domingo, septiembre 25, 2011

Manfredini, una corta biografia.

Extracto de Zar Alejandro I (Pág. 154-158).




La vida de Manfredini[I] no podría ser tranquila, de esas que son de quedarse en una casa y esperar la muerte. La historia que se crea comienza a mediados de la década del cincuenta, ya con su movimiento artístico[II] fuera de moda en los círculos literarios de Turín, decide dejar su hogar adoptivo y viajar a Roma, afincarse una temporada en esa ciudad, donde cree que está el futuro, dejando atrás por algún tiempo el Piamonte. Allí se había afiliado ni bien llegado al partido político neofascita “Movimiento Social Italiano”. Había militado en la línea más extrema y rápidamente empezó a escalar posiciones, hasta tener un cierto poder y generar una masa de seguidores que lo apoyaban, dio discursos en mítines y salió a la calle varias veces, algunas veces terminó siendo corrido por los carabinieris por desmanes callejeros. Pero los movimientos de los otros miembros más centristas, terminó de aislar a su rama y dejarla de lado en un ostracismo molesto para Manfredini. Eso hizo que se desencante de la acción de los partidos políticos, con todas las marchas y contramarchas internas, las discusiones y los predicamentos.
Pero aún así eso le había abierto las puertas de la sociedad y había conocido a mucha gente y generó contactos con el mundo cultural de esa ciudad, por más que muchos desdeñaban al poeta austriaco, como lo llamaban. Los años pasaron lentos, escribía poemas, trabajaba solamente en el ámbito del partido, en el área cultural, pregonando que la primera batalla que había que ganar era precisamente la de la cultura, a nadie de las otras ramas le importaba la cultura y ninguno pensó que desde allí podía hacer daño. No tardó en tener un séquito de jóvenes poetas y narradores, de adentro y de fuera del partido (alguno hasta era parte del PCI)[III], que escuchaban sus palabras como mesiánicas, siempre había tenido ese poder, desde sus primeros días en Trieste.
Uno de esos muchachos de las reuniones culturales, un tal Carlo Massara, iba a ser importante en los contactos que lo iban a llevar a surcar su futuro. Un día lo invitó a conocer en una cena a su padre[IV], éste era un banquero importante que partía los meses del año entre Londres, París y Nueva York, donde había abierto oficinas en esos días. Con ese hombre de negocios hizo muy buenas migas de entrada y hasta le consiguió un trabajo en la fundación del banco, dándole carta blanca para todos sus proyectos. Nunca le preguntó nada sobre la Fundación, la consideraba más una fachada para desviar impuestos que lo que Manfredini creó desde allí, una usina cultural de dónde salieron varios artistas italianos de mediados de los sesenta. De esta forma fue como desistió de todo lo que tenía que ver con el partido, aunque nunca se desafilió, en inclusive se volvió a afiliar cuando se refundó con el nombre de Alianza Nacional. El banquero de a poco lo fue también lo fue ingresando, lentamente, en otras esferas de poder, y así fue como Manfredini se convirtió en uno de los miembros de Propaganda Due, la logia masónica italiana. De esa manera se pone en contacto con los miembros italianos de la Operación Gladio, para esto ya eran los finales de la década del sesenta y Manfredini conocía a muchísima gente de poder.
Su archivo en el servicio de inteligencia interna italiano se engrosaba cada vez más con las operaciones que muchas veces él mismo planeaba y ejecutaba, pero en ningún momento nadie intentó hacer nada contra él, en un principio era considerado simplemente como un peón. El servicio de inteligencia tenía abierto su archivo desde finales del cuarenta y ocho, desde los tristemente celebres sucesos de Trieste[V].
En algún momento de los años de plomo Manfredini, que había renunciado al trabajo en la Fundación pero manteniendo buenas relaciones con el banquero, que ya vivía todo el año en Nueva York, participó (algunos también dicen que los planeó) en ciertos actos dentro de la esfera de la denominada strategia della tensione que se salieron de cause, que hasta el atentado en la estación de Bolonia fue uno de los más graves atentados en la Italia de la postguerra, y así fue como se marchó al exilio antes que la policía italiana empezara a preguntar por él. La protección del banquero y de varios miembros de la logia fue clave para eso. Nunca más volvió a Italia[VI], aunque siempre se consideró, antes que nada, italiano e irredentista.
Su primer destino estuvo en París, donde se hizo conocido en un círculo de poetas exiliados del Barrio Latino. En esa época se lo encontraba en los cafés del Bulevar Saint-Michel, siempre al costado de alguna bella señorita mucho más joven que él. Pocos sabían que estaba casado desde hacía varios años, casi nadie conocía a su señora. Estos son los años donde publica por primera vez sus poemas[VII]. Sus poemas siguen estando cerca de los postulados de la Poesia Artificale, pero le agrega nuevos giros, ahora son versos de larga extensión (su más famoso poema, La inclusión de las armas, tiene casi 300 versos) y casi siempre giran en torno a temas épicos, hasta algunos tienen algunos toques de heroicidad impensados en otras épocas. Se hace un nombre, obtiene algunas reseñas positivas en algunos semanarios franceses, alemanes, belgas e italianos.
Pero la vida en Francia no va con su talante, siente tranquilidad y eso hace decaer su inspiración que necesita de movimiento. Además cree que la sociedad francesa está aburguesada y que los rojos, africanos y demás están avanzando. Cruza los pirineos, visita Andorra, Gerona, Barcelona, Valencia, Granada, Sevilla y se afinca en Madrid, en los últimos años de la dictadura de Franco. Esta estancia iba a ser sólo por un tiempo pero termina estando allí varios años.
