lunes, febrero 02, 2009

El Espectro (II)

Ella esta poniendo los cinco platos blancos de losa en la mesa de madera que está debajo del alero. Todavía es de día aunque son casi las nueve de la noche, igual la luz esta bajando lentamente con el sol. Va y viene, mientras pone los platos y el doble de cubiertos. Lentamente pone también los vasos justo arriba de cada plato y las servilletas de papel en el medio.

Ve a lo lejos al parrillero haciendo el asado, cada tanto alguna ráfaga de viento seco y cálido lleva hasta ella el olor. Le encanta el olor, es como el olor del café de hecho a ella le gusta más el olor que el gusto en sí de esas cosas.

Wilmar esta con los pies en la pileta, solo mirando la luz del sol que se aleja lentamente. Tiene un libro al costado que tiene una servilleta entre medio de las paginas. También a su costado tiene un vaso de agua que ya tiene que estar caliente. Mueve las piernas generando ruido a agua, en algún momento las miradas de ellos se cruzan. Julia dispersa su mirada en los árboles que estaban atrás de él mientras se sonroja un poco. Siente que lo estaba espiando.

Al rato se sienta cuando ya no tenía nada que hacer. La señora que se encargaba de la casa en invierno pasa por su costado y le dice que le va a preguntar a su marido cuánto faltaba para que el asado esté listo “por lo menos para ir empezando con los chorizos” y se aleja por el sendero de tierra seca que lleva a la parrilla entre medio del pasto verde prolijo que corta la misma persona que esta haciendo el asado.

Ella se queda jugando un rato con un cuchillo mientras mira a un tero que estaba volando entre los eucaliptos que estaban puestos en una fila terriblemente derecha para haber sido puestos así por la naturaleza. A ella no le molesta, le encantan las líneas que van generando, a veces cuando se pierde en ese “bosque de ficción” le gusta ir mirando por los pasillos que van dejando los árboles. Le gusta también mirar los pasillos en diagonal e ir viendo como además se pueden generar otros dibujos más allá de los originales en líneas rectas.

Está perdida en sus pensamientos cuando una de las puertas de vidrio que daban al alero donde estaba la mesa se abre y entra en escena su marido. Camina por atrás de ella con una sonrisa en la cara y sin que ella se dé cuenta le besa la cabeza y le huele el pelo, que tenía olor a menta, todavía tenía el pelo húmedo se había bañado hacia unos quince o veinte minutos.

- Vengo de la ciudad. – Le dice Suaznabar sacándola a ella de la ensoñación de los árboles puestos geométricamente.

- Ah, hola mi amor... ¿Y qué dicen por la ciudad? – Dice ella.

- ¿Hace cuánto que no ves al Espectro? – Le dice él.

- Primero, es El Espectro. Es hace cuánto que no ves a El Espectro. Y segundo, el otro día que andaba por la Primero de Abril me pareció verlo fugazmente. Pero vos viste como es él, podes estar hablando un rato y al darte vuelta porque un grillo empezó a cantar ya no lo ves más. Pero, hará unos cinco días que creí verlo fugazmente. ¿Por?

- Aquí viene la historia. – Le dice él, sentándose en una silla contigua a la de ella tomándole las manos por arriba de mesa y poniéndole la otra mano libre en su rodilla desnuda por debajo de la mesa. A ella no le extrañó eso porque él casi siempre la andaba tocando cuando estaban juntos. – Terminé de hacer todas las compras y me fui para el río. Fui a ver si veía a Diario Mojado para preguntarle si lo habíamos visto el otro día que estábamos en la playa los tres. Como no lo encontré en el muelle seguí un largo rato caminando por la costanera; cuando me di cuenta ya estaba en las afueras del pueblo cerca del Arroyo de la Leche. Y ya que estaba ahí me dije de ir al “Unicornio”.

- Sabes que no me gusta que vayas ahí. Está lleno de filibusteros y tahúres.

