Con los fantasmas de los sueños pasados que lo acecharon todo el día y la noche anterior, entra en su casa y tira la bolsa con los libros, recién comprados, en la mesa redonda que está en el medio de la habitación. Busca en su bolsillo del jean, encuentra el atado de cigarrillos, le quedan solo dos. Agarra uno y se lo pone en la boca. No encuentra en sus bolsillos el encendedor, entonces anda por la pieza con el cigarrillo colgando de la boca, buscando algún fósforo o algo para encenderlo. No lo encuentra, y no le importa.
Se termina olvidando del cigarrillo, mientras intenta despejar su mente. Mira por la ventana y ve la calle. La gente anda en remera, hasta algún personaje anda en cueros por la calle. Son los primeros calores de la primavera, que más temprano que tarde se va a convertir en verano, moviendo el ciclo que eternamente se cumple.
Él anda caminando sin sentido, paseando por su habitación; intranquilo, con los recuerdos impregnados en la memoria, retumbando en su mente y golpeando todas las barreras del cerebro. Y de pronto, de algún lugar, que Mariano Sputnik no tiene idea de dónde, se le viene a la mente estas palabras:
No sos la mujer más hermosa del mundo.
No sos la mejor mujer del mundo.
No sos la más inteligente.
No sos la más alta.
Pero sos todo lo que yo quiero.
Pero sos todo lo que yo necesito.
Sos la felicidad y la comprensión.
Sos la mujer que necesito.
Y me pregunto:
¿No será por eso que sí sos la más hermosa del mundo?
¿No será por eso que sí sos la mejor mujer del mundo?
Eso no te convertirá en eso.
Sí.
Las primeras palabras salieron con algo de esfuerzo. Siempre se maravillaba viendo como la tinta azul manchaba la página en blanco y de la nada misma aparecieran las letras. Era casi magia ver como sus palabras quedaban impregnadas en ese soporte. Se sentó más cómodo en la cómoda. Relee sus palabras. Hay algo que a Mariano no le termina de cerrar, hay algo en el poema que n le gusta.
Se queda un minuto mirando la nada. Considerando, plegando sus ideas en papeles. Jugando con la lapicera. La hace girar en sus dedos, mientras luego ve el capuchón sobre la mesa. Escribe sobre lo escrito:
No sos eras la mujer más hermosa del mundo.
No sos eras la mejor mujer del mundo.
No sos eras la más inteligente.
No sos eras la más alta.
Pero sos eras todo lo que yo quiero quería.
Pero sos eras todo lo que yo necesito necesitaba.
Sos Eras la felicidad y la comprensión.
Sos Eras la mujer que necesito.
Y me pregunto:
¿No será por eso que sí eras sos la más hermosa del mundo?
¿No será por eso que sí eras sos la mejor mujer del mundo?
Eso no te convertirá en eso. ¿Todo eso no te habrá convertido en un simple sí?
Sí.
Va hasta la cocina, con la conciencia puesta en la creación y se sirve en un vaso jugo de naranja muy frío. Se queda mirando el vaso, mira como se mueve el contenido. El líquido está generando pequeñas olas, mientras un coche en la calle toca la bocina. Intenta responder sus propias preguntas pensando en ella que está a miles de kilómetros de distancia física y millones de kilómetros de distancia metafísica. Y realmente no sabe cuál es realmente la más fea.
La extraña. La anhela en secreto, la llora a escondidas. La presiente a veces en la calle cuando ve un eco de ella; persigue esa memoria hasta el momento en que todo eso desaparecer como se fue. Intenta purgar las penas en psicólogos, tragos y putas; pero el agujero en su alma es muy grande para rellenar con medicina pasatista.
Pero tiene a los textos, los propios y los ajenos. Los que lo salvan de su ser, lo alienan y lo dejan ser otro por momentos. Otro que no extraña, que no llora, que no anda como un muerto por los rincones de la casa, buscando los lugares de oscuridad para que la luz no lo dañe con su brillante esperanza. “Maldita primavera” se dice “maldito sentimiento de renacer”.