Por conocidos en común se encuentra en una cena íntima en una casa segura de un miembro español de la logia con José López Rega con el que hace muy buenas migas. A Manfredini desde siempre le interesó el espiritismo y esa coincidencia de sentarse uno al lado del otro genera que hablen en susurros y sobreentendidos toda la noche. Por intermedio de Pepito (que se sepa es el único que lo llamaba así, en su español italianizado) visita a Juan Domingo Perón en Puerta de Hierro. Éste no le causa una grata impresión, no le termina de agradar por ciertos modos campechanos que tenía. Aunque se dice que el General siempre habló muy bien, las pocas veces que lo hizo, del poeta. Manfredini en esa época estaba empezando a escribir un ensayo sobre la diáspora Nazi[VIII] con entrevistas que empezó a hacer en España, se encontró con Wolfgang Jugler, León Degrelle; pero el que más le interesó y por el que pensó que la idea podía llegar a ser un gran legado para la historia fue cuando se entrevistó con Otto Skorzeny en Mallorca. Ese proyecto nunca vio a la luz, nunca pudo terminarlo por más que escribió más de mil folios, Manfredini nunca se sintió del todo conforme y siempre reelaboraba el temario, sus postulados y demás. Algunas páginas extraídas del ensayo fueron publicadas en revistas fascistas italianas, neonazis españolas y argentinas en traducción de grandes plumas. Nunca tuvo nombre, por más que cada vez que se encontraba con alguien lo llamaba de una forma, que siempre era diferente a la anterior.
Cuando López Rega volvió a la Argentina en el 73 para ocupar la cartera de Bienestar Social, se llevó a su amigo con él, para que pudiera entrevistarse con los nazis que están en la Argentina. Manfredini tiene la mayor base de datos sobre dónde viven los nazis en aquel país, sólo inferior (aunque esta afirmación es todavía disputada) a las del propio Estado Argentino. A Manfredini no le interesaba demasiado la política en Argentina, allí se dedicaba a su ensayo y a escribir poesías. Todavía publicaba en Francia (donde aún hoy tiene una base de seguidores importante) y en Italia, en el resto del mundo su obra es virtualmente desconocida, aunque en los primeros días de su estancia escribió una novela corta, que publica en castellano en España y Argentina, que versa sobre un largo monologo del Conde de Saint Germain donde discute, con ningún interlocutor en especial, sobre arte y política. La novela se llama Santo Hermano[IX], versa sobre un largo monologo, donde el Conde cuenta su vida (varios hechos pueden leerse de manera distorsionada y ficcionalizada como la del propio autor) a un interlocutor que no participa, aunque se va demostrando durante el relato que es el heredero del título, y que será el que represente en la próxima generación al Conde de Saint Germain, su inmortalidad así se explica. El Conde puede ser leído como una aliteración de las ideas de Manfredini.
El panorama cultural argentino le desagradaba. La realidad política argentina no le interesaba, pero obviamente estuvo siempre del lado de su amigo Lopecito. Participó de algunos operativos de la Triple A, más que nada para apaciguar su espíritu guerrero (Nombre de un poema de esa época de su vida, inédito). Se sabe que participó de algunos ametrallamientos desde autos en movimiento y cosas así, no se sabe a ciencia cierta que haya asesinado a alguien, pero si no lo hizo fue más por impericia o casualidad que por otra cosa. Odiaba a los comunistas, pero no le interesaba tampoco demasiado el peronismo, al que como extranjero nunca terminó de entender. El llamaba a ese país, la tierra joven y sin historia.
Sólo encontró eco de sus actividades culturales en la Argentina en un grupo de artistas (se hacían llamar Artificialistas[X]) perdidos en una ciudad al sur de la Provincia de Buenos Aires, a donde viajaba seguido, y se cree que tenía una amante. Su esposa, se casó en Turín en el 59, luego de un ataque terrorista organizado por integrantes de la Operación Glauco, se queda en el gran Buenos Aires, en la ciudad de Merlo. Están distanciados pero a cada nuevo país que va la lleva. Ella también le era infiel, lo fue con varios de los poetas de los diversos grupos de los que fue cabeza su marido.
Sintió un odio irrefrenable por Juan L. Ortiz. Nadie sabe porqué, pero esto lo comentaba su grupo de poetas al sur de la provincia de Buenos Aires. Según palabras de estos, era porque escribía los poemas opuestos a los que escribió él, probablemente por la forma contemplativa que tenía el poeta entrerriano de describir la selva, el río y su provincia. Planeó matarlo, con o sin la ayuda de la triple A, una vez, se sabe viajó hasta Paraná y esperó a encontrarlo a la salida de su casa, pero cuando lo hizo, apareció con un grupo de amigos, entre los que estaba Juan José Saer, aunque Manfredini no lo sabía ni lo supo nunca, por un momento pensó en matarlos a todos, pero desistió de eso, nadie sabe porqué. Ese odio fue fuerte y profundo, quizás para toda la vida, pero efímero su deseo de asesinarlo.
El golpe militar del 76 lo encontró en la cordillera de los Andes, en la ciudad de San Rafael. Durante esa época no tiene ningún problema con las autoridades, hasta algunas voces señalan que se llevó bien con uno o varios miembros de la Junta Militar. Al parecer las relaciones con la logia P2 nunca cesan y estuvo en contacto con varios de los miembros que vivían en el Cono Sur.
Su figura es bastante conocida en ciertos círculos. Se entrevistó con varios jerarcas nazis en Argentina y Chile, les hizo largas entrevistas, donde hablaron del Eje, de los errores tácticos en la guerra y, hasta alguno de ellos (las entrevistas siempre fueron escritas manteniendo el anonimato, con nombres ficticios, aclarado desde un principio, por más que varios teóricos puedan llegar a saber quién es quién y no haya mucha discusión sobre eso), en alguna ocasión, llegó a decir que el Führer, varias veces, más al final del conflicto, luego de las batallas de Stalingrado y Kursk[XI], había tenido errores tácticos que habían costado material y hombres en el frente este. Esto se lo encontró en una carpeta que olvidó en su casa, y quedó en posesión de su mujer, de la cual ya a esa altura separado de facto. Se pierden sus rastros cuando llegó la democracia a la Argentina.
Su nombre aparece en la lista que se le encontró a Liceo Gelli en el ochenta y uno. Algunos dicen que se quedó en Argentina y otros, la mayoría dice que volvió a Europa. No se ponen de acuerdo si volvió a España, Francia o a Italia. Muchos dicen que siendo como toda la vida fue miembro de la Poesia Artificialle no puede haber muerto de muerte natural, sino que se pegó un tiro en algún hotel perdido. Eso lo señaló una persona que se hacía llamar Naptha, diciendo: “Siempre me comentaba, cuando estaba ebrio que era cuando se ponía más sincero, que no iba a morir en una cama, dejando que la muerte me lleve sin luchar, decía levantando la voz. Voy a elegir el momento y va a ser de una forma artificial, ni una enfermedad o el destino me va a llevar, sino que me moriré por una bala, por un camión que me atropelle; quiero morir de una forma artificial”. Pero sobre su muerte, nada se sabe, de estar vivo hoy, tendría más de noventa años.



