domingo, noviembre 09, 2008

Futuro (im)perfecto

(...)

En Estado de Escritura Automática.

Sin ideas, él se sienta allí (mientras escribe en realidad, ella; que vive en su cabeza), a la cabeza de la mesa. Sentados hay miles de comensales imaginarios que lo miran escribir, y esperar ese café que se le niega en la noche primaveral con calor estival.

La televisión se mueve entre medio de imágenes que han sido e imágenes que serán. Es lo que se muestra de una vida que ha sido, que se sostiene en base de canción de amor y que tendrá todo lo que necesita para sustentarse a largo plazo. Los sonidos no tienen una coherencia espiritual, el espíritu pide a gritos un recomenzar, una nueva sensación de plenitud y movimientos que emergen del fondo, de lo más negro hasta la cabeza de las cuestiones que no se mueven, que no se estancan.

Hay que pensar, en los momentos para eso. Hay que actuar para que no todo sea un fútil instinto de supervivencia. EN la pileta el agua está fría y la muerte se sacude las pulgas en algún sector, mientras te mira a los ojos pero su hoz tiene oxido en las venas y no tiene ganas de quitar vidas que no la tienen. Para morir hay que estar vivo y él, muchas veces en los últimos muchos meses, siente que no la tuvo. Ve su pasado reciente pasado y pisado, sin tener que entender lo que paso, pero sabiendo que las cosas pasan sin que uno las entienda.

Y en la mesa los comensales imaginarios ya no comen, porque se saciaron de la comida cruda que se les sirvió en la mesa, mientras los platos muestran la sangra de la carne cortada y la belleza de las copas brillando por la luz del candelabro que ella (allí) nunca ha visto. Las cosas cambian porque el tiempo te cambia aunque estés sentado en una silla mirando las acciones de los demás pasar.

El contemplar contemplado en las contemplaciones de la vida le hace sentir que debe tomar una copa y llenarla hasta el medio de agua. Mirarla y sentir si ese vaso está medio lleno o medio vacío. Los finales, parciales, aulas, escuchas y académicas han pasado y te han dejado un título que ya no quieres, y que no necesitas usar. Tu inteligencia ha sido puesta en duda cuando los dedos no supieron que teclas apretar para que el texto aparezca ante tus ojos, y se vean las letras negras en ese fondo blanco.

La magia de las letras que van apareciendo en escritura automática, mientras los comensales se retiran y lo van dejando solo, como siempre está, como siempre estuvo. Porque por más que alguna mitad de algún año lo haya pasado solo, él siempre carga con su alma, con esa pesada mochila sin lustros y canciones o emociones exasperantes.

En la mesa queda un último comensal, que está al otro lado de la mesa. Prende un cigarrillo, y tose varías veces. Cáncer, se lo carcome el cáncer de alma. Pero el último comensal se queda allí sentado, dejando caer las cenizas en el perfecto vaso lleno de ginebra. Lo mira, sigue la música del alma. El comensal se mueve lento, y él sabe que es Godoy. Lo esperó por toda una vida para hacerle solo una pregunta, mirándolo a los ojos, sabiendo que la respuesta siempre estuvo en sus labios pero que nunca fue dicha. Las respuestas a todas las preguntas sobre su ser estaban dentro de su alma, de su aura, de su espejo que devuelve la imagen cansada con ojeras y famélica de estos últimos tiempos.

Tiene que ultimar su café, mientras come la cosita con sus dedos. Mira a su derecha y a su izquierda, pero los comensales imaginarios de diferentes épocas, con diferentes ropas y de historias épicas se han ido. No queda más que Godoy, tal Godot sentado en el otro extremo de la larga mesa de madera.

La familia se ha ido de él, lo han dejado solo. Los espectros aparecen a cada rato, moviendo sus pelos al viento, moviendo sus dedos a la leyenda de un amor que no fue y que será. Las canciones del alma se mueven entre los oídos de las personas que no pueden escuchar, las obras se detienen en el momento en que no las sentís y los libros se cierran con cada rapidez que da pavor saber que las letras antes escrituras repercuten en los presentes de las personas que la leen. Se sabe que las letras cambiaron la vida de varios, y la vida es camino de ida.

Nunca hay vueltas, él lo sabe, mientras mira el café negro y sin azúcar en su costado derecho. A la derecha está Jesús y a la siniestra el ente siniestro que es la nada misma, la silla vacía en el sentimiento que se encuentra creado, amamantado y quebrado casi en el mismo momento en que las sensaciones de amor, odio, enfermedad, hambre y canción, se mezclan entre lo que uno realmente es, cosas que no quiere y que no puede dejar de ser. Encontrar las canciones que te lleguen al alma, escuchadas en palabras que ella ha dicho en noches de frío con el corazón caliente de alegría y el cuerpo caliente de sexo.

