Quizá, si el corredor se hubiera levantando temprano, a la que hora que debe, si hubiera estado feliz como el querría estar, si estuviera sin problemas del aura (o alma), quizás y, solo tal vez, hubiera estado en el asalto.
Pero no. El corredor llegó unos segundos (minutos, puf) tarde. Entró tranquilo por la puerta, sin mirar a ningún lado en su habitual recorrido de los viernes. El primer cliente es un supermercado chino donde nadie le hace ningún problema, ni casi le hablan o nada, es casi como si el no existiera (como con el resto del mundo). Él entró y ve a la china en la caja agachada. Se queda un rato esperando el gesto habitual de la muchacha oriental, pero no pasa nada. Ahí decide que lo mejor es la acción, de esas que generan reacciones. Se acerca y le dice si va a ver la góndola para ver. La chica solo le dice que la asaltaron. Instantes después del anuncio, aparecen de detrás de las filas de productos algunos clientes.
Un corredor de cervezas le llama la atención, se dirige afuera y mira profundamente a ambos lados de la calle. El corredor, tranquilo, simplemente espera. Escucha algunos comentarios de cómo fue el asalto. Al parecer, entraron, amenazaron a la china y al chino, y hasta encañonaron a uno de los clientes que estaba comprando vaya a saber qué a esas horas de la mañana (No tan mañana, recuerden, el corredor se levantó tarde).
El cliente dice, me pusieron el arma en la sien. A la china se le nota en la cara el miedo. Luego aparecen los verduleros y carniceros. Se ponen a decir que los ladrones (asaltantes, si asaltan son, piensa él) salieron corriendo, luego pasaron por delante del supermercado. Que en algún auto (Movilidad, lo llama una de las personas, el corredor pensó que era una palabra, por lo menos, extraña para describir la situación aunque muy ajustada).
El corredor, actuando como si no le importara mucho la situación, escapando a las conversaciones que va dejando atrás, va a su góndola y mira que fideos le faltan en esa mañana, que empezó agitada. Levanta el pedido (En realidad lo hace él, sin prestar mucha atención al barullo general) y vuelve a salir. Allí ve al chino que normalmente habla con él, que ya está sentado detrás del escritorio, quizás para llamar a la policía. Él le dice con lujo de detalles lo que se hizo encargar y que no tenía ningún cambio. Y se va. Casi como entró se fue, como un fantasma.
Se sienta en la camioneta y piensa que debería haber visto a los ladrones (asaltantes, piensa) cuando salían, Pero él sentado en la camioneta estaba mirando el teléfono celular, leyendo un mensaje que había estado publicado por varios días. Había habido algún agregado, tal vez mientras leía el comentario agregado fue cuando los ladrones salieron. Recuerda que la china estaba agachada en la caja cuando él entró y las personas no sabían si los ladrones (asaltantes, vuelve a pensar) estaban o no dentro del supermercado. Tal vez el leer eso, como casi es su costumbre de todas las mañanas, hizo que no participe de ese asalto.
Pero también piensa que él salió tarde de su casa. Simplemente porque estaba cansando porque el jueves a la noche (En realidad ya viernes) mientras él pensaba que su amigo estaba en un recital, él estaba hablando con una persona. Una conversación amena que no pasó de allí. Pero esa persona, con algo de confianza que a él le molestó, le dijo que por qué se estaba tocando la cara. Él tenía (tiene) un grano en la cara, y en su obsesión se lo tocaba (Toca, bah) sin parar. Y la persona empezó a decirle que pare de hacerlo, que se iba a lastimar y dejarse un pozo. Ahí la conversación amena fue terminando y los recuerdos conjugados con melancolías a flor de piel le generaron un muy mal gusto de boca.
Eso hizo que los recuerdos embargaran al corredor, recordando a la lejana que vaya a saber dónde estaba esa noche. Seguro que lejos, muy lejos, en la ciudad mientras él estaba en el sur congelándose y en soledades. Esos recuerdos hicieron que le costara dormirse esa noche; hicieron que vea dos veces seguidas “Vecinos Invasores” (de una manera especial, el medio y el final, primero; y luego, en el canal premium, el inicio, el nudo y el final) y que en vez de reírse con las aventuras de los animales digitales, él recordara la vez que la habían visto juntos luego de un almuerzo de domingo (¿Alquilada? No. ¿Sí? No recordaba; eso también le molestaba, las cosas, los detalles, se le escapaban y él no podía hacer nada para atrapar los recuerdos). Eso generó que el corredor tuviera una muy mala noche con sueños y presencias de gente que ya le es ajena hasta en algún punto, lejana.
