El viento le hace volar los largos pelos castaños y cada tanto se los tiene que acomodar, mientras que él está sentado en contra el viento, eso hace que el pelo le tape los ojos cada tanto, pero lo tiene mucho más corto que su esposa. Ella agarra la pinta de cerveza negra que se había pedido y bebe mirando el río que está a las espaldas de él. Él la mira mientras bebe y mira las callecitas que están a unos metros, donde unos pocos autos pasan haciendo un ruido hermoso del giro de las ruedas por el ripio. Cada tanto se da vuelta para mirar al puerto de Colon cuando ella le dice que uno de los camiones cisternas está parado bajo la gran canilla que los llena de agua caramelo del río Uruguay. Los dos miran embobados cuando eso pasa. Luego el camión cisterna blanco (todos blancos, salvo uno que tiene una pintura psicodélica en el capó, con la palabra “Colón” pintado en la cisterna) se aleja mojando el ripio para que el polvo no se vuele, aunque sí se vuela cuando los autos pasan.
El viento le vuela los largos pelos castaños y cada tanto se saca el palillo fino y pintado que se había comprado la calurosa noche anterior y se lo pone. Cuando sus ojos se cruzan a los dos se le ilumina la sonrisa y se mandan besos desde lejos. El muchacho con un sombrero ridículo y una camisa escocesa con colores brillantes les trae los sándwich que habían pedido un rato antes, luego de una amena discusión entre dulce y salado, la hora y el deseo de hacer feliz el uno al otro pensando más en el prójimo que en uno mismo. Él agarra uno primero y le da una mordida, ella lo hace luego y con su mirada cada uno sabe que la decisión fue la mejor que podrían haber tomado, aunque ella piensa por lo bajo que tal vez sea poco para los dos.
El viento fuerte le mueve los largos pelos castaños y cada tanto se los mueve con las manos abiertas y le sonríe. En una mano tiene el emparedado y con la otra sostiene un mechón de pelo para que no se le vaya contra la frente. Mira el puerto donde otro de los camiones cisternas entró para reabastecerse de agua de río.
- El momento que más me gusta es cuando entran de costado para no llenar de la cabina de agua. Si yo manejara – dice ella, con una gran sonrisa – pararía por debajo del chorro, y entraría derecho y no con la vuelta que ellos dan.
- Entran marcha atrás para no mojarse, ya que tienen la ventana abierta, y además porque así no encienden el limpia parabrisas. – Le dice él dándose vuelta sobre su cuerpo y mirando el gran chorro que está llenando el camión cisterna.
La conversación se apaga por un rato, cuando el camión pasa por la calle de la costanera, la parte de arriba de la calle y se va para el norte de la ciudad, para las playas nuevas y el arroyo de la Leche. Su mirada se queda puesta sobre la calle y mirando por las paralelas. Un par de muchachos pasan por la vereda caminando y conversando. Él se los queda mirando mientras mastica, pensando en qué estarían hablando. Los ve alejarse y doblar por la ochava a lo lejos.
El viento fuerte le vuelve a mover los largos pelos castaños y cada tanto sonríe con algo de incomodad, y él la mira y le dice:
- ¿Existirá algún movimiento cuidad en esta ciudad, Julia?
- No lo sé. Tal vez exista algo, en todas las ciudades tiene algún que otro poeta que anda intentando encontrar gente para la causa, S.
- Venir desde chico para este lugar y nunca encontrar alguien con un libro, o no recordar nadie con algún libro en la mano. Nunca imaginé que alguien pudiera escribir en este lugar, pero tiene que haber alguien que tenga algún movimiento, ¿no?
- Lo más probable es que lo haya.
- Sí.
- ¿Cómo imaginas un movimiento literario en esta ciudad, S?
- Vos primero, Julia.
- Un grupo pequeño de muchachos; poetas, en su mayoría...
- ¿Por qué los poetas necesitan juntarse en grupos? – La interrumpe.
- No lo sé – Le responde ella y volviendo al hilo - … No tengo un nombre definido pero sus actividades son pintadas en lugares, escribiendo con pinturas y con murales informativos y cosas por el estilo. Ahora vos.
