Tiene todos los papeles tirados en la mesa redonda. El viento cada tanto hace que alguno intente levantar vuelo, pero Julia rápidamente, sin sacar la mirada de las letras que las tienen cautivadas, con su mano derecha (O izquierda llegado el caso) agarra el papel y le pone algo de peso arriba. Un vaso, una tijera, una cartuchera, el destapacorchos. Lo que encuentre.
Pero no deja de leer. Está tranquila mirando, pasando las hojas. Hace anotaciones fugaces sobre un cuaderno de notas, de tapas verdes, espiralado. A Julia le gusta escribir en hojas cuadriculadas, cuestión que siempre le molestó de sobremanera a Suaznabar. Julia escribe y dibuja en el cuaderno, los pequeños cuadraditos le parecen muy útiles para escribir y cada tanto armar cuadros sinópticos que le ayudaron mucho en su licenciatura. Suaznabar cuando escribe necesita orden, en los cuadernos cuadriculados él escribe muy chiquito y las letras terminan siendo un jeroglífico.
Cada tanto Julia, sin levantar la mirada, absorta en el texto de lo que ella llama la saga de “William Morris”, agarra el vaso largo con Gancia. Cuando hace esto normalmente una ráfaga de viento casual hace que las hojas empiecen a levantarse para volar. Siempre el trago queda por la mitad y vuelve a poner el vaso sobre las hojas de la novela. Las miles de hojas que tiene sobre la mesa mecanografiadas en un cincuenta por ciento. Hay algunos cuentos en letra manuscrita y muchas notas a los costados.
Suaznabar está detrás suyo intentando encender el fuego para hacer el vacío. Está todo despeinado, el pelo lo tiene muy largo y cada tanto se lo arregla con las manos. La barba la tiene crecida de unos días y hace unos meses tiene unas ojeras perennes. Se levantó de una siesta que tomó hace sólo un rato, cada vez que cierra los ojos le arden. Ese calor fuego en los ojos mal descansados. Además de todo tiene todos los músculos cansados, e intenta encender el fuego.
Tiene armado una pira que mezcla papeles de diarios y carbón. Tiene el cigarrillo colgándole de los labios y Julia le pide cada vez que fume menos, pero cada vez está fumando más. La noche anterior la pasó a los pies de la cama de Wilmar, mirándolo y no creyendo lo que veía. Julia cada tanto le dice que está muy flaco, le dice y le repite: ¡Come! Esos son los momentos en que S la mira con mala cara, pero no responde.
La radio suena detrás de ellos. Suaznabar está escuchando a los Pixies y cantando muy fuerte. S no afina y sólo grita para llevar el ritmo que lleva Black Francis. Se podría decir que también baila. O algo así. Sin ritmo. Se podría decir que mueve el cuerpo, mueve los largos pies en movimientos estrambóticos. Cada tanto levanta las manos y mueve la cabeza para que el pelo vuele con el viento. Julia sólo levanta la mirada cada tanto, lo mira con aire adorado y sonríe. Muchas veces se ríe de su marido, que en cierto punto hace todo eso para que ella se ría. Gouge Away lo vuelve loco, grita y revolea su cabeza. Mientras tanto su mano derecha busca el encendedor Zippo que siempre lleva consigo pero que muy pocas veces encuentra. Esta vez lo encontró, lo enciende y se queda mirando la llama, ya calmado aunque el verso suena estridente detrás suyo. Julia lee y también canta, un poco más afinadamente y un como más calmada.
Primero enciende el cigarrillo y luego de la primera pitada, lanzando el humo azulado por el costado de la boca, sin sacarse el cigarrillo de los labios, pero sacándose el pelo de la cara, intenta encender el fuego. Le cuesta un poco. Busca las puntas de los papeles generando la llama amarilla. El fuego va comiendo al papel generando la llama entre roja, azul y amarilla. Se queda hipnotizado con el fuego y sueña en quemar novelas, cuentos y diccionarios. Piensa que debe haber sido un gran espectáculo la gran quema de libros en la Alemania Nazi. Una gran pena, pero un gran espectáculo.
