era simpático y mirabamos los partidos por TV5 del Olympique Marsella, club del cual él era hincha y me hizo seguidor en mi estadía en Francia. Retomando, cuando llegue a la buhardilla la bebe estaba dormida y mi esposa estaba comiendo un pan, me vio llegar y me saludó con la mano. Ya todo estaba mal en ese punto, pero estabamos en un país ajeno y no conocíamos a muchas personas. No sé ella, pero yo conocía a Clara (La conocí de casualidad en un bar), a Israel (Con él editabamos una revista de Ciencia Ficción, él aportaba la guita y yo el material) y solo cuando estaba de paso a Ulises.
Me encerré en el lugar donde tenía la máquina y en las seis mejores horas aprovechadas en Francia escribí de un tirón las 17 hojas con las cuales salí solo de Francia para ir a para por unos días a Madrid con Ulises para volver a Buenos Aires, sin hija sin esposa. Al finalizar ese día me sentí de nuevo escritor como ahora que estoy escribiendo esto luego de mucho tiempo de receso, mientras entra a mi habitación del Hotel SABOYA Suazanbar y saluda a Wilmar que le dice:
- Victor Heredia es un boludo.
- Sí, dice Suaznabar con el entendimiento que dan los años, pero no hubiera quedado linda la canción dulce Daniela si hubiera sido Dulce Wilmar, dame un poco de tu Paddy.
Y así escribo...
- ¿Por qué? - le digo sin darle demasiada importancia a sus palabras. No espero respuesta, él normalmente tiene máximas que lo hacen mas interesante que si te diera las consideraciones de sus pensamientos.
Wilmar tranquilo se queda mirando la televisión que solo tiene los canales de aire, esta mirando ATC, aunque en realidad no esta mirando nada, solo pasea su mirada por la pantalla, atontado como un niño con los primeros colores que ve.
Yo, no le doy mas importancia, él se quedó tranquilo en la noche, mientras yo tecleo palabras en la máquina de escribir mientras maquino una historia que no termina saliendo. Tengo calor, y recuerdo mi cumpleaños de hace cuatro, o eran cinco, años atrás. Estaba esperando que llegue una amiga francesa, que en realidad era mi amante, para irnos a uno de esos hermosos hoteles parinisinos. Hacia un buen tiempo que yo no la veía, esa noche, la noche de mi cumpleaños me estaba cagando de frío. Ya habían pasado las navidades y había nevado copiosamente sobre la campiña donde estaba con mi señora, que estaba insoportable diciendo que así era la manera que había que festejar la navidad. A mi me daba por las bolas tanto frío y consideraba que eso era bueno para dormir, coger y beber, en infinitivo, porque cuando lo conjugas pierde el encanto de la potencialidad del uso. Si digo que esa noche, dormí, cogí y bebí, no tiene en absoluto el encanto del hermoso infinitivo. Y esa noche hice todo eso, no en ese orden y no en ese grado de placer.
Pero bueno, estaba esperando a mi amante, ese día estaba seguro que la iba a llamar Clara. Me estaba cagando de frío, redundando para que sientan poco a poco el grado de congelamiento al que estaba sometido mi cuerpo. La zona era una de las esquinas de Quartier Latin, sobre la cual había leído en mis años de formación el Rayuela. Esa noche, yo estaba también como ahora, sin poder escribir, o poniéndolo de otra forma (la forma más real, si se quiere) escribiendo cosas que a mi como "escritor" no me interesaban. Y he aquí una historia: LLegue a París aburrido de Buenos Aires, pero necesitando una urbe de similares características pero donde pueda ejercer ese sentimiento de ser escritor, un cierto tipo de bohemia en la vida (Para eso soñé mucho tiempo con irme a Praga, el único lugar donde se nace bohemio). Ahora dejo una reseña literaria, en orden de publicación: Escándalo en Bohemia, París era una fiesta y París no se acaba nunca. Llegue a París como uno de los mas cotizados escritores de ciencia ficción de la nueva movida argentina, pero llegue a Europa tarde: ya no escribía. Y esa ciudad no me ayudaba, no la conocía y me sentía perdido en ella, llegue con 130 folios de una novela y salí de ella con 147 folios de ella, aunque esas páginas son las que mas me han elogiado mis críticos: Suaznabar y Julia. Ello demuestra lo que saben de la llamada "literatura fantástica", ni siquiera leyeron "Soy Leyenda", santo Dios existente en la mente de los fieles.
