lunes, octubre 11, 2010

Asencias.

«Supuestamente hay policiales negros y los otros, que deberían ser los blancos. Ambos tipos de novelas policiales atacan un caso. Estas formas del genero están basadas en la persecución de un detective. La palabra detective viene de la palabra en inglés que se escribe igual, aunque suena diferente –en tilde, claro-. Siempre pensé que la palabra tenía que venir de deducción, que es ir desde lo universal a lo particular. Tal vez si usaran el método de la inducción, hubieran sido inductives. Pero si existiera este tipo de “gente”, al ir de lo particular al principio general, no habría más crímenes. Y entonces no tendríamos genero policial, lo cual, la verdad haría mucho más aburrida la vida de muchos lectores. Yo incluido».
A Suaznabar siempre le gusta hablar. No importa si lo escuchan, él habla. Tal vez por eso lo ama su esposa, porque le gusta escucharlo, porque siempre habla. Me gustaría que estuviera un poco callado. No tengo muchas ganas de escucharlo, pero tengo menos ganas de prestarle atención. Eso es lo bueno de Suaznabar, habla, pero no te exige que le prestes atención, lo cual hace que todo se más cómodo. No sé qué le agarró con esto de los policiales últimamente, siempre fue un genero sobre el que le gusta teorizar y hacer crítica; pero nunca tanto como ahora.
Aunque cuando veníamos en su chata rural verde para acá, estaba hablando de otra cosa. La verdad que no recuerdo de qué hablaba, pero sí que era de otra cosa. Cuando le dije que frenara en este lugar, dónde se puede ver bien la casa de Dora, ahí empezó a hablar de detectives y policiales. Quizá sea porque cree que estamos en algún tipo de misión especial. Pero yo sólo quiero poder verla unos instantes, aunque sea de soslayo.
«El otro día leí una nouvelle, luego me voy a explayar sobre la utilización del término, policial. En gran parte de la historia, el personaje principal, que era el detective, analizaba los elementos fundamentales de un policial. El personaje había llegado a una gran conclusión: para que haya policial tiene que haber tres grandes fuerzas. Primero –extendió el dedo índice-: tiene que haber un detective. Segundo –extendió el dedo del medio-: un criminal. Y por último –extendió el anular–: un crimen. Estos son los elementos orgánicos de cualquier historia. Sea blanca o negra.
El personaje se la pasaba en la biblioteca de una nave espacial de carga, que llevaba unos cuantos pasajeros, a su vez, y buscaba entre los libros los policiales. También hay que ver que la biblioteca no era exactamente una biblioteca, sino una habitación común que era donde los tripulantes habían ido guardando los libros que quedaban olvidados una vez que los viajantes bajaban de la nave. La nave espacial se llamaba SS Malcom. Lo cual, me parece que es un chiste a los viejos barcos de vapor, los Steam Ship, nada más que en este caso el acrónimo significa Space Ship. Bastante ingenioso. Creo que si no hubiera estado ese detalle en las primeras páginas no hubiera continuado con su lectura, lo que hubiera sido un error grosero, por más que la prosa es una basura y la traducción –luego me voy a extender sobre eso- era muy mala».
No sé porqué pienso en Cortázar. A veces me pregunto que cosas me llevan a pensar en ciertos autores en ciertos momentos. Hace mucho que no lo leo, probablemente nunca lo vuelva a hacer con el entusiasmo con que lo hice cuando era más joven. Creo además que hay un cuento de Cortázar donde un tipo está sentado en un auto esperando. A su vez, creo que ese cuento era policial, y me parece que muy, pero muy, corto. Debería buscarlo una vez que llegue a casa y leerlo. Probablemente todo esto tenga que ver con el tema de conversación que eligió Suaznabar. ¿Por qué se le habrá dado por hablar de esto? Será porque Julia no lo quiere escuchar. Tal vez.
La casa no tiene ningún cambio de la última vez. Nada más que la última vez estaba con el taxista, que escuchaba canciones malas y cada tanto se iba, dejándome solo, para comprar cigarrillos que luego ambos fumábamos. Suaznabar debe tener un atado en el bolsillo interior del saco pero todavía no tengo ganas de hablarle. La casa está igual. Con la puerta en el medio y las ventanas que dan para el living y el comedor abajo, y las piezas arriba. Ella siempre se mueve por las ventanas que dan para la calle, casi nunca está en las que dan para el fondo. Creo que ahí él tiene sus oficinas y vaya a saber qué más. Sólo entré una vez, y no miré demasiado el ambiente ni cómo había decorado las paredes. Recuerdo algún que otro cuadro. Sí sé bien, casi de memoria, el aspecto de lo que puedo ver desde la calle, sentado en el auto, desde la vereda de enfrente.