El fuego crece, Suaznabar le toma un sorbo al vaso de Gancia de Julia y el viento casual que siempre azota cuando el vaso esta siendo usado, se levanta y hace volar las hojas que no son agarradas por Julia. Suaznabar se da cuenta de eso y mira como las hojas vuelan por el patio, volando, girando, golpeando contra el pasto. En su cansancio mira las hojas volar, mientras Julia sólo levanta la mirada. Él sabe que tiene que juntar las cosas, el lío lo hizo él. Se mueve levantando las hojas, va por el patio buscando y agarrando papeles mecanografiados. Eran casi todos largos párrafos de más de una hoja, con diálogos inmiscuidos en el texto, largas descripciones y nombres repetidos.
- ¿Qué mierda es esto, mi amor? – Le dice él mientras sigue levantando las hojas, el cigarrillo colgando de la boca, siempre a la izquierda moviéndosele al hablar. Cantando cuando deja de hablar.
- Es la “Saga de William Morris” – Responde ella en el tono más natural del mundo.
- Y... ¿Qué es eso? – Baila cuando agarra la última hoja y se queda mirando el sol que se niega a irse en el último día del año.
- ¿No te acordas? Te lo conté aquella vez en el bar, cuando entraste con Wilmar... – En ese momento ella hace un silencio, porque es la última vez que lo habían visto antes de “aquello” – Son esos escritos que me dio ese chico...
- ... Que te tiene ganas. – Dice Suaznabar con una sonrisa, poniéndose los anteojos de sol negros para tapar las ojeras.
- ... No seas tonto, nene. No me tiene ganas. Yo soy una señora casada, de respetable familia. – Silencio cómplice y sonrisas quedas. – Siguiendo; ese chico me dijo que eran los escritos de su abuelo. Los vengo leyendo desde ese día y estoy totalmente fascinada con el universo de personajes...
- Puf, me embolan los autores que repiten todo el tiempo a sus personajes. Todos intentan copiar a Saer. – Dice Suaznabar dándole la última pitada a su cigarrillo, mientras que saca del bolsillo trasero de sus jeans una cajetilla y saca otra. Se acerca bailando a Julia y deja las hojas en el montón de donde se habían volado y pone el vaso de Gancia otra vez allí. Tiene ganas de acercar la cara al fuego con el cigarrillo en la boca pero se da cuenta que es una estupidez, aunque la imagen de él haciendo eso lo fascina.
- Bueno... Esto es diferente. El lapso temporal de los hechos no debe ser más de un mes. La novela, que son esas hojas que están abajo del vaso, esas hojas que hiciste volar – Levanta la vista, lo mira; él le hace una sonrisa que hace que ella se enamoré perdidamente. Ella sabe que él lo hace a propósito. – ... La novela es el primer escrito. Narra la historia de un personaje de pueblo. Son sus últimos días, desde que pierde en una partida de póquer en el tugurio cerca del río hasta que lo matan los guapos cuando se dan cuenta que no tiene ninguna forma de pagar sus cuentas. Entre esos dos sucesos transcurren siete días, que así se llama la novela...
- El titulo es malo – Dice Suaznabar esparciendo la ceniza debajo de la parrilla.
- ... Pero lo bueno, o lo que a mí me interesó. Es que luego, el autor va detallando en cuentos, novelas o escritos perdidos, todas las historias de los personajes, importantes o no, que se cruzan con el personaje de pueblo en sus últimos días.
- Aja. – Dice Suaznabar, cantando como si no le diera bolilla. Ese aja siempre le molesta a Julia porque tiene un tono que le hace dar la impresión que a él no le importa, que a él todo le resbala.
- Por ejemplo. Te leo este extracto de la novela. – Agarra el cuaderno cuadriculado espirilado, va unas paginas hacia atrás. Llega a una hoja, busca con el dedo y lee: - “(...) el muchacho en ningún momento vio al colectivo verde que se acercaba. Nunca lo escuchó tampoco. Para él apareció de la nada. Pero en sus ojos la muerte nunca estuvo marcada, lo último que vio fue a Funes que fumaba un cigarrillo Saratoga y acariciaba al perro (...)”. Bueno, eso es sólo tres o cuatro renglones de la novela. Creo que es el ejemplo más extremo del trabajo de este tipo. Este cuento – Le muestra unas hojas que bambolean en su mano izquierda – es la explicación del porqué el muchacho andaba vagando por las calles del pueblo William Morris. -Luego lee de su cuaderno de notas. – “(...) Mi novia me había dejado. Era como si el mundo alrededor mío ya no existiera. Mi novia me había dejado y la depresión era el mundo. Ando como ido, sin darme cuenta de los ruidos o de lo exterior. Vivo de recuerdos, vivo en mí mismo. Y todo es”. Así termina el cuento. Ahí lo mata el colectivo verde. Luego, en este monologo, no da el punto de vista del colectivero. Este otro cuento nos habla de la novia, que OH casualidad iba en el colectivo. En estos cuentos, luego hay personajes que aparecen y en la novela “Siete Días” no figuran. Pero como aparecen hay que darles vida. Entonces hay cuentos, monólogos, notas escritas; de quienes son ellos. De todo personaje que aparece en la novela o los cuentos hay que dar nota. Hay que dar noción. Y todos estos cuentos, novelas, monólogos, obras de teatro; toda forma de ficción se basa en William Morris en esos días. En esos siete días. Y.. Todo encaja como rompecabezas.