Vuelve a la mesa y escucha que el celular se prende, le llegó un mensaje de texto. No tiene fuerzas para mirarlo, no hay necesidad. Lo que quisiera leer no llegará por mucho tiempo, y lo que leería no le generará nada importante.
Relee el texto.
Rescribe el poema:
No sos eras sos la mujer más hermosa del mundo.
No sos eras sos la mejor mujer del mundo.
No sos eras sos la más inteligente.
No sos eras sos la más alta.
Pero sos eras todo lo que yo quiero quería.
Pero sos eras todo lo que yo necesito necesitaba.
Sos Eras la felicidad y la comprensión.
Sos Eras la mujer que necesito.
Y me pregunto:
¿No será por eso que sí eras sos para mí la más hermosa del mundo?
¿No será por eso que sí eras sos para mí la mejor mujer del mundo?
Eso no te convertirá en eso. ¿Todo eso no te habrá convertido en un simple sí?
Sí.
Y te perdí.
Te deje ir.
Sí.
Decide que no es la pieza de literatura que él hubiera querido escribir, pero siente que eso es lo único que puede escribir en ese estado. Mientras escucha muchas mentiras y escucha el frufrú de la cortina por los efectos del viento. Sabe que vendrá la lluvia tarde o temprano, que eso será bueno para que camine bajo la lluvia. Mezclando sus lagrimas con las gotas. Mezclándose entre la melancolía de la lluvia y su alma. Nombra al texto: “Las Eras”. Se le ocurrió porque se vio caminando en la lluvia en la calle Las Heras, allí cerca de su cara. Lo titula y lo transcribe en su cuaderno verde:
Las Eras
No sos la mujer más hermosa del mundo.
No sos la mejor mujer del mundo.
No sos la más inteligente.
No sos la más alta.
Pero eras todo lo que yo quería.
Pero eras todo lo que yo necesitaba.
Eras la felicidad y la comprensión.
Eras la mujer que necesito.
Y me pregunto:
¿No será por eso que sí eras para mí, la más hermosa del mundo?
¿No será por eso que sí eras, para mí, la mejor mujer del mundo?
¿Todo eso no te habrá convertido en un simple sí?
Sí.
Y te perdí.
Te deje ir.
Sí.
Lo vuelve a leer, perdió muchos minutos de su vida. Arranca el papel de su cuaderno verde y lo estruja con gran odio. No le gustó el texto, no le gustó su creación. Odia todos sus textos, los publicados y los inéditos, los oníricos y los reales, los sin destino y los que tienen destinatario. Los odia, porque ella no los va a leer.
Y así es como terminan en la basura, y Mariano termina tomando ginebra toda la noche, escuchando los cuentos de Georgie y los de Juan José. El tacho de basura está lleno de papeles, está lleno de literatura negada. De creación obviada.
5 comentarios:
Siempre me pareció estúpido tirar papeles escritos, nunca se sabe cuando los vas a poder usar... aunque lo he hecho (y me arrepentí).
Lindo texto.
Saludos!
Yo nunca tiro los textos.
Aunque vengo pidiendo desde hace un tiempo que quemen todas mis novelas.
Gracias por comentar.
Gracias por tu comentario, me alegro. El tuyo lo lei y me gustaron algunas cosas, pero me genero esa cosa de no querer decir nada al respecto. Un besote.
M es de Magalí.
Ahora quiero saber que es g.
fantasmas de los sueños que van y vienen y regresan o no ...tal vez solo queden es las letras escritas a traves del tiempo a traves de los ciclos que invariablemente nos llevan al cambio , al recomenzar o no, a veces ni yo lo se...
me ha hecho divagar un poco tu texto, divagar en mis embrollos de vida, me ha gustado muchisimo.
te dejo un abrazo eterno en este noviembre...
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