lunes, julio 30, 2007

Infiel

Pérez esta mojándose en el zaguán de enfrente del edificio. Tiene la mirada puesta en la ventana con la luz prendida en las altas horas de la noche. Fuma. El cigarrillo se esta acercando al fin. Busca en los bolsillos de su impermeable, mientras un taxi pasa rápido por la bocacalle levantando una cortina de agua sucia, Pérez no la nota.
Nota que esta arriba, ve la sombra moviéndose entre luces. Esta esperando encontrar algo, algún signo que delate lo que espera. Sus manos encuentran en un bolsillo olvidado del saco que tiene abajo (Todo mojado, todo desarreglado) el paquete de cigarrillos. Extrae uno, mientras su mirada vuelve a la ventana. Espera ese signo, ese signo que delate.
Sus manos siguen buscando mientras el cigarrillo indica su mirada. Encuentra los fósforos en el bolsillo derecho entre llaves y pañuelos. Agarra uno de la cajita de “gran fragata” y lo enciende. Con la llama encendida, prende su cigarrillo. La luz de la llama ilumina su escondite, pero no le importa que lo vean. No le importa que la sombra lo note, él estará ahí. Por mas que se haga ver, no lo notará.
Se levanta las solapas de su piloto, mientras mete las dos manos en sendos bolsillos. Una persona se acerca al edificio de departamentos. Lo sigue con la mirada. La persona para en la puerta. Se acerca a la botonera y busca el numero de departamento. Su dedo lo va a presionar, duda, se le nota. El dedo índice tiembla ante el numero y letra del departamento. Se decide luego de un escozor y su dedo toca el botón que se incrusta dentro de la moldura. La persona espera parada y sus miradas se cruzan. Lo nota a Pérez pero luego vuelve sobre la botonera, mas específicamente al intercomunicador. Se acerca y habla. Las palabras no llegan al lugar donde esta él fumando y mirándolo. Tiene una vaga idea de lo que dice, mientras él toma el cigarrillo con su mano izquierda y con la derecha se refriega violentamente la cara. Un zumbido llega hasta Pérez y la persona abre la puerta, y la cierra. Le llama la atención a Pérez como cierra la puerta, ya que la persona agarra la puerta y en vez de dejarla cerrarse sola, este la agarra y la cierra. Luego ve que la persona camina por el pasillo que se iluminó (Pérez sabe que apretó el interruptor), espera moviéndose, espera hamacando el cuerpo que el ascensor llegue. El aparato que sirve para trasladar personas verticalmente llega, y la persona abre la puerta y lo pierde de vista. Al rato, al minuto o algo así. La luz se apaga, y el zaguán del edificio de departamento vuelve a la oscuridad.
Vuelve a la oscuridad, para no dejar ver sus horrendos e impersonales colores, para dejar de ver los espejos y la puerta del fondo. Todavía por algún brillo que entra en la calle nota una planta. El vegetal esta en una maceta, no sabe que tipo de ser. No le importa.
Su mirada vuelve rápidamente por todas las ventanas hasta la ventana que en un principio estaba mirando. Otras ventanas se prenden y apagan pero eso no le importa. Un par de niños pasan delante de él, gritando y corriendo para no mojarse por el temporal. La calle se empieza a anegar en las esquinas y la poca gente que pasa por la calle tiende a correr para escaparle a la lluvia. Pérez, apoyado contra la pared del zaguán parece una persona que espera que pase el chaparrón.
Su mirada esta posada en la sombra que anda dando vueltas por las ventanas del quinto piso. Nota que la sombra va de aquí para allá, y que camina. Pérez piensa que la persona debe haber llegado al departamento. Debe haber abierto la puerta del elevador y caminado hasta la puerta del departamento. Habrá caminado mirando los números en las puertas hasta encontrar la que buscaba. Se debe haber parado en la puerta y tocara el timbre (Pérez sabe que hay timbres en el edificio), por un momento fantasea que no pase nada, y la persona se desespere y haga que toque la puerta con su puño. Piensa que pueden ser dos o tres golpes. Golpes fuertes, de persona desesperada, golpes con los nudillos, golpes fuerte que hace que su puño derecho (Vio que con la mano derecha toco el botón del intercomunicador) se ponga rápidamente rojo, para luego ir desapareciendo junto al dolor cuando esa persona abra la puerta. La persona se abalanzara contra esa persona, y la besara. Esa persona (mujer, supone Pérez) recibirá el beso y la persona se sacará la ropa compulsivamente, mientras esa persona tirara las fotos de su ser especial de las repisas, esa persona no quiere que la vean siendo infiel (si es solo una convivencia) o adulterio (si esta casada). Luego su imaginación deja de jugar cuando nota que una luz se prende y un joven aparece en el zaguán del edificio que él mira. La persona abre la puerta y llega hasta la esquina. Pérez lo ve, perezoso, y se toma un colectivo que llega absurdamente deprisa y se va de la misma forma.