La noche está iluminada por la luna. No deja ver bien las estrellas. Una luna inmensa y blanca, da tanta luz –refleja tanta luz- que parece que se podría leer el diario en la calle. En el campo debe ser hermoso, en la pampa sin árboles y casas por todos lados. El cielo mucho más estrellado. Sin que la puerta de calle tenga la luz encendida. Tiene casi todas las luces encendidas la casa de Dora. Las de arriba y las de abajo también. Vaya a saber dónde estará. No la pude ver todavía. Quizá si le tiro alguna piedrita salga y me mire. Tal vez hasta se sonría. Hace mucho que no la veo. Siempre fue hermosa. Y desde que no la puedo tener, todavía lo es más.
«El libro empezaba con el personaje sacando una pila de libros policiales para llevárselos al camarote. Estaba muy aburrido el viaje y, por alguna razón, no quería sociabilizar con nadie. Así se pasaba las jornadas, al parecer la gente del futuro había ido dejando muchas novelas en la nave.
La nave era de carga, pero también llevaba algunos pasajeros, creo que esto ya lo dije. El viaje era desde Europa, la luna de Júpiter, hasta un puerto espacial en orbita de la tierra. El viaje era lento y largo, bastante aburrido. Algo interesante, era que decía que no creía que había ventanas. Las camarotes no las tenían, no podía saber si en el puente las tenían. El único lugar que parecía tenerlas, era una gran sala de estar, donde la gente hacía sociales, cosa que él no quería hacer, y se sentaba en amplios sillones ajados. Pero estaba seguro que esa gran ventana en realidad no lo era. Estaba seguro que eso era simplemente una pantalla que proyectaba una filmación o algo por el estilo del espacio. Por lo general siempre estaba negro y cada tanto aparecía algo. Entonces, cuando no leía novelas policiales, se sentaba a mirar la pantalla por largas horas en continuado para ver si podía llegar a notar el loop en donde todo empezaba. Se ve que al tipo le gustaban las paradojas.
Pero bueno. Leía novelas policiales y teorizaba sobre estas. Cosas interesantes. Él hablaba que primero se habían hecho las novelas blancas o deductivas, estas eran más que nada europeas. Luego estaba la novela negra, las de Chandler, Hammett y esos tipos. Estos géneros tienen la particularidad de analizar la novela desde el ámbito del detective. Luego aparecieron cuentos que la analizaban desde el punto de vista del criminal, y por último desde la victima. Pero el más normal y querido era el primero. Pero había un movimiento que se desplazaba entre las tres grandes fuerzas. También, el personaje, había leído algunas donde el detective y el criminal eran el mismo tipo. No mencionó ejemplos, pero estaba leyendo en algún momento una así. Yo conozco un ejemplo, tapate los oídos si no al leíste, La Pesquisa de Juan José Saer. Te podés destapar los oídos, ya dije el nombre y medio que jodí el final de ese libro, si no lo leíste, claro».
Y habla del policial. Y asé que me va a contar toda la historia de ese libro que leyó, aunque no me dijo el nombre ni el autor del libro. Tal vez entre todo lo que me va a contar, todo lo que se va a mezclar entre medio de lo que cuenta se va a perder.
Son las siete y pico de la noche. Ya bajó todo el sol y tenemos luna. La pucha que temprano es. Ella ya está en la casa, tendría que haber llegado un rato antes para poder verla entra. Quizás hasta me animaba y me iba a hablar con ella. Seguro que me invitaba unos mates o un té, depende el estado de ánimo en que estuviera. Qué hubiera pasado si hubiéramos estado solos hoy, los dos. Tal vez nada, hubiéramos hablado como dos viejos amigos. O tal vez hubiéramos hablado como dos viejos amantes. La diferencia entre esas conversaciones son en qué lugar se dan. Unas en la cocina cerca de la mesada y la otra en la cama luego del sexo. Pero siempre hay amistad en las conversaciones. Yo siempre fui amigo de ella.
Nada más que en algún momento tuve que salir para algún lugar porque no me podía quedar acá. Y así me fui para Europa sin avisarle nada, sin decirle nada, cruzando el río Uruguay una noche con un balsero viejo y gastado. Viajando con un nombre que no era el mío hasta llegar en Madrid a vivir de periodista cultural para las revistas del tipo ese que tenía tanta papota que no sabía en qué gastarla. Y ahí también vino la historia con Calipso. Que es mejor olvidarse como por largos años olvidé a Dora.
