lunes, marzo 05, 2007

S.O.S.pechoso.

Por Gastón C. Paolini

Otra ciudad, siempre es otra ciudad.

¿Dónde están los ojos de la ciudad? Cruzo la calle. Autos pasan, ahora que la calle esta allá atrás, el cartel decía WALK o PASAR, y yo pase, porque el cartel me dijo que yo tenia que pasar. El muñeco que mueve las piernas verdes cuando tienes que cruzar la calle.

Y ahora me muevo, siento que todos me ven, como yo miro a todos. Todos nos miramos a los ojos, somos todos sospechosos. Veo a gente que va con sus bebes, gente que va en bicicleta, gente que va caminando en una tarde soleada de verano, pero no siento nada por ellos, ellos son solo amenazas.

Todos son amenazas latentes, y los veo pasar. Tengo que sentarme en la plaza, estoy exhausto de caminar tanto, tuve que caminar desde mi casa hasta aquí; todavía me falta. No tengo demasiado tiempo lo sé. Pero todos me miran, yo debo tener en la frente escrito ese culpable que busca la sociedad.

En mi mochila tengo 1984; y siento que por el semáforo me esta mirando la policía, Scotland Yard o la Surete, son todos iguales todos me miran, a mi solo a mí. Pero estoy seguro que te miran también a vos. Sentí sus ojos en mi nuca cuando estaba esperando para cruzar la calle, y todos me miran feo.

Mi cara es horrible, no demuestra emociones a estas personas que son mis presuntos asesinos, no los entiendo, ellos no me entienden a mí. Allá a lo lejos, en otro banco blanco, un señor con impermeable, gris, se sentó. El sol esta contento allá arriba, brillando, esperando para morir en la noche una vez mas, pero allá esta ese sentado con un impermeable, es un sospechoso.

Abre el diario, puede ser un París Mach, el Times o el Inquierer. No lo sé, no me importa, mis ojos no ven hasta allá con tanta fuerza. Lo que se es que esta leyendo, y esta allá, a veinte metros mío.

Agarro la mochila entre mis manos, y veo la gente pasar. Otrora despreocupada, ahora se les ve en la cara. Se sienten acosados por la IRA, o la ETA. Vivimos en la Argelina acosada por el FNL, y las bombas pueden estar en el pub en el que estamos tomando una cerveza. Yo ya no voy a los pubs, no voy más. Intento no mezclarme con la gente.

Veo enfrente, caminando paralelo a mí, a una señora en jean y remera blanca, se le nota el corpiño por la remera, y va empujando un carrito con un bebe. Ella es sospechosa, y todos los sospechosos son culpables, tendría que gritarle al policía de la esquina que ella es una de ellos, que ella es una de las que nos ve, que no hay bebe ahí, que ahí esta el arma de la muerte, que me va a explotar en la cara, y cada vez esta mas lejos de mí. Yo me quedo quieto, sentado y miro al señor del diario allá a veinte metros, esta tranquilo, ahora veo que abajo del impermeable tiene un saco negro, una camisa blanca y una corbata negra. Todo para absorber el calor, y mientras lo estoy mirando, me empieza a mirar.

Yo miro al frente, busco algo. De reojo intento mirar si todavía me mira, pero no logro verlo. Sé que esta ahí, siento que la gente me pasa a los costados y quiero llorar, tengo miedo, y sé que todos me están mirando con el mismo dolor. Todos se sienten en el momento en que la sociedad va a pasar a ser controlada, esperamos que el gran hermano explote sus bombas en nuestros pubs, no sé que buscan, no sé que buscan.

Extraño los días de IRA o ETA, ahora siento que no hay códigos. Siempre tuve miedo de ir a Argelia desde que la FNL explotaba bombas en los bares donde los ciudadanos franceses comían, bebían, reían y vivían. Vivían hasta que explotaba la bomba. Nunca voy a ir a Argelia. Porque luego va a aparecer el Frente de Firmeza Francesa, y va a explotar los bares donde los argelinos comen, beben, ríen y viven. Vivirán hasta que explote la bomba.

Como nosotros, que viviremos hasta que exploten las bombas. Tal vez estemos en un colectivo, en un subte o en un edificio, y explote. Y ahí pum. Sabremos que la vida es al pedo, sabremos si existe Dios, Jehová o Ala, sabremos todos, porque estaremos muertos.

Entonces, esa persona que pasa por allá sabe que la están vigilando, que yo vigilo sus pasos y que sus pasos son más importantes, porque ella escapa. Escapa de la luz, porque no podes estar en ningún lugar publico, ahí esta el peligro. El peligro de las bombas voladoras de los nazis, el peligro de las bombas de la IRA, el peligro de las bombas de la ETA, o el FNL; o el FFF, si es preciso.

Nadie esta a salvo. ¿Y si me voy a otra ciudad? Nadie me puede asegurar que ahí no me mataran, porque si no es por las bombas, va a ser por un asalto, o un secuestro, o un asesinato, no sé esta seguro en ningún lado. Tengo miedo de todos y de todo. Voy a terminar con el héroe de un mundo feliz en el campo, y ni ahí voy a estar seguro.