Luego Pérez tira la colilla del cigarrillo delante de él. Ve como vuela todavía encendida y cuando golpea el piso se apaga de repente. El agua hizo que la brasa se apagara como el amor cuando alguien encuentra a otro en la cama con otra persona. Luego, la vista vuelve a subir, nota que en el primer piso hay dos ventanas iluminadas. Un piso mas, el segundo, y ahí no hay luces en ninguno, pero un par de sombras andan dando vueltas, esas sombras no le importan. Otro piso mas, el tercero, y se cansa de sus descripciones. Todas las luces están encendidas, pero no hay nadie, ve algunos libros y algunas plantas enredadas en los balcones. El cuarto esta apagado y no tiene vida. Nunca tuvo vida, ni la tendrá; él sabe que ahí no vive nadie, ni vivirá nadie por largo tiempo, los motivos no los conoce aunque varias veces varias personas intentaron explicárselos. Quinto piso. La meca. La sombra no esta a su vista. Pero la sombra dejó atrás una estela de luces.
Saca otro cigarrillo y procede a encenderlo de la misma manera del que tiro hace solo unos minutos. Esta vez no baja la vista de las ventanas que vigila. Enciende el cigarrillo y se guarda el atado en el bolsillo. Le da una larga pitada, expulsando una gran nube de humo azulado. La sombra aparece en la ventana, y deja de ser sombra para ser persona. La persona mira por la ventana primero mira el horizonte, buscando (Pérez sabe) que la lluvia y luego mira la calle buscando (Pérez piensa) la inundación. La persona desaparece luego y su imaginación se deja llevar.
Luego se encuentra seco, en el pasado cercano. Se encuentra trabajando en la oficina, mientras se paró para ir a buscar un café. Va hasta la cafetera, saludando a las personas que se están por ir de fin de semana largo, desafiando la lluvia, que en ese momento, todavía se esperaba que no llegara. Es su último café de la tarde de viernes. Llena su taza blanca con dibujos de animales que le regaló una tarde de domingo cuando fueron a un supermercado. Le dijo: “Esta taza es tuya” y luego se la compró. Volvió por el mismo camino que hizo cuando fue. Se sentó en su escritorio y ya había pocas personas. No tenía nada que hacer. Todo su trabajo estaba echo y se pone a escribir un cuento. Pérez es escritor, escribe cuentos y los publica. Pero Pérez no se gana la vida escribiendo. Muy poca gente puede hacer eso. Entonces Pérez trabaja de algo que realmente no le interesa mucho, pero le da el dinero para comprar tazas con figuras de animales.
Dejó de escribir y se pone a mirar paginas de Internet. Primero se buscó información sobre Juan Rulfo, del cual en la mañana ha tenido unas innegables ganas de leerlo. En ese momento se dice que se comprará la novela “Pedro Páramo” en una librería. Cosa que ha cumplido y que esta en el bolsillo de su saco, en el bolsillo derecho de su saco. Es un libro usado, que encontró de casualidad (O causalidad, esas cosas en las que Pérez cree) y compro por un billete (Dos, cinco, diez, veinte, cincuenta, cien; pero uno solo). Luego entrará a la página de la persona, y mirando fotos y sonriendo tontamente empezó a dejarse llevar por las paginas relacionadas. Llegara a una página con cuentos, cuentos muy cortos. En ese momento recordó una conversación que tuvieron, le dijo que estaban escritos de una forma fácil. Pérez le dijo que seguro los odiaría. Respondió que sí, que los odiaría. Igual, en ese momento, Pérez se pone a leer alguno. Se da cuenta, que tenía razón los odia. Y también tenía razón, estaban escritos de una forma fácil. En ese momento se decidió a poner un comentario anónimo diciéndole a esa persona que escribe fácil. Elige el texto. Mientras la página se cargaba, él nota el nombre primero que todo, y luego lee. Nota sus palabras, se da cuenta que le ha escrito. Un escalofrío recorrió su cuerpo, le llegó hasta la columna y volvió. Le da bronca, se siente asqueado. No pudo dejar el comentario. Miró la hora y salió como un insomne de su trabajo.
Puerta, ascensor, puerta de calle. Caminó dos cuadras y la lluvia empezó a caer de repente. Maldijo a todos los pronosticadores que le dijeron que no iba a llover hasta entrada la madrugada. La noche lluviosa de viernes hace que todas las personas desaparezcan en un tris. El se levantó las solapas del piloto y caminó, hasta que se encontró en el edificio de departamentos, el mismo que todavía estaba viendo desde el zaguán de enfrente.