- Sí, pero pensé que tal vez estaba allí Diario Mojado. No estaba. Entonces me senté en una mesa de afuera, esas hermosas mesas que dan a la desembocadura del arroyo al río con un vasito de Gancia y unas aceitunas negras, que estaban bárbaras, realmente. Y así me quedé un buen rato, mientras algunos conocidos iban y venían. Realmente me pareció ver al Espectro...

- A El Espectro... – Lo corrige ella de nuevo.

- ... En el bar, pero fue sólo eso. Viste que nunca podes estar seguro si es él o no es él, o si fue una ilusión... – Julia asiente y hace cara de “eso te dije recién, es mi primo y yo lo conozco mucho más que vos, pero te conozco y sé que toda la vida vas a seguir haciendo esto”. - Sólo eso. Estuve ahí un rato. Hasta que llegó el comisario. Al principio no me vio, yo lo vi porque vi que dejó la patrulla (En la que iba él solo) y entró al bar haciendo ruido con sus botas de vaquero contra los tablones medio podridos del balcón que da al río. Escuché varios insultos y recriminaciones a todos los, como vos los llamas, filibusteros que hay ahí adentro...

- ... Que vos conoces a casi todos, realmente no sé cómo tenés esa capacidad.

- ... al rato salió, puteando por lo bajo, injuriando a todos y cada uno de los tipos que estaban dentro. Cuando sale, escupe a un costado y el escupitajo cae justo a un costado mío. Por eso me ve. Casi me escupe. Me dijo: “Don Suaznabar ¿Cómo le va? Tanto tiempo...” yo le respondí con todas las delicadezas del caso. Me pregunto por vos, te mandó saludos que ahora te estoy haciendo llegar. – Julia hace un gesto afirmativo con la cabeza, conocía al comisario desde que tenía siete años. – Luego se sienta conmigo, pone las botas sobre la mesa y empieza a comer aceitunas, me recriminó que haya pedido negras, a él al parecer le gustan mucho más las verdes. Me preguntó si hacía mucho que no veíamos al Espectro – Julia hace un gesto con la cabeza no repitiendo que debía decir primero el articulo y no hacer la contracción. - Yo le dije que habíamos llegado hacía menos de una semana y que no habíamos salido mucho de la quinta. El comisario me miró con una sonrisa cómplice y se empezó a reír airosamente, poniéndose las manos contra la barriga que cada vez está más grane.

- ¿Para qué buscaba a El Espectro el comisario? – Le pregunta ella con voz de preocupación y curiosidad.

- Te cuento. Todo a su debido tiempo. El comisario luego agarra otra aceituna negra, me vuelve a recriminar porque no compre verdes. Llamo al mozo, que es el barman y le dije que me trajera aceitunas verdes, unos palitos y otro vaso con Gancia para la ley. El comisario, que tiene toda la barba canosa, se sintió complacido con mi deferencia. Me empieza a contar que tiene en la comisaría al Cíclope.

- ¿El Cíclope, el borracho amigo de El Espectro? – Pregunta Julia acercándose a Suaznabar y mirando a la parrilla viendo que todavía faltaba para el asado.

- Sí. AL parecer termino de perder el ojo y ahora justifica totalmente su apodo.

- Vos sabías que es El Cíclope porque es tan pelotudo que ve la mitad de las cosas, ¿no?

- No, la verdad que no lo sabía. Bueno, ahora además de Cíclope es tuerto. O, ahora sí es un Cíclope de verdad. Aunque ahora al parecer le están diciendo el Tuerto. Pero bueno. No viene a cuento, ¿no? – Ella niega con la cabeza. – Al parecer, no lo tiene ni detenido ni siquiera lo tiene preso. El Cíclope está ahí porque tiene una confesión firmada que él mató al Espectro.

- ¿Cómo? ¿El Espectro está muerto? – Le dice ella saltando de la silla. Suaznabar la calma lentamente con las manos y la hace sentar de nuevo.