No hay seguridad porque en el correo podes encontrar la muerte, o si estas en tu casa en las colinas pueden venir los Manson y matarnos a todos. O podemos estar trabajando en una embajada y que vuele por los aires. No se puede trabajar, no se puede vivir.

Y el señor del impermeable, se para y viene. ¿Que hago? ¿Me voy? ¿Me quedo? ¿Que haré cuando se siente al lado mío y me quiera llevar? Me voy a defender, porque es así. Si no hay seguridad la seguridad me la tengo que dar yo. Por mas que tenga miedo no voy a dejar de pelear, no quiero morir ahora. Y ahí viene, no camina a paso apurado, ¿Qué hago? ¿Que voy a hacer? ¿Soy el sospechoso?

Pasó.

Y lo sigo con la mirada, sigue caminando, y entra en la boca del subte. Pobre, ahí será un blanco fácil. Tal vez él es el sospechoso. ¿Lo tengo que seguir? No, hay demasiados sospechosos, somos todos culpables hasta que se demuestre lo contrario.

El semáforo se pone verde y los coches empiezan a andar de nuevo. Sigo a una camioneta, que salió de la esquina y se mueve lento. De ellas bajan dos personas, parece que tiene algún problema, se para ahí, donde no tiene que estacionar. Esta estacionada, mientras abren el capot. Hacen como que revisan el motor, mientras uno agarra su celular. El celular que va a hacer explotar las bombas de Madrid, bombas que debían de ser de la ETA, pero la ETA mata políticos, que no son personas.

Busco haber que es el edificio en que esta parado. No sé, no puedo leerlo. Otro idioma en grande, un idioma que entiendo en chiquito: Embajada, de no sé que país. Puede ser la embajada de Israel de nuevo, o la de Estados Unidos, debo salir de acá. Un guardia sale de adentro y se le acerca al que esta mirando el motor. Hablan. Debo salir de acá, no debo morir ahora. Mujer corro.

Me paro, me cuelgo la mochila y camino, al principio, y luego: corro. Doblo la esquina, ya dejo la embajada y la plaza. Agudizo el oído a ver si escucho algo, pero por ahora es una falsa alarma; no escucho nada. Mejor, por ahora estoy seguro.

Una calle con poca gente, una zona de embajadas, blancos por todos lados. Y colectivos de dos pisos que pasan por al lado mío. Tal vez el subte paso por debajo de mí, allá taras había una entrada.

Suena mi teléfono, es la policía para saber donde estoy. Me quieren matar, soy el sospechoso, ese hombre de allá me parece un poco sospechoso. Atiendo. Hablo. Las conversaciones son privadas, por eso no la pienso, solo hablo. Y sé que me escuchan, sé que la NSN o el MI5 me están escuchando. Tal vez el que esta allá es un agente de la Mossad, tal vez de la CIA. Les quiero gritar que yo no soy de la ETA; o el IRA, o el FNL, no soy de nadie de esos. Me mira la gente mientas paso al lado de ellos.

La mochila se me hace pesada, todos me miran como si yo soy el que los va a matar. Yo no sé, yo no sé que quieren, tengo que llevar la mochila.

Están buscando en una gran computadora, quieren ver si las cosas que digo son códigos, códigos como entra en el subte, y a las nueve treinta y cinco minutos salí de ahí, déjalo en tal estación. Estoy esperando que vengan.

Siento una sirena, cada vez se acerca más. Me pongo a ver una vidriera, venden zapatos de mujer, no, es muy sospechoso. Mirare algo mas. Ahí venden algo, que es, no lo sé, vidriera, cada vez se escucha mas cerca, la sirena de la Scotland Yard, o de la Surete, de la Polizei, todas sirenas que me vienen a buscar. Todos tienen miedo.

Ven mi mochila y corren. Yo también correría. Pero tengo que llevar mi mochila, los entiendo porque soy uno de ellos, uno que esta aterrorizado; un sospechoso como ellos. Todos nos vemos y pensamos que podría llevarlo a hacer ese acto, todos nos vemos y buscamos señas que nos indiquen sí él es uno de ellos.

Siempre son ellos, siempre son ellos. Ellos son los que tienen el problema, siempre son ellos los que están mal. Yo no les entiendo. No entiendo nada en este momento. Ya nada puede ser. Corto.

La sirena viene por mí, triangularon mi posición y vienen por mí. Porque no por él, el que esta enfrente caminado con un maletín, hablando por celular, tal vez es por el que escucho a la policía, a la ley y el orden. Se hace gigante el sonido, mis oídos explotan y se ve el patrullero blanco y pasa volando por la calle, y dobla en la esquina como doblo en la anterior.

No exploto el camión enfrente de la embajada. Por lo menos todavía, así que tengo que seguir caminando. Son las nueve, tengo tiempo, camino despacio, solo para no levantar sospechas. Tengo ganas de un café, o un té, o una baguette, pero no puedo, los lugares públicos no son seguros.

Sigo caminando. Una rubia camina allá, ella también lleva una mochila, y viene caminando hacia mí, por la misma vereda que yo. Los dos llevamos mochilas y las gentes se nos abren, somos los parias, aunque ellos también pueden ser como nosotros.