Una lagrima (o una gota de agua de lluvia todavía enmarañada en su pelo) cae por su mejilla hasta golpear contra su piloto todo mojado, la gota no se pega y rueda hasta el piso donde en una microscópica explosión largando esquirlas de agua para todos lados, no notada por nadie, ni siquiera Pérez, que ni siquiera noto la gota (o lagrima).
Su mirada esta fija en un punto ya que la sombra, luego persona, esta otra vez en la ventana. Se acerca a una punta y la sombra, ahora persona, se sienta. Nota que esta frente al monitor de la computadora que da para el norte, justo enfrente de la ventana porque le “gusta mirar a la ciudad cuando escribo o leo”. Siente que el inicio de la noche es el final del día y que el final de la noche es el inicio del día, siente que la lluvia empieza a golpear otra vez en su cabeza mientras sus pasos intentan esquivar el agua que hay en la calle. Cosa que no logra, pero que no le importa, mete sus zapatos negros, arruinándolos, en la inundación. Ve delante suyo por el rabillo del ojo una caja de verduras que viaja velozmente para el este, para mientras la sombra, ahora persona, sale de su campo de visión. Llega a la vereda, todavía seca pero en un futuro cercano (cada vez mas cercano) estará inundada. Busca en su bolsillo, el mismo bolsillo de los pañuelos, la llave. La encuentra y la saca.
En la misma puerta donde antes entró la persona esta él buscando la llave de la puerta de calle. La puerta se abre y el pasa chorreando agua, mientras la luz se prende mágicamente, sin que nadie apreté ningún interruptor, sin que a nadie le importe. Luego deja cerrar la puerta sola (ya que cierra sola) y va hasta el ascensor. Toca los botones, y ninguno de los dos elevadores viene lo rápido que el quisiera. Entonces él, al no escuchar movimientos y con algo de temor que la lluvia corte la luz y lo atrape en esas jaulas, corre hasta las escaleras y corriendo sube los cinco pisos.
Llega al quinto piso, jadeante y agotado. A paso cansino ahora, va hasta la puerta. La puerta de la idea, antes sombra. Se apoya contra la puerta de madera e intenta escuchar algo. No escucha nada, ni movimientos, ni jadeos. A lo lejos escucha una televisión pero le parece que no es del departamento. Con movimientos lentos y pausados, busca en su bolsillo, otra vez las llave. Cuando levanta la vista nota que dejo toda la madera húmeda por la lluvia y mirando para atrás, nota que todo su camino esta marcado por jirones de agua que fue dejando como evidencia de su crimen.
Agarra la llave y la mete lentamente en la cerradura. Lentamente, intentando hacer el menor ruido posible hace girar la llave y el mecanismo pasa de cerrado a abierto. Toma aire, respira profundo y con un jadeo abre la puerta.
Encuentra lo que esperaba. La idea, antes sombra, ahora nuevamente persona, mas exactamente mujer. Esta sentada en la computadora, se asusta y salta de la PC. Pérez se acerca lentamente a ella, mientras la persona, que debería estar con esa persona, aparece de su cocina y se queda estático. Ella le dice que es un amigo, pero Pérez no la escucha y se acerca a la computadora y nota que ella estaba dejando otro mensaje en esa pagina. Se pone a llorar ahí. Siente la infidelidad de su lectora. Mientras lee los comentarios a los textos de otro, mientras él le suplica que lea los suyos; cosa que ella hace a regañadientes. Cosa que él aceptaba antes y ahora no.

Apaga la computadora y se da vuelta. En ese momento, nota que los portarretratos están volteados en sus estantes.

4 comentarios:

Suaznabar dijo...

Sé que lo vas a odiar... Vas a pensar un montón de cosas...
Sé que me vas a odiar.
Si lo lees tal vez te guste el cuento...
Julia, vos sabes que, tontamente, me dolió tanto ver tu nombre (Con diminutivo, Juli, como yo te digo) en otra página, en la de otro hombre.
Sentí muchos celos, y bronca; realmente no sé bien porque.
Ahora me siento tonto.
Pero igual; mas que nunca (supongo; al mas que nunca, no así a la próxima sentencia) te amo.

l dijo...

Perdones.
Pero tanto amor tanto para vos solo.

l dijo...

"Pérez lo ve, perezoso, y se toma un colectivo que llega absurdamente deprisa y se va de la misma forma."

Realmente, no puede haber un hilito de celos, escribiendo cosas de este estilo. No debería, al menos.

l dijo...

Che. Perez perezoso no publica.