“Todos los cuentos sin terminar...”
No iba caminando tranquilo o, si se quiere, iba caminando intranquilo. Sus pasos eran largos, rápidos, mucho más rápidos que los que daba todo el tiempo. Andaba con la mirada baja viendo las baldosas que se desplegaban ante él. Cada tanto algún zapato o zapatilla se encontraba en su vista.
Levanta la vista solo al encontrarse cerca de la esquina. Mira, pero no ve. Todo parece igual, el mismo paisaje que siempre se despliega ante sus ojos. La esquina, el semáforo en rojo, los edificios, los cafés de las esquinas, los puestos de diarios y la gente que espera enfrente para cruzarse con él.
Para. Se queda quieto mirando la nada cuando una visión se despliega en su mirada. Suaznabar la ve a ella y sonríe. No logra notar por la distancia si ella sonríe también, aunque él cree verlo. Los autos bajos y cada tanto algún colectivo hacen que ella desaparezca de su visión pero él sabe que ella sigue ahí.
Mete las manos en sus bolsillos y encuentra arena, o algún elemento químico parecido a la arena. Recuerda que la ultima vez que uso esos pantalones fue cuando ellos estuvieron en la playa, y que él andaba dando vueltas con ese pantalón por la playa, girando en la arena, tonteando infantilmente mientras ella se reía de él, aunque él pensaba que se reía de ella que estaba con un hombre tan infantil. Luego iba al mar, se limpiaba y volvía a sentarse al lado de ella mientras tomaban agua o alguna bebida que el mozo les alcanzaba y estaba paga por el hotel, por no sabía todavía que macana se había mandado.
Un 160 pasa muy rápidamente por delante de sus ojos, él lo ve desde la mitad de cuadra y lo sigue hasta que pasa muy rápidamente por delante de sus ojos. De sus ojos y de los de ella. Sus ojos. Al pasar, ella ya no esta. El semáforo para peatones da verde, pero él se queda clavado en su espacio mientras todas las demás personas pasan. Suaznabar esta plantado mientras todas las demás personas siguen con su vida. Ella ya no esta. Se pone a buscar lo que significan esas metáforas en los libros y no encuentra explicación porque ella en un segundo estaba allí y al otro ya no estaba.
Los segundos pasan y el semáforo vuelve a dar el rojo a los peatones y con eso, todos los autos que estaban quietos antes ahora se mueven yendo a buscar su destino en algún estacionamiento cercano. El tiempo va pasando lentamente, los segundos son eternos como cualquiera podría apuntar cuando las cosas pasan como a uno no le gustan. Empieza a sentir un dolor en el estomago que lo acompañará durante días, un cosquilleo en la panza que no se puede solucionar con nada que él pueda hacer. Solo hay una medicina y simplemente desapareció, empieza a sentir también como que todas las fuerzas empiezan a diluirse en sus músculos.
La gente no lo nota, ya que él es solo un punto en su visión. Todos andan apurados, solo hay poca gente que posa su mirada en él. Pero la ultima persona que realmente lo vio, fue ella, que estaba lejos, y lo mirada. En ese momento él se pone a pensar en todas las cosas que ella le fue diciendo en esos últimos días y fue notando como ella se alejaba de él. Lentamente, tiernamente, ahora ella estaba lejos. Lejos, pero cerca de donde estaba.
Contuvo las lagrimas mientras las pinturas hacían ruido en la bolsa cada vez que movía las manos. Los rasgos de ella se iban borrando con los minutos, en ese instante sabe él que tiene que empezar a correr, tiene que ir a buscarla, a verle los ojos por donde lloraba y lloraba en esas ultimas veces. Quiere verla y recordarla, por si acaso. Escuchar su voz, quizás putearlo, no sabe que.
Corre, cuando el semáforo da amarillo para los autos. En ese momento la gente lo mira como pensando que estaba loco. Anda buscándola, intentando encontrarla en algún recoveco de la vereda de enfrente, pero no la puede encontrar. No sabe donde esta, siente que fue como si se diluyo en su propio ser. Como si el alma le pesara poco y se haya ido volando tranquila sola, y el cuerpo al no saber donde estaba salió corriendo.
Sigue caminándola y buscándola.
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