Me siento incomodo, pero en este momento siento que todos somos uno, todos tenemos el mismo miedo. Todos tenemos la misma identidad, todos somos sospechosos, y cuando la rubia pasa al lado mío, nos miramos, no son miradas eróticos ni de búsqueda, son de sospechas, de intrigas, de miedos, los dos podemos ser lo que los otros tienen miedo.

Es otra ciudad desde que llegue. Siempre tiene problemas. Es otra ciudad, porque hoy todos las ciudades son iguales, todas tienen el mismo miedo, y uno no sale de la ciudad donde esta porque esta paralizado, prefiere morir en algún lugar que uno conozca. Porque si vas a la playa, podes explotar; ya ni siquiera los turistas tienen placer. Y hay peligros potenciales porque uno ya no puede ir a algunas ciudades cuando se realizan cumbres, porque ahí van a morir, ahí vamos a morir todos.

Todas las ciudades son iguales, tienen diferentes edificios pero tiene los mismos miedos.

Nos sentimos cadáveres. Veo a la gente en esta calle con muchos arboles, y sabemos que estamos muertos, todos caminamos hasta la muerte. Tengo miedo, todos tenemos miedo, pero luego veremos a Ala, Dios o Jehová, y todo será igual. No sé que pasa, me miran y yo los miro, sus ojos son iguales a los míos, inquisidores, sus caras son todas diferentes a las mía, me miran de reojo, pero no solo a mí por mi condición de gente con mochila, también se miran entre ellos. Ellos la chusma que apunta con el dedo, ellos los que dicen si vos sois culpable, y al parecer yo ya soy culpable por algo que no hice. Me miran raro, y yo los miro raro. Un policía con su sombrero esta en la esquina, mirando el trafico. No es de transito, tiene su campera de color, y mira para todos lados.

Soy sospechoso, todos lo somos, pero no se porque me siento mas que todos ellos. Un SOS, prendo un cigarrillo que saque del bolsillo donde llevo las manos. Lo enciendo, ahora me miran peor, porque mato gente con mi humo de segunda mano. Pero soy libre para fumar, puedo fumar; aunque no puedo entrar a ningún lugar ahora.

Dejen de mirarme, dejen de mirarme, dejen de mirarme. Allá hay alguien sospechoso, esta esperando el colectivo en la esquina. Mira para todos lados, se le ve que suda. Hoy no hace tanto calor, pero el sol esta bien arriba, a esta hora de la mañana no hace calor. Y él va a entrar en un colectivo. Un tranvía en Praga o Berlín. Un tren en Madrid, un bar en Oran. Una embajada en Buenos Aires, o Teherán.

¿Dónde están los oficiales? ¿Lo miran? ¿Lo buscan? ¿Tiene pistas? ¿Saben algo? O vivimos en la anarquía del terrorista. Vivimos con miedo, buscando criminales entre la población. Las fuerzas de seguridad no tienen poder contra el individuo, entonces cada vez mas tienen poderes para entrar en mi vida privada. Mi celular, mis documentos, mi casa.

Estarán en mi casa ahora, buscando las pruebas. Si están en mi casa. Que hago, no puedo volver a mi casa ahora. Tengo que volver, no, no tengo que volver. Ellos ahora están buscando entre mis revistas pornográficas, entre mis libros, salvo 1984; ese viene en mi mochila. Pero si a Orwell lo espiaban porque era comunista ¿Qué puedo hacer yo? Vigilaban a Einstein, vigilaban a todos. Orwell termino siendo Smith, yo soy Smith, en cierto punto ahora todos somos Smith, todos tenemos el mismo apellido para la ley, todos somos culpables, todos; nadie se salva. Estos son los días donde se cumple su profecía: La guerra es paz. La libertad es esclavitud. La ignorancia es fuerza.

Vivimos en una relativa paz, con guerras que transcurren en todos lados en el mundo. La libertad es esclavitud, porque somos libres, hacemos lo que queremos, pero somos esclavos de aquellos con el poder, aquellos con la bombas, los que pueden traer la guerra a nuestras puertas. La ignorancia es fuerza, si que lo es; fuerza para los que nos gobiernan, así los votamos de nuevo, es fuerza para nosotros mismos así podemos caminar por la calle como ahora estoy caminando yo. Y esa esclavitud, se puede convertir en paz; ahí ganamos la fuerza. Por la calle podemos morir.

Empiezo a caminar mas fuerte, y nos encontramos todos en la entrada del subte. Gente baja a las entrañas de la ciudad, demostraciones de fuerza para escapar de la luz reinante, para llegar mas temprano al trabajo. Entramos en la estación muy vigilada, me miran; la gente habla por teléfono, ríe, come, lee, hace cosas. Yo entro en el subte, estamos apretados. Londres, es Nueva York, es Madrid, es Buenos Aires, es Oran, es Teherán, y es todas las ciudades, todas las ciudades iguales, todos somos sospechosos.

Todos somos sospechosos, algunos sin razón, son inocentes, otros son culpables, como los que dejan la mochila en el piso y salen por la puerta...

Final.

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