Eso hizo que se levantara bordeando el horario “ideal” para trabajar. Se levantara tarde, y saliera tarde de su departamento con vista al lago. Todo eso junto era quizá acción del destino o quizá acción de muchas coincidencias que se fueron hilando tranquilamente mientras él no se daba cuenta que todo lo demás gira alrededor.
La mañana transcurrió con ese sentimiento general de pensar en el destino y en las coincidencias. A veces le molestaba pensar que todo es una gran broma, siendo así que la gente se conoce de casualidad y que se enamora porque esa casualidad los llevó a eso. Se quedaba pensando en que esa noche había cientos de personas pero el corredor habló toda la noche con ella, que todavía estaba de novia. Y estaban tan cerca. Eso podía ser destino o simplemente casualidad. Quería pensar que era el destino, pero pensar en el destino le molestaba porque hiciera lo que hiciera no podría llegar a cambiarlo, si la lejana estaba lejos era porque el destino así lo quiso y él no podría hacer nada para traerla de vuelta a donde él quería. Ella no quería y el destino lo había querido así.
Pero si todas las cosas eran casualidades, que ella estuviera lejana, no era más que un cúmulo de causalidades (Sí, con causa; encontrarse de casualidad y separarse con causa) para que esa decisión haya llegado a puerto. Las causalidades sí eran culpa del corredor, mientras se daba cuenta que el capuchón negro de su Pelikan Tango se había caído y desaparecido. La otra lapicera, la Pelikan Tango azul (Su alma) que ella le había dado en febrero luego de un fin de semana de peleas, desencuentros y disgustos todavía estaba allí. Le quedaba más de un cuarto de tinta. No la usaba, era casi un monumento, un recordatorio que ella, la lejana, en algún momento había sido tan cercana. Miró su bolso y le molestó en demasía notar la poca simetría entre sus lapiceras. La negra sin tapa, la azul con tapa. Le molestó y volvió sobre sus pasos a buscar el capuchón. No lo encontró sobre la avenida, mientras los autos se aprestaban a pasarlo por arriba (¡Vamos! ¡Vamos! Háganlo. ¡Los desafío! ¡Yo ya estoy sin alma, muerto en vida! ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Lo paga el seguro!).
Toda la mañana sigue su curso. En algún momento uno de los últimos clientes de la jornada (pues ya no era mañana) luego de haberse sentando en la plaza, igual que la semana anterior, luego de haber vendido y no haberlo hecho, luego de casi todo, está en otro supermercado chino. Levantó el pedido y se acerca a la caja para copiar los caracteres del nombre del local. Cuando mira, ve un montón de mujeres jóvenes, todas en polleras pero con todos los colores del arco iris. Una se acerca a él y agarra alguna golosina, él nota que todas llevan un “name tag” que dice algo así: “Guiadas por el camino de Dios”. El corredor le dice al chino algo así: “Mira, guiadas por el camino de Dios a tu supermercado”. El chino, obviamente, no lo entiende; y le pregunta por ese comentario, pero el corredor le dice que no importa y los dos se ríen. Una de las muchachas sí escuchó y sí entendió pero no quiso pelearlo.
En el último cliente del día, cuando se está por subir a la camioneta para ir al lago, y allí descansar en ese día soleado, de los últimos del inviernos, los días que empiezan a ser primaverales que traen consigo toda la batería de alergias y polen. En ese último cliente cuando está subiendo a la camioneta escucha el sonido del plástico contra el asfalto. Mira y busca en el piso lo que se le cayo.
Cuando se agacha, nota que en el piso está el capuchón de la Pelikan Negra. Lo agarra y tapa su lapicera. Mirando que ahora están simétricas una de la otra, viendo el azul (Color de ella en esos textos) y el negro (color de él en esos textos) unidos de nuevo. Y mientras maneja al lago piensa si eso fue destino o casualidad.
2 comentarios:
Menos mal que yo tambien dormia y no se me dio por necesitar yerba. Menos mal!
Para mi son demasiado concretos eh!. Hoy es un dia durisimo, mucho estudio, uf. Te mando un beso y buen dia señorcito.
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