- Dejame que termine la historia y luego sacamos todas las conclusiones del caso. ¿Te parece? – Ella asiente con la cabeza, aunque él nota en la mirada suya la tristeza y, tal vez, las lagrimas agolpándose. No sólo por eso la abraza y la besa, y la sujeta un buen rato. Un largo rato donde los dos huelen el asado y escuchan a los teros que gritan su nombre a los cuatro vientos. Al rato, cuando él siente que en su respiración está más calma, la suelta, aunque nunca suelta sus manos, que las tiene bien agarradas las suyas contra las de ellas, y se sienta de nuevo contra el respaldo de la silla de plástico blanco que está debajo del alero. – Al parecer, Cíclope (O el Tuerto) confeso el asesinato de El Espectro. Así nomás, se apareció en la delegación cerca del río con todas las ropas ensangrentadas y dijo que él había matado a su gran amigo El Espectro. Cuando fueron los policías a la casa del Espectro donde al parecer habían sucedido los hechos no encontraron nada. Derribaron la puerta porque nadie respondía y empezaron a revisar toda la casa. En la cocina había rastros de sangre y un cuchillo ensangrentado. Pero el cadáver del Espectro no aparecía por ningún lado. De hecho, no apareció. Los policías estuvieron cepillando la ciudad en búsqueda del cadáver (O de El Espectro mismo) pero nunca lo encontraron.

- Y... ¿Qué paso? ¿Por qué dijo eso el Cíclope? – Dice ella casi en desesperación.

- El comisario se sacó las piernas de la mesa y se me acerca. “Cuando llegó a la comisaría el sargento primero fue él que lo atendió. Me dijo que tenía toda la camisa celeste manchada de sangre, como luego lo pude corroborar con mis dos propios ojos, también me dijo que apestaba a ginebra. Por eso nadie lo tomó muy en cuenta. Pero estaba en la comisaría, y mierda, todavía está allá, diciendo que él mató a su amigo El Espectro. No podemos decir que lo tenemos en custodia, pero lo tenemos allá haciendo los quehaceres que nosotros no queremos hacer. Nos trae el café, barre los pisos, hace la comida... Casi una mucama, pero bueno, no le pagamos. Lo dejamos dormir en el calabozo (Que están todos vacíos), digamos que ese es su pago. Por lo demás tenemos todo el caso. Tenemos el arma asesina, encontramos un cuchillo ensangrentado que ya mandamos a Paraná para que nos digan si la sangre concuerda con la de la camisa celeste, tenemos la confesión que le hicimos redactar y firmar ni bien volvimos a la comisaría de la casa de El Espectro.” Me dijo el comisario en la mesa redonda en el balcón del bar “unicornio” – Le dice Suaznabar a Julia en la mesa de plástico bajo el alero de la casa. – Y yo a todo eso escuchaba azorado. Al rato le pregunté por el móvil. “Al parecer, según todos los dichos del Cíclope, fue por dinero. Tenemos testigos de esto y todo. Según nos cuentas estaban en el galgodromo ilegal que está cerca del arroyo, atrás del balneario nuevo; y Cíclope le jugo un montón de dinero a un galgo que se llamaba “El espiritu de Santa Fe”. Pagaba mucho y nadie lo conocía. Perdió. Perdió fulero, y usted vio Don Suaznabar que esa gente es pesada. Pero bueno, la apuesta la cubrió El Espectro, así que Cíclope quedó en deuda con su amigo. El primo de su esposa. De eso hará una o dos semanas. Tenemos testigos de todo eso, así que también tenemos todo el móvil.” Me dijo el comisario que ya estaba degustando sus aceitunas verdes e iba por el segundo vaso de Gancia. A todo eso le pregunté si tenía idea de más o menos como había sido todo el hecho. Puso de nuevo las botas de cowboy sobre la mesa y me mira fijo. Vuelve a su relato. “Al parecer, el Cíclope intento evitar por todos los medios al primo de su esposa durante todo ese tiempo. Tampoco es muy difícil evitar a El Espectro, usted vio cómo es, que nunca sabe uno si lo vio o si uno estuvo hablando con él de tan rápido que uno lo pierde de vista. Una noche lluviosa, supuestamente (Este echo no está comprobado, hay una seca, sabe, me dijo el comisario eructando), tomando bastante pesado en lo del Gitano, allá por los arrabales, decide, en medio de la curda, matar a su amigo para no tener que saldar la deuda. Esto lo gritó a cuatro vientos en el bar. Hasta los que estaban más en pedo que él lo recuerdan, así que imagine como lo gritó Don Suaznabar” La verdad que no sé por qué me dice Don el comisario Julia, me rompe un poco las pelotas. – Dijo Suaznabar perdiéndose del relato unos instantes.