Y el escritor escribe sobre las palabras escritas, escribe algo que ya fue escrito mil veces pero que necesita ser escrito mil veces más, porque los viajes del alma te pueden llevar lejos pero uno realmente nunca se va de donde uno tiene que estar. El problema es saber donde uno tiene que estar, quien uno es. El escritor intenta definirlo con escritura automática.

E intenta definirse a él tercerizandose de la historia. De la histeria que es su vida amena y congruente con las cosas que él define para sí. Y Godoy sigue allí, en la mesa, mirándolo jugando con la colilla del cigarrillo. Sus labios se mueven y palabras salen que se escriben en las paredes amarillas de la habitación, mientras en la televisión un niño virtuoso toca la guitarra y la noche te atrapa con todas sus carencias y cadencias en la manifestación de las cuestiones ajenas, de las incógnitas de viajes hacia un norte caluroso y las incongruencia de pensar que las cosas más importantes por mucho tiempo en nuestras vidas pueden ser dejadas atrás de una manera tan rápida que el tiempo que es largo e inmensa se hace corto y chiquito, cantando a coro que las cosas que fueron jamás volverán y que las cosas que vienen siempre vendrán.

Las muertes de las esperanzas se encuentran en los huecos del pasado. Las cosas que jamás vuelven te sumen en melancólicas, mientras los comensales hablan con sus palabras mudas e inmensas sobre lo mal que te ven, lo flaco que te ves o las cuestiones que uno hace porque no debería hacer. La muerte te mira a los ojos todavía, mientras Godoy espera el momento para decirle que el destino que él escribió hace tanto tiempo tiene la cara de uno, y el escritor intenta entender las historias que se le enmarañan en los dedos.

Los dedos escriben a velocidades siderales, buscando la música en las palabras que salen de un texto en blanco que no fue creado de antemano y que está siendo creado como la vida es creada, en el mismo momento que uno la camina. El evento cósmico de las letras moviéndose en un presente que no tiene escaramuzas con la realidad que fue, lo que es y lo que será.

El movimiento eterno y el eterno retorno de la vida que hacen que las cosas que uno tuvo vuelvan a ser. Porque Godoy va a seguir estando allí mirándolo al personaje que es el escritor en su mente, en la pagina en blanco, blanco como la hoja y negro como las letras. El personaje es un ente inmenso de las cosas que han dejado de interesarle. Las palabras ajenas resuenan en su cuerpo, mientras la muerte intenta hacer funcionar la hoz, con la guadaña limpia en una mano pero el oxigeno del aire matando el metal que la hace funcionar.

El café en la mesa humea, y ella está a su derecha y a su izquierda, adelante y atrás, está en todos los recuerdos en ese lugar, moviéndose entre sabanas, moviéndose entre cortinas generando un hermoso frufrú, cálido y eterno. Ella baila en los recuerdos, mientras él la intenta agarrar y degollar para que no baile más entre medio de sus axiomas y silogismos. Las tautologías y negaciones que salen de las secuencias lógicas no se pueden agrupar para conmemorar amores perdidos, amores pasados, amores a futuro.

La felicidad es la cuestión sobre la que quiere escribir el escritor mientras mira el café y la cosita a su costado. Chocolates derretidos por los primeros calores veraniegos en primavera. El escritor no puede creer que haga tanto calor, no cree que el tiempo haya pasado tan rápido. No entiende que pueda hacer tanto calor si el alma está tan fría.

Y dale, que van. Dale que va. Viene un oso y se lo comerá.

Él también con su café a su costado, mientras los ojos se pierden en las miradas del escritor y la mirada de él. Los dos empiezan a ser uno, mientras la tercera persona a veces se pierden entre los deseos de ser primera, pero teniendo miedo a que las palabras puedan parecer salidas del alma, buscando un cantar que no puede ser cantado en cataratas de palabras ajenas y propias, perdidas en tonterías y casualidad.

Sí, él la encontró por casualidad, y la perdió por causalidad. Causa y efecto, inercia y movimiento. Física y su físico en el recuerdo, mientras él mira a Godoy pero recorre su figura desnuda en sueños, mientras en sueños ve a su primer amor, al cual va a ver solo para pedirle una foto de su último amor, de ese amor que se le niega a morir y lo hace hacer escritura automática para purgar.

