Y estaba tranquila, sentada escuchando Jazz (Algo de Billie Holiday) en su puff naranja. Tenía un texto fotocopiado sobre sus rodillas y un resaltador amarillo viejo y gastado en su mano derecha. En realidad ella estaba mirando a la nada, su mirada estaba clavada en un punto especifico de la pared. Era un lugar abajo de una línea de libros de crítica y arriba de una hilera de libros de ficción argentina. Ahí, en ese momento no había nada. Era solo un vacío, algo que había sido. En otro momento, había habido uno foto de él, con ella. Los dos sonrientes mirando la cámara con su mejor sonrisa. Esa sonrisa que era casi instantanea en ellos, ya que al verse, sus caras se llenaban de sonrisas. Un gerente de marketing de Kraft una vez los había visto reírse en una pizzeria famosa del centro sobre la calle Lavalle y les comentó a sus compañeros de mesa (Todos altos directivos de la multinacional) que así era como quería que se rieran sus actores en sus comerciales. Así, con una sonrisa instantanea y genial; una sonrisa que les ilumine la cara y les genere las más absolutamente lindas imperfecciones en la cara. Lo tomaron por loco, pero ese gerente siempre pensó que era la mejor publicidad para sus productos.
Ella en ese momento no sonríe, mientras la música (Que no es fácil, que no se pierde así porque sí) suena a niveles bajos. Ella cada tanto canta con la negra, de una manera linda, pero totalmente desafinada. Su mirada está puesta en ese sector, no la aparta. Intenta levantar el texto, se pone a leer sobre gente muerta, españoles notables e idiomas involucionados. Lee un par de páginas, que en realidad no hacen mover nunca la hoja que lee, marca un par de palabras con su marcador amarillo viejo y gastado. En algún momento se da cuenta que tiene que comprar otro, porque perdió el brillo que tenía. Al pensar en el brillo que tenía una lagrima empieza a recorrer su mejilla. Intenta contener las lagrimas, sabe que es una batalla perdida de antemano pero quiere dar pelea. Se suena la nariz. Levanta la mirada y no ve nada en donde todavía busca algo. Sin más que una mirada, a un lugar donde había una foto.
Se para y tira el texto sobre la cama, hecha, con una frazada de colores extravagantes tejida a mano que tanto ama. El remarcador todavía está en su mano. Va hasta la cocina y se sirve un vaso de agua. Agua helada, de una botella, que él debe haber tocado. Toma el agua, se intenta calmar. Su madre entra por la puerta, abriendo primero una y después la otra. Entra y mira en su habitación, no la ve. Instantaneamente la llama, ella responde con su voz cortada desde la cocina. La madre ya sabe que ella esta llorando.
Ella desde la cocina ve como la niebla empieza a caer rápidamente. Ve como en un momento veía la casa del fondo y como luego ya no ve ni la parra. Empieza a pensar en él, se empieza a preocupar, ya que sabe que siendo viernes, él está en la calle. Se enoja instantaneamente por él, sabe que es un enojo absurdo porque ella ya no puede hacer nada. Se queda mirando lo que no ve, se queda mirando la niebla mientras su mamá aparta una silla y se queda mirandola. La ve sosteniendo un vaso con agua en su mano izquierda, con los ojos rojos y la cara hermosa toda manchada de lagrimas y llanto. Su madre la consuela desde lejos, le dice que es crecer. Pero su mente en ese momento está en la niebla y en el miedo que ella representa. El miedo que ella (Ella) le representa a él. Recuerda lo que le dijo: "Cuidate". Sabe que ella lo quiere cuidar, pero en ese momento le es imposible, él se tiene que cuidar solo, y ese "Cuidate" fue para que sea responsable.
Deja la niebla y todo lo que representa en la ventana. Se sienta con la madre, muy cerca de ella, en una silla de madera con cojín verde. Se deja abrazar por su mamá, mientras deja todo el llanto fluir, sin que nadie la mire. La gata entra por la ventana abierta, entra maullando y buscando comida. O tal vez, entra buscando hacer olvidar a la dueña de todo lo demás. La gata camina por la mesada oscura. Aulla y ellas la miran. La gata luego salta a la mesa, allí busca cariño, es recompesada rápido por su dueña.
Con la gata en manos, ella y su mamá van a su cama. A sentarse ahí para mirar un poco la televisión, esta fue idea de su madre. Ella acepta. La madre se adelante y pasa por una puerta que comunica el comedor/cocina con la habitación de ella. Ella da unos pasos, por el otro camino, por el camino que lleva al pasillo y de ahí a la puerta de calle. En el umbral de la puerta de vidrio, se quedó petrificada. En ese umbral se queda quieta con la mirada perdida. Siente un dolor muy profundo, lacerante (que le remueve todos los recuerdos de él). Siente algo muy extraño en su corazón, como un puntazo. Se lleva la mano a su corazón, pero extrañamente va al lado equivocado. Su mano está en el lugar donde no está el corazón. Una sonrisa rara se mezcla en sus facciones ya que eso lo lleva a él y a sus juegos tontos. El recuerdo se confunde con la realiada. Se ve en una de las calles centricas de la ciudad, se ve con él caminando juntos y pegados. Pasando por una heladería importante de la zona. Esperan para cruzar la calle y estan riendo como siempre hacian, salvo cuando estaban enojados. Ellos están hablando del amor y de corazones. él le dice que su corazón lo tiene ella, ella se ríe y lo niega. Para molestarla, le toca el corazon a ella, ella le dice que ese no es el lado del corazón. Juega con sus pechos un tiempo prudencial y de un momento a otro la abraza, cruzan la calle. En algún momento se separan y él dice, me voy a tocar el corazón y con la mano incorrecta se apoya en el lugar incorrecto de su pecho. Ahí todo se diluye en el pasillo oscuro, las sillas esparcidas de hierro, la cortina abierta y la puerta de calle.