- Podes seguir por favor. – Le implora ella.

- Bueno. El comisario siguió con la anécdota: “Así que salió, muchas personas lo vieron caminando por la calle céntrica hasta la casa baja que es propiedad de la esposa del Espectro. Allí los vecinos, un par, dijeron verlo. Unas viejas chumas que viven enfrente y un vecino que estaba paseando a su perro, un manto negro que es un matón. Aunque la puerta se abrió, ninguna de esas personas pueden decir realmente que El Espectro le abrió la puerta. Luego se escucharon gritos, sonidos de vidrios rotos y cosas por el estilo. Desde ese día en adelante nadie puede decir con seguridad si vieron o no a El Espectro... Aunque a decir verdad de ese día para atrás nadie puede decir con seguridad si vieron o no a El Espectro. Sinceramente, este muchacho primo de su mujer, Don Suaznabar, nos está jugando una muy mala pasada.” Ahí fue cuando el comisario se paró, me agradeció por las aceitunas y el Gancia, y se fue. Aunque cuando estaba abriendo la puerta de la patrulla me miró y desde allí me gritó: “La verdad es curioso. Tenemos al culpable, tenemos la confesión, tenemos el móvil, tenemos el arma asesina, tenemos todo. Sólo nos falta el cadáver. Igual que cuando estaba vivo, ese tipo desaparece de todos lados”. Me dijo, se metió y se volvió rumbo para la ciudad.

- ¿Eso sólo sabes? ¿Nada más?

- No. Después volví a pata a la ciudad. En busca de mucha más información. No iba a venir a decirle esto a mi amor, era volver con las manos vacías cariño. Aunque mucho más sustento para todo no hay. El problema de todo esto es el ser de tu primo, que desaparece de todos lados. Pero bueno. Volví a la ciudad y estaba caminando por la calle del centro, llegué al diario “El litoraleño” y fui hasta su escritorio. Estaba todo ordenado realmente.

- Ups. Eso significa que no va hace mucho tiempo.

- Sí. Anduve preguntando por allí y me dijeron que hace por lo menos seis meses que no va para el diario. Pero que todas sus notas de la sección cultura del diario llegan en tiempo y forma. Hasta hoy les llego una, pero no saben bien nada. Al parecer el diario está haciendo presión para que la policía de la provincia resuelva el caso. Lo publicaron en primera plana al otro día, hace unos cinco días, al parecer. Uno de sus colaboradores me dijo que van a seguir cayendo sus notas. Son notas que se las había mostrado hace mucho tiempo. Por lo demás todos en la ciudad hablan como si él estuviera bien. Me fui de ahí y anduve camino al casino.

- ¿Y? – Le pregunta Julia alejando la vista de los ojos de su marido.

- En el pueblo todos andan diciendo que lo vieron. Al parecer ahora es mucho más leyenda urbana que antes. Todas las personas con las que me encontré dicen que lo vieron en algún u otro lado. Algunos me dijeron que lo vieron en la pizzería el Marino, otros que lo vieron en la virgen del Parque Quirós, otros me dijeron que lo vieron en piedras coloradas en el río.

- Mira vos. O sea, nadie sabe realmente nada.

- No. Al parecer desde que “lo mataron” – Hace el gesto con los dedos de “”. – Todo se termino de volver más difuso. Mucha gente ahora está segura que no ve a El Espectro, sino que ve al espectro de El Espectro. Hasta hablé con Fulgencio... ¿Sabías que Fulgencio no es el nombre sino el apodo?

- Sí. – