viernes, septiembre 12, 2008

Holgar un hogar

Luego de haber encontrado un nuevo cliente. Caminando tranquilamente diferente a todos los días previos y posteriores. Con un sentimiento raro que no sabía si era psicosomatico o si era algo físico. En el día hermoso de luz solar; en el medio del trabajo; sin ningún motivo aparente, el corredor se sentó.
El corredor se sentó en un banco de plaza. En una plaza por la que no pasaba hacia mucho tiempo, por lo menos caminando. Sentado, se acomodo el bolso y se quedó mirando el horizonte escondido por las casas chatas. Un colectivo pasó por la calle del costado levantando polvo y humaderas de dióxido de carbono.
Nada de afuera de su ser le interesaba.
En algún momento baja la cabeza y se queda mirando sus botas. Está sentado como esperando a alguien, aunque nadie viene por él. El corredor está muy atrasado en el trabajo diario pero, como nunca antes, no le importa. Se queda sentado mirando el día disfrutando el sol.
Levanta el teléfono de su bolsillo y mira la hora. Temprano en la mañana, tipo once y media. Se queda sentado al sol, mirando los colectivos que pasan cada tanto. En cada colectivo busca una esperanza, en cada colectivo busca un alma para él. Está en dejanía.
Cruza las piernas. Una arriba de la otra. Siente el viento frío que golpea su cara, su cuello esta enredado en bufanda y su cuerpo esta atado en ropas. Su meollo está atrapado en pensamientos que no interesan tanto como lo que le pasa. O lo que no le pasa.
En la lejanía de su cuerpo y alma, se queda pensando en todo lo que pasó desde que está allí. Un viaje, plantarse en el sur y ser abandonado en su ser. Recuerda que los lazos metafísicos eran indestructibles de romper por las distancias más grandes. Pero hay otro tipo de distancias que también pueden generar que todo lo que estaba atado se desate.
Entre medio de su trabajo, escuchando a lo lejos (muy lejos) el ruido del lago (Algo, anagrama). Más lejos todavía siente el ruido del mar. Y a una distancia mucho mayor siente los suspiros de la damisela que ya no suspira por él, mientras que el corredor todavía tiene guardado algún suspiro en la guantera.
Todavía le faltan varios clientes. Tiene sueño y sabe que la soltería hace que su cuerpo sea macilento. Sus ojeras son grandes porque duerme poco, le tiene miedo a las pesadillas. Sus ojeras también son grandes porque le tiene miedo a los sueños más alegres. Muchas veces sabe que no se puede dar el lujo a tener sueños alegres ya que la fría realidad nevada le va a hacer ver a lo que se enfrenta.
Pero el corredor esta cansado de correr. Esta cansado de correrte. Esta cansado de correrse del medio. Y nadie lo nota en la plaza. Las pocas almas que se huelgan a pasar no lo ven; ya que el corredor está ahí pero no está.
Algunos de sus clientes (Que normalmente se quejan de lo poco que se vende o de lo caro que esta todo) lo miran y le dicen que lo ven raro. Le dicen que esta abstraído del mundo. Le dicen que esta lejos de todos aunque hable como persona normal.
En soledades solteras solo el corredor entiende lo que el pasa. Justo cuando delante de él pasa un perro con una pantalla de una lampara dada vuelta.
Respira profundo, siente eso que está sintiendo esos días. Tendría que ir al medico (La doctora Lucia Males es su medica) pero no lo va a hacer. Lo que siente es algo en su traquea, algo cuando respira. Alguna persona le dijo que podía ser su angustia escondida en su cuerpo. En el próximo almacén comprará una aspirina.
Hace poco una persona le preguntó: ¿Cuál es tu hogar? Y el corredor no pudo responder mas que la verdad no sé. Hacía poco que estaba en ese lugar, pero sentía que se tenía que acostumbrar, ese ahora era su hogar.
Ve su reloj, mientras una nube genera sombras sombre la plaza iluminada, y nota que es momento de tornar al trabajo. No le molesta decir que el que torna retorna; pero lo que torna por razones que se escapan al sentido del ser no retorna porque solo torna lo que no se fue. Torna lo que se aleja. Nunca torna lo que se va.
El corredor se paró y se acomodó. Se puso el bolso en su lugar, mientras pasaba el último colectivo por la plaza. Ultimó sus cosas, y volvió a caminar. Volvería su casa (A house is not a home) con el declive del día y el relevo de la luna; intentaría no soñar ni pesadillar.
La noche sería larga pero no eterna, nunca lo fue.
Mientras tanto pasarás equinoccios y solticios; pasarán hijos e hijas, pasará la vida.
Pero para eso tendría tiempo para preocuparse, hoy se preocupa porque no hay hogar y huelga encontrar uno. Su hogar se volvío para Buenos Aires, dejándolo tan sólo con un departamento que miraba al lago.
Extraña extrañar tanto. Extraño se siente a sí mismo. Se siente un títere sin cabeza de un narrador maligno que le quitó todos sus sueños y espejos.
Así estará hasta que llega hasta el próximo cliente que se queja de lo caro que son sus productos, mientras no sabe lo caro que es recuperar su corazón.

3 comentarios:

Dolores Eidán dijo...

Como si lo viera.

abrazo.

Jardinero del Kaos dijo...

Delicioso!!!

Me estoy cansando de "pesadillear"

si sabe de algo que cure ese mal o aun mejor algo que cure los sueños lindos, que son los que mas duelen, por que son imposibles.

Sigo los pasos del corredor con toda mi atencion.

Anónimo dijo...

y el corredor viaja en el tiempo también...

quisiera saber a quién le estoy firmando

los títeres ya quedaron, como el bigote de chaplin

hombres! con las gracias no hacemos nada...