«Era el narrador en primera persona. Típico de la novela negra, que el mismo investigador sea el que cuenta la historia. También es típica la primera persona en las novelas deductivas, pero allí siempre es un testigo el que nos la cuenta. En las primeras partes hay más teoría que acción, lo que es interesante porque dentro de un esquena de “lugar cerrado” al estilo de Ágata Christie –a la que cada vez detesto más y no sé porqué– pero siendo este un arquetipo de la ciencia ficción, ya que es una nave espacial. Cada tanto nos habla sobre la nave, su método de propulsión, la cantidad de partículas de hidrógeno que hay en un metro cuadrado de espacio y cosas así. Está bien, es interesante. No es novedoso, pero le da un aire interesante. El momento donde la bola de nieve empieza a rodar es cuando se dan cuenta que hubo un crimen en la nave. Esto pasa justo después que pide que le laven el camarote, en el medio del viaje. El método que usaban era raro, él iba a un lugar, donde no había nadie y apretaba en la computadora las opciones, entre ellas estaba el programar la limpieza del camarote. Luego firmaba pulsando el pulgar en un scanner y listo.
Al parecer descubrieron en algún camarote manchas de sangre, seca, o sea no fresca. Pero no había cadáver. Pero ahí estaban todas las huellas de un crimen. Según fue escuchando el personaje principal, y nuestro narrador, descubrió que la mejor forma de matar a alguien en una de esas naves era con un cuchillo, porque la computadora se daba cuenta si alguien disparaba. Escuchó en un pasillo, de boca del agente de seguridad, que el recuento que había hecho la computadora daba que faltaba una persona. Todo esto fue generando en él una necesidad de mandarse a investigar el asesinato. Tal vez fue el tedio, el no tener nada más que hacer, aunque quizás fueron todas las novelas policiales que había venido leyendo. Vaya uno a saber porqué, pero tenía que hacerlo, ya que era el narrador de la novela, y en la nave no pasaba nada más que eso».
Cuando dijo “eso”, sacó de su bolsillo interno del saco negro un cigarrillo. Yo ahí, sin hablarle, le hice los gestos para que me convidara uno. Me lo dio. Él se lo encendió con un encendedor que también sacó de la marquilla. Yo me lo encendí con el encendedor del auto.
Cuánto tiempo hacía que no la veía. Desde la última vez. Sí, eso es seguro. Quizá esa hubiera sido la respuesta que me hubiera dado Suaznabar si le preguntaba. O tal vez me hubiera dicho: Ulises, dejadme terminar de contar la historia de la novela policial. Quizá no lo haría tan formal y perdería la d, pero uno nunca sabe con qué le va a salir este tipo.
Miro las ventanas buscando verla. Primero fijo mi mirada en las ventanas de arriba, que ahora tienen canteros con plantas de colores chillones. Las luces están encendidas, debe sentirse mirada porque en ningún momento pasó por enfrente de las ventanas. Una de las ventanas de arriba, la que sé que es su habitación, donde duerme con su esposo cuando no están peleados, deja de tener luz. Ella, supongo que ella, apagó la luz. Ahora debe andar por el largo pasillo que lleva a la escalera y baja. Así que no la puedo ver, pero me la imagino bajando lentamente la escalera, con la mente puesta en cualquier cosa, así como es ella. Supongo que por la hora que es se dirigirá a la cocina donde seguro tiene un radio prendida en alguna estación de AM, seguro que alguna de esas de derecha que tanto le divierten aunque no comulgue con ninguna de las ideas. Porque ella tiene días en que le gusta pelearse con cualquiera y cuando está sola, lo mejor, es pelear con la radio.
Por un momento fumamos en silencio, él se había callado, estaba tomando aire y recuperando la garganta. Los dos mirábamos la casa. Él sabía porqué yo estaba allí y yo sabía que él sabía. Recordaba la última conversación que había tenido con Dora, en que luego de estar muy mimosos y amorosos yo le pregunté qué era para ella. Me contestó que yo era un imposible. Y así me quedé un largo rato, pensando en que todo era fútil. Ese día la conversación se terminó rápido porque el marido estaba volviendo, entonces yo me fui. Y la sentí, o sea sentí algo en mí de ella, con su él. Y eso m dolió en el alma. No sabría cómo explicar esos dolores, pero sería algo así como que se te desgarra algo adentro del cuerpo, te duele la parte baja de la garganta, que sentís un sentimiento de llanto pero que nunca viene porque el alma ya lo está haciendo. Y eso me generaba muchas veces encontrarla, verla y hablarle. Ella lo sabía, pero ella también necesitaba encontrarme por eso a veces caminaba por los mismos recorridos que yo hacía para verme. Por eso yo estacionaba enfrente de su casa para espiar por las ventanas.
«Empieza a investigar el tipo. Así es como entra a la habitación donde habían matado al tipo. Mira el lugar, ve la sangre todavía en las sábanas de la cama y en el piso. El tipo había tardado bastante en morir ya que había dejado sangre por casi todos lados. Según lo que decía el narrador parecía un matadero. Lo cual a mí me parece que ese camarote lo era. Pero bueno, toquetea los libros que había, mira la ropa, intenta encontrar algo que diga quién era. Pero no encuentra demasiado. Sólo un papelito con un par de iniciales, que casualmente a su vez eran las de él. Así es como empieza su investigación.
La cuestión principal, según él, era encontrar al asesino, que tenía que ser uno de las personas que viajaban en la nave. Así que ahí empieza a cambiar su forma de estar en la nave. En algunas horas lee las novelas policiales que sigue sacando de la nave y el resto del tiempo sigue su propia investigación. Mientras tanto, se entera que están haciendo una búsqueda exhaustiva en busca del cadáver. Porque según los tripulantes no lo pudieron haber arrojado al espacio ya que eso quedaría registrado en la bitácora de vuelo. Él piensa que eso es una perdida de tiempo porque no le va a demostrar nada que no puedan saber por medio de otras pruebas.
Por momentos él se siente personaje principal de una novela blanca, y ahí genera razonamientos lógicos y teorías deductivas con lo poco que sabe. Luego, por momentos se siente un personaje de una novela negra y cambia la forma de encarar la investigación, y admito que cambia algo bastante la prosa. Ahí más que nada hace preguntas y genera un cierto movimiento con los demás pasajeros y tripulantes. La teoría de él, es que tuvo que haber sido un pasajero, da sus razones pero no las recuerdo».
Porque la necesidad no es solamente mía. Yo la quiero ver, la necesito encontrar y hablar con ella y perderme en deseo. A su vez ella sabe que me necesita. Cada tanto nos dejamos de hablar, nos dejamos de ver, dejamos de pensar el uno en el otro. Pero esos son momentos raros y alejados. Porque más que nada, ella está en mi alma, ella está en dónde yo la pienso. La cuestión es buscarla. No sé qué haría si la llegara a perder del todo, aunque sí yo ya la tengo perdida, porque alguna vez que le dije “dejá a tu marido”, ella me dijo que ellos eran sobrevivientes y que nunca se iban a separar.
Luego de esa vez estuve distanciado de ella mucho tiempo, hasta llegar a verla alguna vez caminando del brazo de su esposo. Los seguí un largo rato y creo que él se dio cuenta que yo estaba. Me parece que nada sabe de mí, que no le contó nunca del amor que sintió por mí. Yo creo que ella nunca dejó de amarme, pero sólo ella podría llegar a decirlo.
La cuestión es que yo me fui del país y ella se quedó acá. Sé que me lloró. Me lo confesó que cuando yo había dejado todo, ella lloraba en la ducha golpeando la pared de cerámica. En aquella época vivía con sus hermanos en un departamento. Sólo cuando se casó se vino a vivir a esta casa de acá enfrente con su esposo. Que no me gusta el nombre, que no me gusta su cara y estoy bastante seguro que se aburre con él. Pero lo que tiene ese tipo que yo no, es que nunca la dejó. Yo la dejé, yo la tuve que dejar. Tuve que irme sin despedirme, porque así a veces es la vida, uno tiene que hacer cosas que piensa que es lo mejor en ese momento. La ida me ayudó a cerrar muchas cosas, pero nunca dejé de pensar en ella.
Cada tanto, recuerdo, le preguntaba a algunos de los muchachos por ella. Les decía que me dieran noticias de Dora. Mientras estaba con Calipso, cada tanto olvidaba de llamarlos, pero ellos me mandaban cartas y postales desde Buenos Aires –cuando debería haber sido al revez-, donde me informaban en qué andaban ellos y en qué andaba Dora.
