lunes, marzo 05, 2007

Bretón


Por Gastón C. Paolini

Normalmente las casas son espejos, se refleja lo que sucede adentro de ellas, como en el mundo del espejo es un mundo cerrado, donde predominan los reflejos, se ve lo que somos. Es como una casa, normalmente las casas son espejos de sus dueños, de la familia, de las personas que aloje, sean estas muchas o solo una.

Siempre tienen decenas, centenas, miles de detalles que nos dicen cosas sobre la personalidad de los que la moran. Es mas todos sabemos que hay casas que están amuebladas siguiendo un cierto estilo, otras siguen las modas, y otras son rejuntes de las cosas que con el poco dinero que tuvieron, fueron adquiriendo, pero normalmente siempre hay algún que otro detalle que nos dice algo sobre las personas que las moran. Ejemplos sobran y la verdad que esto no es un ensayo sobre la personalidad o identidad de los dueños en los muebles de las casas, es mas es un tema que realmente no me interesa nada.

Pero existe el concepto de la casa de cristal, donde la vida que transcurre adentro sucede de adentro para afuera, el concepto surrealista de mi amigo André Breton. En sus manifiestos surrealistas esta el concepto. Nunca lo he elido, no leo a mis amigos. O llegado el caso, no leí a ninguno de mis amigos.

El concepto es de una casa construida enteramente de cristal, donde todo lo que se haga adentro de ella es de dominio publico. No se como se tomara ese ejemplo en ciertas partes del mundo, asumo que en la Roma puritana, en la Roma mas católica, por citar un ejemplo se puede llegar a tomar realmente mal que una familia viva en una casa de cristal sin intimidad, sin fuero interno, donde la calle es lo mismo que las acogedoras paredes de un hogar.

No sé, ni he oído nunca si el concepto se llevo a cabo.

Pero algo parecido me ha pasado a mí, hace bastante tiempo. Tanto tiempo que ni recuerdo la fecha en que primera vez lo vi. Mucho tiempo, uno de esos tiempos convulsionados políticamente, esos tiempos que pasan cosas alrededor nuestro, y uno porque es joven, o simplemente estúpido, no se da cuenta de eso.

Eso nos paso esa noche. Veníamos con mi amigo, el cual para preservar su intimidad, un objeto del todo preciado para él lo voy a llamar Mr. Z. Sigo, veníamos con mi amigo entre la lluvia del pub a su casa. Nos habíamos tomado un par de cervezas bien frías en el pub, donde reinaba la camaraderia, y todos reíamos y bebíamos y nos emborrachábamos. Muy lindo recuerdo tengo de ese pub, y como yo también quiero preservar mi identidad le voy a poner el Pub X. Ahí toda nuestra generación tomaba y bebía, a nuestra generación le voy a poner generación X, en honor al bar.

Resumiendo, veníamos del Pub X, e íbamos a la casa de Mr. Z. Tranquilos veníamos caminando entre las mangueras que apagaban incendios y las casas derruidas, a nuestros cuatro costados sonaban las sirenas por todos lados, bueno, no sé si eran sirenas, creo que era el carnaval que había algunas calles arriba. Tal vez la policía tratando de destruir la algarabía que teníamos todos por esos días. Bueno, dije que fue hace bastante tiempo, tengo que decir que fue un día X del mes XX del año 19XX.

Una noche con una gran luna, y llovía. Fuego por todos lados, al rededor nuestro, esto nos encantaba porque era una noche muy fría, una noche muy fría de nuestra ciudad de A. Una ciudad histórica y ancestral con muchos hermosos monumentos por el piso y una niebla de cemento bastante molesta que te llegaba hasta los pulmones y de a poco te los iba comiendo, recuerdo que mucha gente estaba en los pasillos de los subtes por ese motivo; que locos, pasaban toda la noche en los túneles de los subtes, dormían y comían allí por las noches, solo por el polvo que reinaba en el ambiente.