[I] Manfredini. Nació en la ciudad de Trieste en 1914, ciudad del Imperio Austrohungaro.
[II] El (Su) movimiento se llamaba Poesia Artificialle, se inició con la proclama de su manifiesto en un diario regional del Piamonte, al mismo tiempo que se publicó en el diario de la ciudad de Turín, La Stampa, de donde era oriundo el movimiento. Luego, se publicó, a su vez, en diarios italoparlantes de Suiza y en el Corriere Della Sera de Milán.
[III] Enrico Mansaro, Piero Costacurta, Giovanna DelSanto, Kunrad von Manstein, entre los más conocidos.
[IV] Carlo Massara padre.
[V] Operación “Fuime”, llamada internamente por los revolucionarios.
[VI] Aunque tampoco nunca se probó que haya retornado.
[VII] La Inclusión de las armas y otros poemas. Manfredini. 1969. París. Editorial Klaus & Kursit.
[VIII] El Diario de la Huida. Nazis en el exilio. Manfredini, edición al cuidado de Carlos Machado. 2008. Buenos Aires. Editorial Thule SA.
[IX] Santo Hermano. Manfredini. 1974. Buenos Aires. Editorial MarcoSanto SRL.  
[X] Manifiesto Artificialista. Publicado en el semanario –sí, semanario- Diario Nuevo Sur, Viedma, 1973.
[XI] Página 623, El Diario de la Huida.

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