Ya al volver ella estaba casada. Alguna vez hicimos el amor, Dora tenía un amante. Tuvo, sería mucho más correcto. Me acuerdo de una vez que yo estaba esperándola como ahora y salió el que yo pensaba que era su esposo entre medio de la noche. Tomé fuerzas para ir a verla y hablar, y me la encontré. No sé cómo terminamos en la cama. AL rato apareció el esposo. Y ella lo quiere, pero no sé si lo quiere como me quiere a mí. Yo la amo. Creo que ella me ama, todavía. Creo que está enamorada de mí, pero está con él, viaja con él, duerme bajo el mismo techo con él, se acuesta con él, y se queja de su amiga de él. Y ese él debería ser yo.
«La novela se alarga y deja de ser una novela de crítica-ficción, como leí por ahí. Pasa a ser un policial en un escenario de ciencia ficción. Cuando están por llegar a la Tierra, todos empiezan a armar sus teorías. Ya que todos podrían haber sido los culpables, todos andaban con un dejo de sospechas, pero además todos ejercían de detectives. Esto lo había notado muy rápido en el juego. Todos podían haber sido el asesino del cadáver que no aparecía todavía. Todos ejercían la característica del sospechoso pero además todos eran pesquisantes.
Pero él lo llevó más al extremo. Y una noche –o día, eso no tiene significado en el espacio-, mirando la pantalla esperando el loop para darse cuenta que era una grabación o algo generado en computadora. Algo le cierra. Y ahí se da cuenta. Es como que todo le cierra. Lo único que tiene que hacer para terminar de cerrar su teoría era ir a ver unos datos en la bitácora.
Entonces se acerca a la sala donde guardaban esos datos, que era en la parte de los tripulantes. Para entrar se hacía presionando el dedo gordo contra un scanner que lo leía. Pero él, que aunque no nos contó nada sobre su pasado, en varios momentos nos demuestra que su pasado no era del todo seguidor de la ley. Mi idea era que era contrabandista por
algunas conversaciones que tiene con unos empresarios sobre unos materiales prohibidos y su conocimiento de traslado de cosas, además el tipo está viajando en un carguero. Vamos. Pero bueno. ÉL sabe que para entrar en esos lugares sólo necesita un cartón. Con esto tapa el scanner y apreta, haciendo fuerza contra el pedazo de cartón. El scanner, que es un modelo viejo pero económico, lee lo que quedó impregnado como huella digital y la puerta se abre. Así nos dice que había entrado en varios lados, y que en la mayoría de las naves modernas los estaban cambiando por scanner de retina que eran más difíciles de engañar. Se necesitaba el ojo de la otra persona, y eso era un enchastre.»
Un coche nos encandila por un momento. Luego, lentamente sube a la vereda y el portón del garage se abre automáticamente. Lentamente el portón se desplaza sobre un guía para su derecha. EL auto entra y apaga las luces. Y ahí aparece el esposo de Dora. Yo lo veo y pienso que tal vez ese podría haber sido yo. Aunque también pienso si me gustaría haber sido ese. Porque yo amo a Dora, pero nunca hubiera podido comprar esa casa o le podría haber dado a ella esa vida. Tal vez por eso los ingenieros son buenos maridos, porque ganan buena guita y pueden automatizar portones, tener autos lujosos y esas cosas.
Y ahí estaba Dora. En la puerta, mirando a su marido bajar del auto. En saco y corbata. Con el maletín en la mano derecha. Ella le abre los brazos y se abrazas. Él la besa con cariño. Al parecer se amaban. Tal vez él la amaba muchísimo más que yo, seguro la amaba mejor y de una forma mucho menos egoísta. Aunque el amor es egoísta, es de uno y porque a uno lo hace bien. Y entraron, cerraron el gran portón y entraron.
«Según lo que leyó el muerto era él. Porque ese era su camarote y no el que estaba usando. Él sonrió y se dio cuenta de qué había pasado. Cuando compró el ticket en Europa, hubo una falla en el registro y a él le dieron el camarote incorrecto. Se dio cuenta que el que tenía que morir era él. Por eso estaban sus iniciales. También se dio cuenta que cuando mandó a limpiar su camarote, habían ido al otro, al que habían matado al tipo que lo ocupaba por error. Ya que, y esto creo que es una trampa del autor, las puertas se abrían con tarjetas y no con scanner digitales ya que era antieconómico, al parecer. Esto lo explica en las primeras hojas, uno retiene el dato porque le parece raro. Entonces habían matado al tipo equivocado. Pero él era el crimen, el era el detective y él era, a su vez, el misterio. Ya que, fijate, las tres cosas se centraban en él. Todos buscaban al cadáver, pero el cadáver debería haber sido él. Luego él era el investigador, y a su vez, él era el crimen. Y eso me gustó. Por supuesto yo te lo estoy aguando, y sé que no lo vas a leer nunca.