Ibamos bajando por las calles que nos separaban de nuestro destino, yo lo acompañaba porque él estaba mas borracho que yo, nos íbamos riendo y contentos de la vida, entre los fuegos que nos daban luz, esos fuegos que tanto extraño porque iluminaban nuestro camino.

Ahora me llego el recuerdo que todas las noches había fuegos artificiales, todas las noches estabamos de fiesta, y todos las noches en nuestra cruda salíamos para ver los fuegos artificiales que nos proveía el Estado. Eran todas noches de fiesta, y era hermoso ver como se iluminaba el cielo con fuegos y linternas. Las noches eran hermosas. Mucha gente concordara conmigo.

Luego de mirar el cielo y ver como uno de los fuegos explotaba en el cielo cerca de nuestras cabezas, seguimos camino, dimos vuelta la esquina esquivando los escombros. Y acá esta la nota de color, en esos días el Estado no hacia del todo bien sus barrido y limpieza, todas las noches tenias que ir esquivando adoquines y escombros, por las mañanas salían escuadrillas a limpiar, pero era una calamidad venir borracho y que te tropieces porque el Estado no hace las cosas bien. Bueno, giramos la esquina, y caminamos la media cuadra que nos separaba de su casa. Mi amigo el Mr. Z agarrado de mi cuello. No era pesado, pero era molesto; hablaba y hablaba, a veces caían unas lagrimas en su cara que arruinaban un poco nuestra alegría, y la alegría de la gente que nos veía pasar. Muchos eran policías o uniformados.

Días divertidos.

Cuando llegamos a su casa, vimos que en edificio de tres pisos donde él vivía faltaba toda la pared de su piso, el segundo, desde la calle se podía ver toda la sala de estar de ellos. Una verdadera barbaridad, pero subimos igual. Su esposa, que llamare Mrs. Z, había cerrado la puerta de su cuarto con llave, así que lo tire en el sillón. Yo me senté en una confortable silla y me puse a mirar el diario.

Debo decir que entraba frío por esa ventana. Una cosa rara de esos días. Nada había pasado adentro de la casa, todo estaba en orden, y no había nada de polvo, ni nada de escombros. En esos días, era una barbaridad pero por esos días las paredes se caían todos las jornadas, en especial de noche. Era una barbaridad porque lo único que hacia era despertar a todos los vecinos que venían a golpear la puerta y decir que porque hacen tanto ruido y todas esas cosas.

Yo estaba esa noche sentado, leyendo alguna revista y él estaba tirado en el sillón, roncaba, vestido como estaba. El hijo del Mr. Z aparece en el escenario, y me mira, me saluda, era un muchachito muy respetuoso, muy bien educado por la Mrs. Z, le pregunto:

- ¿Cómo paso esto?

A lo cual él me dice:

- La verdad, no lo sé, tío – Me decía y me sigue diciendo así, aunque a Mrs. Z no le guste. – La verdad, tío es la primera vez que lo veo. Debe haber sido ese sonido fuerte que paso hace una o dos horas, no lo sé, estaba durmiendo, me despertó y me di vuelta.

Agarro la leche y se fue a la cama de nuevo. Era lógico lo que le había sucedido al pequeño Z, todas las noches con las luces en el cielo, los fuegos artificiales y todo eso, la cuidad tenia muchos ruidos, uno se acostumbraba, si dormía, yo por esos días no lo hacia de día, no tenia trabajo y estaba bloqueado, y daba la vuelta en la cama y seguía dormido.

Me acuerdo que un nuevo ruido sucedió afuera, mire por la gran ventana y vi una gran luz que ilumino toda la habitación. Paso, y fui a ver si tenia algo de chocolate, algo que no se conseguía demasiado a menudo por esos días, el Estado en otra de sus medidas, obscenas, hacia acopio de él.

Y pensando en el chocolate que me faltaba, me quede dormido sobre la mesa, y sobre la revista.

Al otro día me despertó unos gritos.

Mrs. Z le estaba gritando a Mr. Z de porque todas las noches llegaba borracho, todo esto enfrente de mí, de un invitado (cierto es que pasaba todas las noches allí, pero igual era un invitado). Le gritaba, le tiraba todos los improperios, y el se defendía como podía. Uno no muy agradable espectáculo, que gente en la vereda de enfrente estaba viendo. Igual hacer todo ese escándalo cuando yo estaba en la habitación, me pareció demasiado.