No purga. Catarsis. Futuro perfecto o imperfecto son la misma cosa. ¿Estas vivo? Le pregunta el escritor al personaje desde la punta de la mesa. Mientras la muerte, el delete en la punta de los dedos, espera ser apretada para borrar todo lo que sea que ha salido de las palabras. El café se enfría, espera para ponerle azúcar. Si le pone azúcar sabe que ese café será suyo, si no le pone azúcar sabe que ese café es de ella. Y si compra ese libro de cartas de Unamuno, también sabe que no está dejando atrás el pasado.

El pasado le pesa, mientras el que está sentado en la punta intenta entender todo, mientras Godoy que está sentado en la mesa, alejado de todos lo mira y juega con los cumpleaños y las fechas patrias. Vendrá la muerta y tendrá tus ojos.

Los textos.

La loca. Los comensales vuelven a entrar en la habitación de paredes amarillas, mientras los sillones se llenan de estos, mientras las sillas se llenan de personas, personajes imaginarios y mundos australes. La sala se llena de personas, y la pierde de vista, mientras el café se enfría en la mesa. Los gestos de cosita, se pierden entre la muchedumbre y los concejos desoídos tienen sus momentos para ser oídos. Oídos con sentidos de odio, oídos con lagrimas en los ojos, porque el salón se llena de personas. Godoy escapa a ese sentimiento de Godot, Godoy se para y se va, mientras la muerte desaparece del panorama.

El escritor saca el dedo del delete y sigue escribiendo, mientras el cuchillo que yace a un lado de él, no va a ser usado. La catarsis de sus venas no tiene porque ser hoy y la muerte deja de lijar su guadaña, porque el oxido se acumulará en su cuchilla por mucho tiempo; mientras Godot se va, y la obra empezando a Godoy vuelve a empezar. Sabiendo que no hay errores en la t y la y del final. Las letras a veces juegan roles especiales en nuestras vidas, y la primera persona se mezcla entre las terceras de un texto sin ton ni son.

Al son de las letras se baila un baile cósmico que tiene un inicio pero no tiene un final, y nada de lo que haya sido parecido será. Será, se va, se fue. La sala se llena de personas que empiezan a hablar en palabras fuertes, en palabras oídas, empiezan a hablar en valses, en operetas y melodías. Las personas hablan en palabras que empiezan a tapar todos los momentos todos los pasados.

Él (Y el escritor) se dan cuentan que es el momento de decir algo. Por eso la sala se llenó de personas, porque todos están allí para tapar, para dejar atrás. Él está sentado, le pone azúcar al café, sabiendo que no hay otra taza más que la suya, que el café está azucarado; que no hay cosita (Ni gestito con las manos). Está sólo, solo como empezó, tal vez listo para empezar un nuevo camino hecho al andar, o tal vez solo para decir, adiós.

Final de Estado de Escritura automática.

(...)

11 comentarios:

Luna dijo...

Difícil de comentar. Estuve esperando tener tiempo para leerlo porque me pareció largo y que iba a necesitarlo. Hoy lo abordé y me resultó apasionante, aunque tuve que concentrarme, un poco porque no es fácil de leer y otro poco porque quería "saborearlo". El planteamento me pareció excelente, el escenario, los personajes. Me hizo recordar esas películas surrealistas de Buñuel, donde los personajes están ahí por una razón que muchas veces el espectador no alcanza a decifrar. Podría formular varias teorías de interpretación, inclusive varias cosas con las que me sentí identificada, pero no creo que te interesen.
Hasta el próximo texto

lexi dijo...

larguíiiiiiiiiiiiiiisimo pero genial!
editado es una joya suazna!!!!




super abraxo!

Suaznabar dijo...

No saben la alegría que me da que les guste.
Gracias.

A Luna, especialmente; me interesan todas las teorías de interpretación que tengas sobre el cuento. Ya que, es realmente escritura espontanea, me sente a escribirlo y eso salio.
Es lo más cercano que estuve estos días de mi inconciente.
Gracias por sus comentarios.

Gracias Lexi. Son sólo cuatro hojas.

Ayelen dijo...

....y finalmente, el café fue suyo.

Con la escritura automática es cuando surgen las mejores ideas, las más interesantes (al menos para mí).
Me gustaron muchas partes de tu texto, la aparición de esos
mundos en una "realidad" que parece no serlo y finalmente, resulta que lo es, y todo vuelve a empezar. O no.

Saludos, Gastón!

lexi dijo...

agrego, por el título que todos los tiempos son imperfectos...





beso!

Luna dijo...

Bueno , se me ocurren dos teoría que en cierta forma convergen.. El escritor sentado en su escritorio (mesa) con sus personajes, algunos esquivos, otros que él quiere definitivamente esquivar, otros que ni siquiera son propios (como Godoy-Godot)
O bien, un hombre cualquiera sentado a la mesa con todos los coprotagonistas de su propia vida, pasados, presentes y futuros. En este caso Godoy-Godot podría ser la muerte.