Luego la explicación al misterio del cadáver tiene que ver con una cuestión de oportunidad. No lo mataron en vuelo. Sino que lo hizo antes. Cuando todavía estaban en el puerto espacial de la luna de Júpiter, Europa. Ahí lo mató, con un cuchillo y antes de despegar, se llevó el cadáver. Además, las búsquedas en todas las áreas de la nave no habían dado ningún resultado. Todo empezaba a cerrar. Era una cuestión de oportunidad. Cuando él mandó a que le limpiaran el camarote, hizo que todos pensaran que había sido en vuelo, haciendo a todos sospechosos. Pero la oportunidad, que es una de las características necesarias de la buena información, había sido otra. Antes de que despegaran. Todo esto lo develó como detective. Y además, él había toqueteado los libros y las cosas en ese camarote que debería haber sido de él, y estaban sus huellas digitales: las del cadáver que no habían encontrado, sus huellas, que sí estaban en la base de datos. Y no la foto.
Había terminado develando todos los misterios. Siendo detective, siendo sospechoso, siendo asesino y siendo asesinado. Se dio cuenta que eso iba a ser bueno, porque él, estaba muerto. Y ahora era una ausencia».
Y yo soy la ausencia en la casa. Por eso me siento acá y la miro desde lejos. Como detective que espera encontrar con las manos en la masa a algún delincuente. Me doy cuenta que estoy haciendo las cosas mal. Miro la ventana del comedor, siendo casi las nueve de la noche, con la luna en el cielo. Nuestra luna blanca y hermosa iluminando todo.
La veo comiendo, sentada de espaldas a la ventana. Lo veo a su esposo, riendo y parecen ser felices. De pronto aparece un gato, su mascota. Y juegan con ella. Son felices y yo estoy de más. Lo sé. Ella también lo sabe, por eso yo soy imposible. Tengo que cerrar mi propio misterio donde yo soy el criminal y el detective. Tengo que dejarla ahí con su esposo ingeniero y su portón automático, su gato y sus ventanas.
Pero ella quizá me busque a mí. Yo sé que ella tal vez me busque, porque sé que me vio. Sé que me sonrió mientras abrazaba al esposo. Sé que cuando cierre las ventanas se va a tardar un minuto más mirando para afuera, buscándome. Porque necesita hablar conmigo, porque los dos somos débiles y nos buscamos. Nos encontramos, aunque nos haga mal, porque no nos podemos brindar por completo ni a la pareja o a la soledad.
«Es una nouvelle porque no existe eso. Qué es una nouvelle, una novela corta o un cuento largo. Es el medio justo. No existe. Entonces esa novela solo puede ser una nouvelle. El autor, sólo escribió eso. Al parecer es un escritor de novelas de ciencia ficción y policiales, que siempre cambia el nombre cuando escribe, siempre cambia su pseudónimo, entonces es difícil encontrar dos novelas del tipo. Aunque luego se nota. Es peor que Thomas Pynchon o J.D. Salinger, ya que no es alguien que no se vea o alguien que se escondió. Es alguien que no existe. Lo que hace del autor un mayor misterio. Es difícil encontrar novelas del mismo tipo, de hecho, siempre cambia el nombre. Es todo muy genial y muy antieconómico para la editorial en un principio, hasta que se encontró con un grupo de seguidores. Entonces la editorial paga a negros literarios para que se posen por él, mientras que él también posa por él...»
Y continuó hablando de impostores, le estaba hablando de impostores a mí, un impostor. Alguien que era y no era en función de su amada. Yo, el que la había dejado. Yo, él que tenía que desaparecer. El que tenía que ser un negro en su vida. Un fantasma.
- S, nos podemos ir. – Le dije mientras ella cerraba las ventanas y se quedaba un segundo más mirando en mi dirección.
- Ahora ando buscando otras novelas de este mismo tipo, pero no las podes encontrar por autor, la tenés que buscar primero por editorial. Ya que esto lo hace en la misma editorial, y luego tenés que buscar las similitudes de prosa, lo que no es nada facil. Todo se convierte en un juego, es como si la vida es un juego para...


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