Así que disculpándome, salí para esperar a Mr. Z. Fui y me senté en el banco blanco que había enfrente. Y desde allí esperaba a que ellos terminen la discusión. A mi costado había mucha gente, que como espías miraban para adentro. Para mí eso era una falta de respeto, era como estar mirando por una ventana, aunque claro un poco más grande.

Note que la discusión termino cuando llego a mi lado Mr. Z, yo me había entretenido viendo a las enfermeras que pasaban por las calles de acá para allá. Extraño esos días, eran días alegres, toda la gente corría, y había enfermeras, frescas y hermosas, por todas las calles de mi ciudad. Pero el se sentó al lado de mí, y dijo que por el momento era mejor no hablar con Mrs. Z. Y cruzo las piernas y se puso a mirar su hogar, tan lejos en ese momento.

Decidimos que no iríamos a trabajar, llamaríamos por teléfono y nos excusaríamos, ninguno de los dos estaba de humor, y él tenia un gran dolor de cabeza. Salimos a caminar por la ciudad.

Luego esa noche, el cómo buen marido volvió a la casa, y las rencillas se solucionaron. Él salía a tomar menos, pero igual salía, todavía nos divertíamos. Aunque en esos días después de la pelea, nos pusimos mas a jugar en su casa a las cartas.

Extrañábamos el Pub X, extrañábamos a nuestra generación X, pero estabamos muy cómodos en su casa. En esos días me tuve que mudar para su casa, ya que no sé bien porque el Estado demolió el edificio donde yo vivía. Pude recoger algunas cosas, pero no me importaba demasiado lo que había allí, solo pude conseguir la maquina de escribir donde tipeaba en la maquina todos los cuentos que tenia, antes del bloqueo claro.

Amo la realidad en los cuentos, y en todos mis cuentos se nota ese intento mío. Este es un claro ejemplo de uno de mis cuentos realistas. Muchas de esas discusiones las tuve (en francés, idioma que detesto) con mi amigo André, el y su movida surrealista. Era, y es, hermosa en la pintura pero nunca pudo conseguir nada en el papel.

Yo dormía en el living comedor. Algunos días notaba que Mrs. Z y algunas personas me miraban mal, pero bueno, con el tiempo todos se acostumbraron a mi presencia. Intentaba ser lo menos molesto que se pudiera ser, y eran noches felices.

Recuerdo una de las pocas noches que había ido al Pub X sin Mr. Z, una bella velada pero me faltaba una pierna, me faltaba mi amigo, así que me despide de toda la generación X y salí para la casa, no puedo decir mi casa, porque nunca lo fue. En si, fue tanto mi casa, como fue la casa de todos los curiosos. Llegue al banquillo, y vi a Mr. Z y Mrs. Z, entre luces de los fuegos artificiales y las explosiones de estos, tocándose, besándose, con una ternura, un amor que daban celos. No quise interrumpirlos así que me senté en el banco blanco, me propuse esperar. Sirenas de los carnavales allá a lo lejos, una bella noche, llena de luces de colores, y con poca gente e la calle, los únicos que destruían mi soledad eran las ambulancias que pasaban, seguro de riñas de los Pub o de el carnaval, nunca supe porque pasaban tantas ambulancias. Allá a lo lejos, vi una enfermera y me dedique a perseguiría, voy a dejar todos los detalles íntimos afuera y como un caballero voy a decir que pasé la noche afuera.

Volví para el desayuno.

Con el tiempo, cada vez fui viviendo cada vez menos en la casa de la familia Z, y empece a pasar cada vez mas noches en lo de la enfermera, que ahora es mi esposa. Yo también deseo la intimidad así que le voy a poner de nombre Mrs. Narradora.