- Mira que interesante. – Por primera vez la voz de Suaznabar deja el tono jocoso y la mira, desde atrás de los anteojos negros, pero ella conoce el tono de voz. – Es como un intento colosal. El autor se sentía Dios, muy probablemente. Su universo es como un intento de explicar todo. Mierda. Interesante. Tengo que leerlo.
- Sí, tenés. – Le dice ella con una sonrisa, mientras que Suaznabar por primera vez se saca el cigarrillo (El tercero, hubo uno no narrado) y tira la ceniza al pasto; mientras un perro blanco (Que no es de ellos pero que están cuidando porque sus dueños salieron de viaje por fin de año) corretea entre sus piernas. – Simón, déjate de joder – Dice S, cuando el perro intenta... hacerle el amor. Ella ríe y dice: - Es raro. Todavía voy por la mitad, pero al parecer todos los personajes, importantes o no, tienen su relato. A veces no duran más de dos párrafos, pero explica o por lo menos da otra luz a todas las acciones. Hay un relato que es otra novela, que pasa paralelamente que “Siete días” y que se toca varias veces con esta. Un trabajo monumental. – Dice Julia, que vuelve a sus notas.
- Sí. –
Dice Suaznabar que ve que entran e escena, Mariano Sputnik y Ulises Margariño que habían estado acompañando a Wilmar. Se sientan en las sillas vacías, mientras aparece Marianela (Recién vuelta de Europa, pero todavía peleada con Mariano) con la bandeja donde traía el vacío.
Él empieza a poner la carne en la parrilla mientras Ulises dice:
- El medico comunista dice que está en las manos de Dios.
- Mierda... ¿Cómo un comunista va a decir eso? – Dice Mariano.
- Sí... Cómo mierda. – Reprocha Suaznabar.
- No hay que esperar más, hay que ir a buscar a guacho ese.
- Gaucho. – Corrige a Ulises, Suaznabar.
- Lo que fuese.
- En las manos de Dios. – Se repite Julia para sí.
- En las manos de Dios. Cómo se enojaría.
- Cómo se va a enojar cuando se lo contemos. – Otra vez corrige Suaznabar.
Marianela aparece con copas y reparte una a cada una. Y dice:
- Por Wilmar.
- Por Wilmar. – Dicen todos.
Suaznabar tira el último cigarrillo y se repito por lo bajo: “Por Wilmar, mi amigo. Feliz año nuevo”.
3 comentarios:
¡Feliz año nuevo!
esto me gustó, ya sabés, me gusta la idea de esos escritos...la intertextualidad por sobre todo.
"Tiene ganas de acercar la cara al fuego con el cigarrillo en la boca pero se da cuenta que es una estupidez, aunque la imagen de él haciendo eso lo fascina."
a mi me fascinó que se le ocurriera tal cosa, no sé, ilógica, tonta, que quede maravillado como niño... y que vos lo escribas.
en fin, es tarde, te merecés algún comentario más itneligente, perp soy incapaz de darlo a esta hora.
un beso.
Dos cosas, qué suerte que retomaste la historia del muchacho con sus escritos entregados a Julia.
Y la segunda, es raro leer sobre la cotidianidad de un matrimoio, los pequeños gestos entre ambos, me hace preguntarme que tipo de complicidades me tocará compartir.
Extraño tema. Hace un rato había hablado con alguien algo parecido y evidentemente me quedó rondando en la cabeza, hasta que leí esto y me sacudió.
Saludos
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