sábado, febrero 16, 2008

El Galgo

Miro la brillante letra que se desplega frente a mi en la noche porteña. Hace calor y no tengo mucho tiempo para mirar como las luces se prenden por turnos y se apagan al rato. Pienso que tal vez eso me tiene que llamar la atención porque yo fui, aunque sigo siendo, un chico del suburbio. Esas cosas, las luces del centro, están hechas para que la gente como yo, suburbana, se quede tonta viendo las luces de la ciudad.
La gente pasa por delante de la vidriera del café en el que estoy sentado. Veo que el mozo me mira, sera porque sigo revolviendo los tres sobres de azúcar que vertí en él. El vaso de agua es de soda, eso me molesta, yo no hubiera nunca entrado a este bar en mi vida. Claro, eso si Wilmar no me hubiera citado a este bar, especificamente, en este bar. Miro mi reloj pulsera y me doy cuenta que no llega a tiempo. Eso no me asusta, me asusta tanto que el mozo me mire de esa forma tan persistente. Ahora que lo miro bien (regordete, camisa blanca sucia, moño negro mal llevado, apoyado contra la barra, bien afeitado) no creo que sea ni siquiera mi mozo.
Levanto la mano y grito: Garzon.
Mi mozo viene rápidamente y me pregunta que deseo. Le digo si me pueden traer un tostado, me responde que un tostado será. Luego me miro de reojo al otro mozo, ese que esta apoyado contra la barra y me mira ostensiblemente, sin quitar en ningún momento su mirada de mí. Al ver que mis ojos se cruzan con su mirada, un escalofrío recorre mi cuerpo y prontamente corrijo la dirección de mis ojos para mirar las botellas de bebidas alcoholicas que se apilan detrás de él. Vuelvo a mi café y sigo revolviendo, noto que ya no esta tan caliente como cuando me lo habían servido, me doy cuenta que soy muy tonto al dejarme llevar por esas cosas y ahora quiero pedir de nuevo el café, ya que a la temperatura que esta no me gusta demasiado.
Si fuera otra persona, lo haría pero soy yo, y lo dejo así como esta.
Doy un sorbo, un largo sorbo mirando hacia la puerta. Intentando darme cuenta que Wilmar no llegará, por dos razones: A. o se olvido de esta reunión B. o algo mas interesante surgió. Como siempre asumo que la respuesta es la B., siempre hay algo mas interesante que venir a un café a tomar café y tostados. Nada mas que en este preciso instante, la puerta se abre y entra una persona que yo conozco, pero que realmente es solo parecida a alguien que yo conocí. Un hombre gordo, su cuello no entra en el cuello de la camisa, su papada sobresale por todos los costados de su cara, tiene una blanca barba de un par de días y largas manchas de transpiración en sus axilas. Lo miré bien a la cara antes que pasara y me di cuenta, por eso dije que lo conozco, pero luego que no, me di cuenta que se parece al Galgo. Por supuesto que no es el Galgo, a ese se le dice así porque es flaco y agíl, no como este gordo que paso por mi costado y no se dio cuenta que yo lo miraba. En realidad, se dio cuenta, pero no le importó, todos lo deben mirar así.
Vuelvo a mirar mi reloj pulsera mientras el sol esta bajando y el tostado aterrizando en la mesa. Sobre la mesa esta mi café, los tostados, el recipiente del azúcar (y/o edulcorante, no se si la tiene), los libros que todavía no leí de la gente que quiere publicar (Aunque tengo en claro que no voy a aprobar a ninguno, porque realmente los autores me caen mal, y estos me cayeron realmente mal) y dos lapiceras BIC. Biromes, bah.
Pienso en qué estará haciendo el Galgo. Probablemente este en el bar, leyendo los resultaros de las carreras en Crónica, pensando a que pingo le va a poner la guita el día siguiente. Me lo imagino sentado en la barra, sosteniendo el vaso de ginebra en una mano y el diario torpemente doblado en la otra, hablando con el Gringo, diciéndole lo que a él le parecía el mundo, la política; cambiando luego para hablar de Aristóteles y luego comentar que concocía a uno que se llamaba así y que le había cantado una vez una fija, que al otro día, al jugarla, no se había dado. Recuerdo que me contó esa historia tantas veces, y luego me decía que si lo encontraba lo mataba. Y no era chiste, andaba con una .45 en el cinturón para matarlo. Yo no lo veo desde hace mucho, pero cada vez que abro las páginas policiales busco para ver si realmente lo mató.
El mozo me sigue mirando. Ahora estoy jugando con una servilleta que me olvide de mencionar que estaba debajo de la taza de café. Vuelvo a mirar a mi reloj pulsera y me doy cuenta que ya esta de mas pasada la hora en la que me citó Wilmar. Pienso que Julia debe andar dando vueltas por casa, me la imagino pintando. No sé bien por qué, hace mil años que no pinta. Bueno, no mil años, sino algunos menos, mil es mucho.
El Galgo vuelve a mis pensamientos, lo veo sentado en el bar del Gringo, allá por el fondo de Lomas de Zamora. Se traga de un sorbo la ginebra, y el Gringo se la rellena rápidamente, digamos en un tris. Le vuelve a explicar, al Gringo, digo, se entiende; por qué le juega a los caballos. Le dirá, o le esta diciendo, algo como que juega no para hacerse rico, y con voz socarrona le espetará que varias veces lo ha logrado, se reirá ruidosamente de ese hecho; sino que juega porque no le gusta trabajar y, que además, le encantan los caballos. "Por eso no juego al punto y banca, bueno, algunas veces sí, pero no me pierde el juego, me pierden los caballos" me dijo la ultima vez que lo ví, en la calle Paso mientras caminabamos para el fondo.
El mozo me sigue mirando y del café solamente queda la borra. La miro y busco si me da alguna respuesta. No conozco esa arte, como no conozco la quiromancia aunque he leído varios libros sobre esto y aquello. Me molesta el mozo y dando el último mordisco al tostado llamo a mi mozo, y le pido la cuenta. Este sin pensarlo me responde un número, mientras saco la billetera le pregunto sobre ese mozo que esta en la barra mirando (Digo yo, aunque pienso, mirándome), me dice que no es mozo. Denoto impresión, por lo bajo me dice que se viste así para pasar como tal porque un conocido se la tiene jurada. Me rió y le digo que me está mirando demasiado, me responde que es porque no soy de los habituales. Parroquianos, repite luego. Así que a los que no conoce le hace pasar una mala tarde. Algo así me dice. Tal vez conozco al que se la juró. No, es improbable, es de lejos. Pobre Aristóteles, era tan festivo antes, un poco tahúr, pero muy alegre. Ahora se la pasa ahí todo paranoíco. Pobre le digo mientras le doy la plata y le digo que se quede con el cambio.
Mientras salgo ahora sé porque Wilmar me citó ahí.
Bien.
Será otra historia.

2 comentarios:

l dijo...

Me gusta el giro.
Me gusta la prosa.

Coincido con la longitud anti blog.
Pero sirve.

Beso.

Nos vemos en lo del Tío Bob. (El Galgo decía "del Tio Bob". Quiero ir al bar, a ver si puedo verlo...)

g. dijo...

Creo que esto tiene un gran sabor a continuará, ¿O es Suaznabar que me equivoco en mi saber?