Pero siempre volvía a esa casa, al segundo piso del edificio de tres pisos como tantos hay acá. Tengo en la memoria una larga conversación que tuve con Mr. Z un día en que la gente estaba triste. Se estaban acabando esos días, y lo común entre todos era replantearse la vida, uno no puede estar de fiesta todos sus inviernos, y así lo habíamos pasado esos años de 19XX.

Me acuerdo solo unas pocas palabras.

- Ya se acaba – Me dijo Mr. Z, estabamos los dos sentados mirando la ciudad desde el gran ventanal que tenían ellos, nunca solucionamos el misterio de como cayo la pared, es mas, nunca nadie lo puso en palabras.

- Vaya uno a saber, tal vez rebrota.

- Por lo menos vamos a poder chocolates

- Si, es verdad. – Esa era nuestra mayor preocupación por ese ultimo tiempo de la fiesta. Recuerdo que los fuegos artificiales iluminaban nuestras caras, y tomábamos un poco de café, su esposa e hijos estaba durmiendo, fue en ese lugar, en ese momento que decidí proponerle casamiento a la Mrs. Narradora. Y se lo dije: - Creo que le voy a proponer casamiento.

- Es lo menos que podes hacer en su estado.

- Si, creo que sí.

La fiesta termino poco tiempo después, y yo me case. Linda iglesia, el polvo había desaparecido del ambiente, y nuestra hermosa fiesta fue en la cada de Mr. y Mrs. Z. Queríamos algo intimo, así que invitamos a unas pocas personas, e hicimos la fiesta ahí. Mucha gente desde la calle nos saludaba y nosotros saludábamos de vuelta, bellos días.

No hace mucho tiempo volví a pasar por ahí, con mi amigo André. Veníamos caminando, hablando en francés y riéndonos, cuando me doy cuenta que andaba por el barrio de Mr. Z, al cual no había visto en mucho tiempo, así que le digo a André, y nos fuimos para allí

Dimos vuelta la esquina y vimos el banquillo blanco, como siempre y enfrente la casa, el segundo piso, el muchachito ya era hombre, y todos estabamos más viejos.

Lo llame desde la vereda, el saco la cabeza y me vio, me grito que suba. Cuando pasamos por al lado de la puerta de entrada, que daba a un pasillo y a una escalera, por la cual se llegaba al segundo y al tercer piso, vimos una plaqueta, decía algo de unos valientes, y un recordatorio de algo.

Me llamo la atención que la gente ya no saludaba, por supuesto esas eran otras épocas, y las cosas iban cambiando en el tiempo que yo vivía allí la gente era más afable, más tranquila, vivía sin preocupaciones, bueno mas allá de la escasez del chocolate.

Yo salude a todos los que vivían allí, y Bretón saludo también, pero el se fue directamente a la pared, o la falta de ella.

Lo mire, y me acerque.

- Verdadera obra de arte tienen aquí en esta pared.

No sé a que se quiso referir, pero yo siempre sentí a esa casa fría que entraba viento por todos lados como mi segundo hogar.

Allí yo había vivido bastante tiempo, nunca supe que quiso decir cuando empezó a hablar de la casa de cristal donde la vida se transforma en la obra de arte para él publico, a lo cual yo le hice el comentario, que hacia mucho eso estaba así, y que ya en esa ciudad la gente no le prestaba atención, todas las vidas eran iguales y nadie iba a mirar.

También le dije que era lo más común del mundo, y nos pusimos a comer chocolates.

Ayer pase de nuevo por allí. Ya Mr. Z falleció hace unos cuantos años, y Mrs. Z viví con el pequeño Z que ahora es un hombre con sus propios hijos, le costo abandonar esa casa. Hoy vive otra familia, y me puse a mirarla.

Debo admitir que no los vi a ellos, sino que ahí dentro nos vi a nosotros en aquellos hermosos días de fiesta, y por eso escribí esta testimonio, porque esa fue nuestra casa.

FINAL

1 comentario:

l dijo...

Lo releí. Tal vez estaba menos crítica que otras veces y me gustó.
Te mando una pila ENORME de besos y algún te extraño, por qué no. (Sí, te extraño en serio)

Besos.

Yo.