- Mi imaginación me dice que son un grupo de poetas como los tuyos, que se juntan en los cafés del centro pero que sólo se dicen poetas, ya que ni escriben ni recitan ni nada que hagan los verdaderos poetas. Son poetas porque tienen obra futura por delante pero sólo eso.
- Otra vez, tu idea es mejor que la mía.
- ¿Por qué, Julia? – Le dice él mirándola a los ojos.
- Porque tu idea tiene más estructura, analiza el vacío en vez de la obra, o mejor analiza el vacío como obra, otros temas como puede ser algo más bien social, que tiene que ver con los grupos de poetas, y no con la poesía en sí. Son poetas en el vacío siendo que pensamos que acá tal vez no hay, no lo sabemos de hecho, algún movimiento literario. Me gustan tus poetas del vacío, de existir, deberían existir en esta ciudad.
Dejan la conversación en ese punto mientras él come el último y le da un pedazo a ella, lo comen a medias. Ella toma su pinta de cerveza negra y artesanal. Él toma su exprimido de naranja mientras piensa en una propaganda de la tele donde el protagonista decía: “No es nada acido” y se lo dice. Ella le responde que pensaba que podría serlo.
El viento fuerte mueve sus cabellos largos y castaños, cada tanto ella le tira un beso y él se lo responde. Ella juega con sus cabellos mientras un auto para detrás suyo y estaciona. Pasa por detrás de ellos una porción de tarta de arandanos – piensa ella – y él se da media vuelta para mirar el río que está muy picado, viendo que pasa la camioneta de prefectura con el jet sky, se ríe. Ella se recoge el pelo y se saben amados. En el aire queda la idea de la poesía de la nada, que ella desarrollará en algún tiempo corto en un escrito. Él se rasca las piernas llenas de picadas de jejenes, le dice que hay que rascar hasta que salga sangre, así sale el acido de la picadura. Ella lo hace parar, sabe que le dice esa gansada para seguir rascándose.
El viento sobre fuerte sobre la ciudad de Colon a las tres de la tarde de ese sábado, cada tanto ella lo mira con el pelo en sus manos. Él paga la cuenta y le extiende el brazo para volver caminando hasta el esquife que los llevará por el río hasta la estancia del padre de ella. Caminan por las calles de ripio esquivando el sol de esa tarde calurosa. No sabrán si los poetas se reunirán en su mesa para discutir sobre poemas no escritos y criticar al canon propuesto por la camada actual. Pero eso sólo lo piensa él, mientras ella lo agarra por la cintura. Se besan mientras caminan alejándose por la costanera.
El viento le vuela los largos pelos castaños y cada tanto se saca el palillo fino y pintado que se había comprado la calurosa noche anterior y se lo pone. Cuando sus ojos se cruzan a los dos se le ilumina la sonrisa y se mandan besos desde lejos. El muchacho con un sombrero ridículo y una camisa escocesa con colores brillantes les trae los sándwich que habían pedido un rato antes, luego de una amena discusión entre dulce y salado, la hora y el deseo de hacer feliz el uno al otro pensando más en el prójimo que en uno mismo. Él agarra uno primero y le da una mordida, ella lo hace luego y con su mirada cada uno sabe que la decisión fue la mejor que podrían haber tomado, aunque ella piensa por lo bajo que tal vez sea poco para los dos.
El viento fuerte le mueve los largos pelos castaños y cada tanto se los mueve con las manos abiertas y le sonríe. En una mano tiene el emparedado y con la otra sostiene un mechón de pelo para que no se le vaya contra la frente. Mira el puerto donde otro de los camiones cisternas entró para reabastecerse de agua de río.
- El momento que más me gusta es cuando entran de costado para no llenar de la cabina de agua. Si yo manejara – dice ella, con una gran sonrisa – pararía por debajo del chorro, y entraría derecho y no con la vuelta que ellos dan.
- Entran marcha atrás para no mojarse, ya que tienen la ventana abierta, y además porque así no encienden el limpia parabrisas. – Le dice él dándose vuelta sobre su cuerpo y mirando el gran chorro que está llenando el camión cisterna.
La conversación se apaga por un rato, cuando el camión pasa por la calle de la costanera, la parte de arriba de la calle y se va para el norte de la ciudad, para las playas nuevas y el arroyo de la Leche. Su mirada se queda puesta sobre la calle y mirando por las paralelas. Un par de muchachos pasan por la vereda caminando y conversando. Él se los queda mirando mientras mastica, pensando en qué estarían hablando. Los ve alejarse y doblar por la ochava a lo lejos.
