Venía por Pasco a la altura del 3500, viendo lugares que nunca había visto, lugares lejanos de esa calle por las que tantas veces anduve para encontrarte, calle que cruzaba en un tris para ir a tu encuentro. Volvía de uno de esos impostergables menesteres laborales, manejando tranquilo, sin la radio, sin ningún sonido. Andaba en el auto de mi abuelo, generando memorias escondidas. Los olores, las visiones, los recuerdos pululaban en la mente, jugando con mis emociones encontradas.
Pero nada de eso terminó apareciendo.
Sólo apareció conmigo un sueño. El sueño que había tenido la noche anterior, esos sueños que vienen y te estrujan el alma, jugando con ella; moviéndola y esparciéndola por todos los lugares vistos y revistos. Un sueño simple, pero que por más que lo haya podido dejar atrás por unos momentos, siempre volvía esa imagen simple, lo único que recuerdo; lo único que necesito tener, recordar.
Estabas en la cama, mirando el techo con tus ojos marrones perdidos allí. Sin anteojos; mirando el techo, o a mis ojos. Pero tu mirada estaba perdida, por eso asumo que mirabas el techo y no a mí; o tal vez estabas perdida en mis ojos. Estabas con la boca cerrada, con una media sonrisa... esas sonrisas escondidas que vos tenes, que aparecen de costado cuando se escapan.
Vos estabas en mi cama, en MI cama. Como tantas veces estuviste. Yo asumo que te estaba mirando desde arriba, sólo te cubría una sabana. Una muy simple y blanca sabana. Creo que mis brazos estaban a tus dos costados de tu cara, me creo afuera de la sabana, viéndote. Simplemente mirándote.
Yo, que nunca vi mi mano hacer eso, empecé a tirar la sabana para abajo, empece a hacer aparecer tu cuerpo. La sabana bajaba a tu cuerpo, dejando ver tu pecho, tu cuerpo, todo lo que yo te recuerdo. Tu cara ni se inmutaba, pero la sonrisa era cada vez más grande. Hacía desaparecer la sabana y aparecer tu cuerpo. En algún momento quedaste mirando para el techo, para donde supongo que estaba yo, con la sonrisa entera. Mirandome.
Quedaste desnuda en mi cama.
Y no recuerdo más; pero presumo lo que sigue.
No pensé mucho en lo que presumo; pero tu imagen me siguió todo el día. Hasta en algún momento me saco una sonrisa, aunque todo es agridulce porque es solo un sueño.
Otro sueño.
Pero nada de eso terminó apareciendo.
Sólo apareció conmigo un sueño. El sueño que había tenido la noche anterior, esos sueños que vienen y te estrujan el alma, jugando con ella; moviéndola y esparciéndola por todos los lugares vistos y revistos. Un sueño simple, pero que por más que lo haya podido dejar atrás por unos momentos, siempre volvía esa imagen simple, lo único que recuerdo; lo único que necesito tener, recordar.
Estabas en la cama, mirando el techo con tus ojos marrones perdidos allí. Sin anteojos; mirando el techo, o a mis ojos. Pero tu mirada estaba perdida, por eso asumo que mirabas el techo y no a mí; o tal vez estabas perdida en mis ojos. Estabas con la boca cerrada, con una media sonrisa... esas sonrisas escondidas que vos tenes, que aparecen de costado cuando se escapan.
Vos estabas en mi cama, en MI cama. Como tantas veces estuviste. Yo asumo que te estaba mirando desde arriba, sólo te cubría una sabana. Una muy simple y blanca sabana. Creo que mis brazos estaban a tus dos costados de tu cara, me creo afuera de la sabana, viéndote. Simplemente mirándote.
Yo, que nunca vi mi mano hacer eso, empecé a tirar la sabana para abajo, empece a hacer aparecer tu cuerpo. La sabana bajaba a tu cuerpo, dejando ver tu pecho, tu cuerpo, todo lo que yo te recuerdo. Tu cara ni se inmutaba, pero la sonrisa era cada vez más grande. Hacía desaparecer la sabana y aparecer tu cuerpo. En algún momento quedaste mirando para el techo, para donde supongo que estaba yo, con la sonrisa entera. Mirandome.
Quedaste desnuda en mi cama.
Y no recuerdo más; pero presumo lo que sigue.
No pensé mucho en lo que presumo; pero tu imagen me siguió todo el día. Hasta en algún momento me saco una sonrisa, aunque todo es agridulce porque es solo un sueño.
Otro sueño.
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