Pero estaba esperando a mi amante francesa para una noche de calor, una noche Clara de calor. Los autos pasaban por la calle y cada tanto alguno me tiraba un poco de agua. Lo único que esperaba era que no lloviera; había escuchado en la radio algo así pero los locutores franceses hablaban demasiado rápido para mi humilde francés, aunque casi todos los franceses lo hacen. Vi a una mujercita que venía caminando apuradamente por la vereda de enfrente, por un momento pensé que era ella, pero luego me di cuenta que iba casi corriendo a los brazos de un hombre que estaba esperando como yo. Era mi espejo, ese señor la encontraba y yo no.
Así estuve un buen rato, decidí ir hasta un café cercano y llamarla por teléfono para decirle que estaba en el café cercano. Encontré un café cercano muy rápido, lo único que me parecía que había en París en esa época a mi eran cafés. Aun hoy lo sigo pensando.
La llame y le deje un mensaje. Su sensual voz en el contestador de su celular me exitó. Me fui a sentar, y sacándome la bufanda, los guantes y la canadiense le pedí un café caliente al garzon que se acercó y me tiró una cara de culo atómica.
La amiga francesa nunca llegó, luego me entere que no se había podido escapar de su marido. No me importó, yo tenía graves problemas esa noche: Como era SER escritor sin poder escribir. En esa mesa llegué a la conclusión que no se podía serlo sin hacerlo. Yo debía, debo, escribir para ser lo que realmente soy, escribir. Pagué el café, me abrigue, y camine. Ya no tenía un franco, ni que decir un euro para pagar el Métro, ni nada que se le parezca. Caminé casi sin parar, literariamente diría que eran mis ansias de reafirmar mi ser, pero yo sé y ustedes lo deducen (por la TEORIA DEL ICEBERG no lo debería decir) que era el frío.
Cuando llegue a la buhardilla, que no era la de Margarite Duras, ni nadie famoso, ni siquiera alguien a quien pueda llamar mas que por el nombre de Pierre, aunque debo admitirlo era simpático y mirabamos los partidos por TV5 del Olympique Marsella, club del cual él era hincha y me hizo seguidor en mi estadía en Francia. Retomando, cuando llegue a la buhardilla la bebe estaba dormida y mi esposa estaba comiendo un pan, me vio llegar y me saludó con la mano. Ya todo estaba mal en ese punto, pero estabamos en un país ajeno y no conocíamos a muchas personas. No sé ella, pero yo conocía a Clara (La conocí de casualidad en un bar), a Israel (Con él editabamos una revista de Ciencia Ficción, él aportaba la guita y yo el material) y solo cuando estaba de paso a Ulises.
Me encerré en el lugar donde tenía la máquina y en las seis mejores horas aprovechadas en Francia escribí de un tirón las 17 hojas con las cuales salí solo de Francia para ir a para por unos días a Madrid con Ulises para volver a Buenos Aires, sin hija sin esposa. Al finalizar ese día me sentí de nuevo escritor como ahora que estoy escribiendo esto luego de mucho tiempo de receso, mientras entra a mi habitación del Hotel SABOYA Suazanbar y saluda a Wilmar que le dice:
- Victor Heredia es un boludo.
- Sí, dice Suaznabar con el entendimiento que dan los años, pero no hubiera quedado linda la canción dulce Daniela si hubiera sido Dulce Wilmar, dame un poco de tu Paddy.
Y así escribo...
1 comentario:
¿Está mal que te diga que está bien que te sientas escritor?
Los narradores/escritores/personajes/amantes de Clara me atrapan.
¿Paris? Cliché, mon amour, mais romantique. Bravo.
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