martes, agosto 12, 2008

Ametafora (Mete y también no mete)

En este momento el cómo es de algún modo improcedente. No importa cómo llegó a estar ahí, importa más que nada el qué. Lo que importa es el por qué de estar ahí. Los colores pasaron frente a él, en una gran andanada de pequeños arco iris. Los azules, rojos, amarillos quedaron unos segundos en el ambiente matizando la oscura noche.
En el auto, con las puertas cerradas, el "arrancacorazones" maneja mirando de reojo el espejo retrovisor, donde ella esta despierta pero amarrada de pies y manos. En sus ojos se ve el miedo a ser asesinada como antes había sido masacrado él. Sus ojos grandes, hermosos, marrones detrás de los lentes, lloran. Lloran por la imperfección de su ojo, llora por la cicatriz de la herida del pasado. Heridas físicas, heridas metafísicas. No tiene cinta en la boca, pero no grita. Ya cansó sus frágiles pulmones de gritar, y no la llevó a ningún lado. Nadie miró a su costado por la ancha avenida para verla, a ella, atada de pies y manos, llorando. Por miedo.

Ella nunca lo admitirá, pero también siente algo muy raro, sabe que esta viendo a la última persona que lo vio. Por momentos ella intenta hablar con el asesino, pero las palabras se le mezclan. Además las respuestas nunca son del todo satisfactorias. Respuestas monosilabicas, que se nutren de su imaginación y de los sonidos externos.
El auto sigue andando por rutas que ya ella no reconoce. Por algún instante siente un vago "deja vu" cuando los vidrios se empiezan a empañar. Feos recuerdos pululan por su memoria, por algunos instantes "se ve" sentada en el asiento del acompañante viajando de la mano de personas indeseables junto a otros seres muy queridos en ese momento. No sabe por qué ese momento le recuerda al otro momento, ninguno de los dos momentos será recordados gratamente pero por algún tiempo estarán allí.

El asesino, mirando de reojo por el espejo, conduce el auto (Que para aclarar pertenecía a un remisero que yace muerto en el baúl, pero que todavía tiene su corazón) hacia un descampado cercano. La nada se apodera de todo el lugar. Nadie a kilómetros a la redonda, solo ellos dos. El "arrancacorazones" se da vuelta en su asiento y se la queda mirando. Ella respira muy quedamente, no se mueve. Tiene mucho miedo, en algún momento tuvo miedo hasta de desmayarse. Pero no lo hizo, sintió una fuerza que la ayudó a quedarse despierta.

El "arrancacorazones" habla:

"Antes que nada. Sí. Yo lo maté. Lo vi caminando por la calle y lo maté. Soy así y no te pido que me entiendas. No se lo pido a nadie. Ahora te traje hasta acá para que sepas algo. Yo no le saqué el corazón, cuando metí la mano... Nada había. Me pareció extraño. Nunca me había pasado, es la primera vez. Metí la mano como siempre la metí y no encontré nada. Un hueco, un vacío. Me extraño al principio y me fui corriendo de allí. Cuando llegue a mi casa, me puse a pensar en el hecho. Llegué a pensar que ese corazón ya tenía dueño. Estaba embargado, en otro lugar. Me obsesione con el hecho de saber dónde estaba ese corazón. Y te traje para decírtelo. El corazón que yo no le saqué a él, lo tenes vos. No lo quiero. Solo quería que lo supieras. Me da algo de pena, habértelo sacado. Pero luego me enteré que ya no estaban juntos. Ahora necesito de usted que me libere de mis pecados... Sé que no lo hará, todavía no logro entender cómo es que usted esta callada escuchándome hablar... Créame, yo sé que su corazón todavía late en su pecho. Sospecho que en algún momento él le dijo que su corazón era suyo y que usted lo tomó en sus manos. Tal vez lo soltó a él, lo dejo libre; como por algún noticiero me enteré; pero usted lo sigue teniendo cerca suyo. Sepa que yo no tengo el corazón de él entre todos los míos. En cierto punto creo que llegué a encontrar lo que andaba buscando... Ustedes dos, ustedes dos me liberaron de pecados; y creo, que él, salvó a muchas personas de mí. Como también la salvó a usted. Cualquier otro día anterior a esa noche de viernes, usted en mis manos estaría muerta. (Alza el facón y se lo muestra, todavía manchado en sangre) Esta es su sangre. Este es el facón que lo mató. Viva una vida plena, por él y por usted... De algún modo extraño, él nos salvó a los tres con su sacrificio..."

Deja de hablar, se da vuelta. Llama a la policía, diciendo que el "arrancacorazones" ataco otra vez. Da la zona exacta donde estaban ellos dos. Ella lloraba, no comprendiendo lo que decía el maniático. Se quedó pensando mucho tiempo en lo que le dijo. Ella sabe que él solo le dijo que todavía tenía su corazón en sus manos una vez que ya estaban separados. También, ya sin miedo, recuerda que ella se lo escribió en un cuaderno verde, antes que termine el año anterior. Sin saber que los años también hacen cambiar a las personas. Muchas veces las cosas escritas terminan generándose en mentiras solo por el solo hecho del paso del tiempo. No más te amos, no más mensajes, solo el tiempo que sopla sobre todas las almas.

"Hermoso teléfono" le dice de nuevo el "arrancacorazones". Abriendo la puerta del auto espeta entre los sonidos de las sirenas que se acercaban improbablemente. "¿Sabe lo que cantaba y qué hizo que lo encontrará entre medio de la niebla? Cantaba: ¿Que será, será; que será de lo que será? El futuro no es nuestro para ver... ¿Sabe? Tiene razón. El futuro es muy grande para ver que nos pasará. Viva una vida plena, él seguro desde donde está, quiere que usted sea feliz. Ya llegará la policía, suerte". El asesino se va, guardando el facón detrás de su cinturón, tapándolo con la camisa blanca, caminando lentamente, chiflando la tonada que le había mencionado un rato antes. Imprevistamente, la niebla cae sobre todos.
Ella llora en el coche, con la puerta del conductor abierta. Termina por creerse la historia que le contará a la policía, que el "arrancacorazones" les aseguro que él, anteriormente su pareja, no tenía corazón cuando el asesino lo encontró. La policía llamó a eso insania, pero los peritos forenses siempre callaron una parte de la información, la que no había evidencias de lesiones internas cerca de la zona del corazón.

A ella la rescata la policía, especialmente el inspector Mario Machado, que era el detective que estuvo en cargo del caso desde el primer asesinato, cuando el "arrancacorazones" no era ni famoso, cuando solamente era un asesino, cuando ni siquiera era "serial". Cuando ya está con su madre, llorando en sus brazos, se le viene a la mente una frase que solo escuchó una vez: I don´t ever wanna go out like a light. Es una frase de una canción que él ponía en esos días solitarios, antes de su asesinato, antes de mi asesinato. Una canción de un disco que ella me trajo una vuelta que volvió de viaje, un disco que tiene una canción que se la ponía y la hacía reír; ya que ponía en boca del cantante cosas que yo sentía por ella mientras daba rodeos.
Todavía falta terminar mi historia, la del narrador omnisciente muerto. Muerto por un puñal en una noche de viernes. Qué estoy haciendo todavía aquí.

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