En el momento en que el muchacho se le acercó, ella sintió pánico. No supo bien qué pensar, pero en ese momento Julia Suaznabar sintió pánico. Sentimiento no tan desconocido estando casada con su marido y teniendo este de mejor amigo a un anarquista que cuando necesitaba ir a algún lado abría un auto y le decía a su marido: “Vamos, che” y su marido sin importarle cómo ella se sentía cuando escuchaba las historias, se subía al coche y lo acompañaba.
Sin saber por qué, sintió pánico. La piel se le erizo y la cara se le puso toda tensa. Pero el muchacho lejos de ser un ente de maldad, era algo lleno de bondad. Se le acerco y le dijo que le había gustado mucho su disertación sobre ese autor famoso. Ella se sonrojó instantáneamente, ya que esos elogios la ponían así. No lo podía controlar. El muchacho, se tomó el atrevimiento de contarle una historia familiar. Y le dijo si le podía dejar varios bultos de cajas y cajones en algún lugar con las historias para que las lea.
Tiene las cajas y los cajones en la mesa del bar del Gallego. El muchacho se las dejó y luego desapareció. Ella le ofreció un café, pero el muchacho dijo que tenía que preparar un final y que no tenía tiempo de nada... De nada más que dejarle las cajas y los cajones.
Así que Julia está sentada con varias cajas de cartón y cajones de madera, llenos de hojas manuscritas, cuadernos en letra prolija y notas tachadas con más notas sin tachar. Los textos estaban todos en hojas tamaño oficio,
Ella mientras revisaba las hojas, los cuadernos y las notas, jugueteaba con su anillo de casada que tiene en el dedo anular. Lo hace girar sobre su dedo, suavemente. Un habito que tomó desde que se pusieron el anillo en Temperley.
La historia que le había contado a Julia era esta. El muchacho cuando estaba mudándose, a su departamento alquilado en el centro, encontró todas esas cajas y cajones, llenos de escritos de su abuelo. Él, las había empezado a leer, y se le ocurrió que alguien con más conocimiento del tema los leyera. El muchacho luego dejó reposar durante varios años más los manuscritos de su abuelo, hasta que Julia dijo algo que lo hizo confiar en ella.
El pianista se sentó en el piano. Empezó a tocar. Julia lo conocía, porque Suaznabar lo conocía. Ella se quedó pensando en por qué S le cae mal a tanta gente. Ella lo amaba con locura, pero sabe que caía mal de entrada. Tal vez eran sus comentarios se dijo, y pensó, que eran peores cuando ella lo conoció.
Leyó varias hojas y fue notando que los personajes se repetían, que las situaciones muchas veces eran las mismas, narradas por diferentes personajes que parecían no conocerse entre ellos. Fue ojeando las paginas, leyendo nombres y direcciones. Leyó el nombre del pueblo, ese nunca variaba: William Morris. Repaso su vista sobre un cuento corto, de una carilla, escrito a mano. Luego agarro una novela, eran 784 páginas. Una mascota que tiró sobre la mesa, movió la mesa e hizo salpicar el café. Tomó una nouvelle. 113 hojas. Paró en una determinada pagina. Nota que en esta página estaba narrado, desde otro ángulo, desde otro personaje, desde otra perspectiva, el sacrificio del perro. En la nouvelle el sacrificio del perro era el inicio de la muerte del protagonista que se diagnosticaba enfermedades e iba bajando al infierno en una espiral de soledad. En el cuento de una hoja, era el enfermero del veterinario del pueblo que contaba en detalle el procedimiento del sacrificio del ovejero alemán.
Julia quedó fascinada con la intertextualidad de los textos. Luego empezó a ojear otros textos. Noto otro cuento, este era un cuento largo, donde en un momento un personaje veía al perro enfermo. En otra novela, aparecía el perro vivo y coleando, y luego el dueño se encontraba para una ginebra con el personaje principal de la novela. Julia agarró la nouvelle y buscó en ella ese episodio y lo encontró. Similar, pero no igual. Todo tenía un aire de deja vu, que le inspiró temor.
Y se quedo pensando en el tejido de las historias de todos los días de cómo se pueden ver por diferentes lugares y lados Como era toda la obra de ese autor el intento de anudar la historia de un pueblo. Fue notando, mientras la noche caía sobre su cabeza, que el abuelo del muchacho había intentando no dejar nada sin contar de todos los personajes que creo en una primera nouvelle. El personaje principal era William Morris.
Julia, encendiendo un cigarrillo, se puso a pensar en el día que se casaron por Iglesia con Suaznabar. Le dio una pitada y se quedó pensando en cuál era el recuerdo que tenía su esposo sobre ese día. Piensa que S quizá tiene otras imágenes gravadas de ese mismo día.
El pianista seguía tocando mientras ella fuma tranquila, ve a Wilmar en la puerta y detrás de él entra Suaznabar al cual se le iluminan los ojos cuando la ve.
Y ella piensa si a la larga terminará viendo lo mismo que ella.
3 comentarios:
JA!! en serio venía esperando una mierda, como decías, pero no, en serio que me ha gustado pila.
dejalo por un tiempo, luego lo retomás y lo mejorás, que falta, sí, para que quede bien del todo, pero me gusta y te queda bien tu obsesión con la intertextualidad.
besitos charrúas...
Por una vez, dejé los diarios de lado y desayuné leyendo este texto.
Siempre me ha fascinado esa suerte de simultaneidad desde diferentes ángulos o visiones. Distintas concepciones,distintas miradas. Sin la linealidad del narrador único. Después de todo eso es un poco la vida. Los mismos sucesos vistos por distintos espectadores. Cada uno de nosotros viviendo y sintiendo según su propia mirada.
Saludos
Me gusta este estilo de tus últimos relatos.
Esa imagen final me hace acordar mucho a Casablanca; con el piano, el cigarrillo y demás. No se, lo imaginé en blanco y negro.
Saludos!
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