Entra a su pieza, mientras su mamá encuentra el control remoto y enciende la tele. La tele se enciende en el canal dos (Que no es per se el canal 2) y empieza a cambiar los canales. Cuando llega al cuatro, que es Crónica TV, ellas ven en la pantalla roja que el "Arrancacorazones" atacó de nuevo. Ella por un segundo pienza en Boris Vian, eso la lleva a pensar en él; a pensar en los libros que leyo de ese autor (Otoño en Pekin, El lobo hombre, alguno más que no recuerda). Pero instantaneamente su dolor va en increscendo hasta que toma de pronto todo el cuerpo, toda su mente. La pantalla, el jazz que suena por lo bajo mezclado con las ideas de Boris Vian (eso es Jazz mas Jazz), la pantalla roja de la tele con el asesino serial del pueblo. Todo le cierra, todo le duele. Empieza a llorar fuertemente, mientras su madre cambia de canal y ella le grita que espere. La madre vuelve al canal pero no entiende nada de lo que dice.
Ella llora, ella sabe. Sin saber, sin más datos. Ella sabe, siente que la conección que nunca se perdió ni cuando no estaban juntos ahora no estaba. Y llora, porque se siente culpable. Porque sabe que ella tiene su corazón.
Deja la niebla y todo lo que representa en la ventana. Se sienta con la madre, muy cerca de ella, en una silla de madera con cojín verde. Se deja abrazar por su mamá, mientras deja todo el llanto fluir, sin que nadie la mire. La gata entra por la ventana abierta, entra maullando y buscando comida. O tal vez, entra buscando hacer olvidar a la dueña de todo lo demás. La gata camina por la mesada oscura. Aulla y ellas la miran. La gata luego salta a la mesa, allí busca cariño, es recompesada rápido por su dueña.
Con la gata en manos, ella y su mamá van a su cama. A sentarse ahí para mirar un poco la televisión, esta fue idea de su madre. Ella acepta. La madre se adelante y pasa por una puerta que comunica el comedor/cocina con la habitación de ella. Ella da unos pasos, por el otro camino, por el camino que lleva al pasillo y de ahí a la puerta de calle. En el umbral de la puerta de vidrio, se quedó petrificada. En ese umbral se queda quieta con la mirada perdida. Siente un dolor muy profundo, lacerante (que le remueve todos los recuerdos de él). Siente algo muy extraño en su corazón, como un puntazo. Se lleva la mano a su corazón, pero extrañamente va al lado equivocado. Su mano está en el lugar donde no está el corazón. Una sonrisa rara se mezcla en sus facciones ya que eso lo lleva a él y a sus juegos tontos. El recuerdo se confunde con la realiada. Se ve en una de las calles centricas de la ciudad, se ve con él caminando juntos y pegados. Pasando por una heladería importante de la zona. Esperan para cruzar la calle y estan riendo como siempre hacian, salvo cuando estaban enojados. Ellos están hablando del amor y de corazones. él le dice que su corazón lo tiene ella, ella se ríe y lo niega. Para molestarla, le toca el corazon a ella, ella le dice que ese no es el lado del corazón. Juega con sus pechos un tiempo prudencial y de un momento a otro la abraza, cruzan la calle. En algún momento se separan y él dice, me voy a tocar el corazón y con la mano incorrecta se apoya en el lugar incorrecto de su pecho. Ahí todo se diluye en el pasillo oscuro, las sillas esparcidas de hierro, la cortina abierta y la puerta de calle.
Entra a su pieza, mientras su mamá encuentra el control remoto y enciende la tele. La tele se enciende en el canal dos (Que no es per se el canal 2) y empieza a cambiar los canales. Cuando llega al cuatro, que es Crónica TV, ellas ven en la pantalla roja que el "Arrancacorazones" atacó de nuevo. Ella por un segundo pienza en Boris Vian, eso la lleva a pensar en él; a pensar en los libros que leyo de ese autor (Otoño en Pekin, El lobo hombre, alguno más que no recuerda). Pero instantaneamente su dolor va en increscendo hasta que toma de pronto todo el cuerpo, toda su mente. La pantalla, el jazz que suena por lo bajo mezclado con las ideas de Boris Vian (eso es Jazz mas Jazz), la pantalla roja de la tele con el asesino serial del pueblo. Todo le cierra, todo le duele. Empieza a llorar fuertemente, mientras su madre cambia de canal y ella le grita que espere. La madre vuelve al canal pero no entiende nada de lo que dice.
Ella llora, ella sabe. Sin saber, sin más datos. Ella sabe, siente que la conección que nunca se perdió ni cuando no estaban juntos ahora no estaba. Y llora, porque se siente culpable. Porque sabe que ella tiene su corazón.
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