Interpretaciones de viernes, sepa disculpar.
Buen fin de semana!

g. dijo...

Lexi:
El titulo del cuento es por los tiempos verbales.

Luna:
Son muy interesantes tus teorías. Creo que comparto varios de tus puntos... Si querés mi interpretación, pedila.

Saludos.

Luna dijo...

Aquí va el pedido para que me haga conocer su interpretación, Señor S.

Saludos cordiales y demás

g. dijo...

A ver:

Cuando escribo en este método, sin tener idea a dónde ir, siempre elijo las palabras más bonitas que se me vienen a la mente. Y luego juego con ellas, entonces todos los juegos de palabras son porque mi mente las va encadenando. A veces intento crear música; o yo me canto.
Pero el ritmo es más para la poesía.

Godot/Godoy: En algún punto pienso que es alguien que está pero no participa. Es alguien que solo mira y espera. Es alguien de afuera. Godoy ha sido mío y me ha dado alguna satisfacción. Godot es ajeno y nunca aparece. En otro texto mío está este juego (esta en el blog, no recuerdo cual... en el indice seguro está). Estaba pensando en eso cuando se me vino. Pero Godot es Dios, y Godoy es algo más u otro Dios.

Los comensales: No sé bien quienes sean ellos. Sí pueden ser mis personajes, pero de serlos deben ser los personajes por venir; porque siempre sus nombres estarían. O puede ser toda la gente que me rodea, como siento a toda la gente que me rodea. Lejana, ajena, dejando en soledad al que esta en la cabecera de la mesa.

El escritor/él: Los dos, creo, soy yo. Normalmente cuando hablo del escritor, me hablo. Y él, soy yo tercerizado. Entonces, esto cobra vida en el juego que intento en los textos, mezclarme, ser muchos. Las cosas que les pasan a los dos son similares y por muchos momentos se le va la mano a uno del otro, y al otro del uno.

El Café: Es la metáfora de la soledad. Es un pequeño recuerdo de lo que se me fue. El café (Fisícamente el café lo tome al final del texto) es lo que me cuesta tomarlo y hacer solo uno. Es lo mismo, cuando pienso en la cosa que voy a comer. El café es la soledad, el café es ella. O es lo que no le doy.

El escenario: Es donde estaba sentado el escritor. Ve lo mismo que su personaje.

El problema es que ninguno hace realmente lo que yo quiero. Porque además de todo está el yo que escribe en realidad. Entonces somos tres. Yo, él y el escritor.
Sabía que si escribía sin pensar iba a terminar hablando de ella.
La muerte y la hoz, no sé qué es. Tal vez es solo eso. Yo soy de pensar en la muerte.

Pero, te digo... No es una interpretación (porque yo creo que no la puedo hacer; yo lo hice, lo cree). Es más bien, apuntes de lo que pasa en mi mente, cuando lo miro por arriba.

Y no, nunca lo releí; no creo que ese texto haya que releerlo porque tal vez cambiaría tal o cual cosa y creo que la onda de ese escrito es que salió lo que salio.

Y yo creo que a ella le quiero decir adiós, pero de mi boca jamás saldrá un adiós autentico. Sí miserables intentos de hacer las pases con el recuero; pero adiós, a ella, sinceros adioses, no creo poder darlos. Pero realmente quisiera, porque tal vez me hago daño solo así.

Pero no sé.
Me siento un escritor en una entrevista, esto es genial. Solo en mis sueños pasa esto, nada más que soy más irreverente, desprecio a todos y me siento genial. Ahora me siento chiquito... (Ella decía que ella iba a ser mi censora en las entrevistas, porque yo me puedo ir al carajo hablando).

Eso.
No sé si te es de ayuda.
No lo creo.
Quedate mejor con tu idea, a mí me gustó más.

Es como el texto de ayer; es un chiste por La odisea, eso es el texto. Esa es la idea.
Tengo ideas chiquitas que pueden durar diez hojas (Como Gabriel Gimenez; pero ese cuento es genial...Je je).
Eso.

Luna dijo...

Genial.
Gracias por las interpretaciones.
No puedo opinar sobre lo que tenés en la cabeza.

Extrañamente para mí, el café es todo lo contrario, es compañía, es charla, es placer, es intimidad (en mi vida, no en tu escrito)

Saludos renovados.

g. dijo...

En mi vida lo era.
En el escrito es la ausencia de lo que era en mi vida.

Ahí esta otra cosa.
Extraño las charlas de café; y se me nota en todos lados.