El viento fuerte le vuelve a mover los largos pelos castaños y cada tanto sonríe con algo de incomodad, y él la mira y le dice:
- ¿Existirá algún movimiento cuidad en esta ciudad, Julia?
- No lo sé. Tal vez exista algo, en todas las ciudades tiene algún que otro poeta que anda intentando encontrar gente para la causa, S.
- Venir desde chico para este lugar y nunca encontrar alguien con un libro, o no recordar nadie con algún libro en la mano. Nunca imaginé que alguien pudiera escribir en este lugar, pero tiene que haber alguien que tenga algún movimiento, ¿no?
- Lo más probable es que lo haya.
- Sí.
- ¿Cómo imaginas un movimiento literario en esta ciudad, S?
- Vos primero, Julia.
- Un grupo pequeño de muchachos; poetas, en su mayoría...
- ¿Por qué los poetas necesitan juntarse en grupos? – La interrumpe.
- No lo sé – Le responde ella y volviendo al hilo - … No tengo un nombre definido pero sus actividades son pintadas en lugares, escribiendo con pinturas y con murales informativos y cosas por el estilo. Ahora vos.
- Mi imaginación me dice que son un grupo de poetas como los tuyos, que se juntan en los cafés del centro pero que sólo se dicen poetas, ya que ni escriben ni recitan ni nada que hagan los verdaderos poetas. Son poetas porque tienen obra futura por delante pero sólo eso.
- Otra vez, tu idea es mejor que la mía.
- ¿Por qué, Julia? – Le dice él mirándola a los ojos.
- Porque tu idea tiene más estructura, analiza el vacío en vez de la obra, o mejor analiza el vacío como obra, otros temas como puede ser algo más bien social, que tiene que ver con los grupos de poetas, y no con la poesía en sí. Son poetas en el vacío siendo que pensamos que acá tal vez no hay, no lo sabemos de hecho, algún movimiento literario. Me gustan tus poetas del vacío, de existir, deberían existir en esta ciudad.
Dejan la conversación en ese punto mientras él come el último y le da un pedazo a ella, lo comen a medias. Ella toma su pinta de cerveza negra y artesanal. Él toma su exprimido de naranja mientras piensa en una propaganda de la tele donde el protagonista decía: “No es nada acido” y se lo dice. Ella le responde que pensaba que podría serlo.
El viento fuerte mueve sus cabellos largos y castaños, cada tanto ella le tira un beso y él se lo responde. Ella juega con sus cabellos mientras un auto para detrás suyo y estaciona. Pasa por detrás de ellos una porción de tarta de arandanos – piensa ella – y él se da media vuelta para mirar el río que está muy picado, viendo que pasa la camioneta de prefectura con el jet sky, se ríe. Ella se recoge el pelo y se saben amados. En el aire queda la idea de la poesía de la nada, que ella desarrollará en algún tiempo corto en un escrito. Él se rasca las piernas llenas de picadas de jejenes, le dice que hay que rascar hasta que salga sangre, así sale el acido de la picadura. Ella lo hace parar, sabe que le dice esa gansada para seguir rascándose.
El viento sobre fuerte sobre la ciudad de Colon a las tres de la tarde de ese sábado, cada tanto ella lo mira con el pelo en sus manos. Él paga la cuenta y le extiende el brazo para volver caminando hasta el esquife que los llevará por el río hasta la estancia del padre de ella. Caminan por las calles de ripio esquivando el sol de esa tarde calurosa. No sabrán si los poetas se reunirán en su mesa para discutir sobre poemas no escritos y criticar al canon propuesto por la camada actual. Pero eso sólo lo piensa él, mientras ella lo agarra por la cintura. Se besan mientras caminan alejándose por la costanera.
2 comentarios:
Y acá estás, jugando indiscretamente con los límites entre realidad y ficción.
Casi casi burlándote de la ficción.
Y de la realidad.
Lindo. Conciso. Clarísimo.
"Esto significa, sobre todo, que la verdadera literatura es vida como la verdadera vida es literatura."
Ahí está.
Ferrater Mora.
Qué lindos que son los intermomentos.
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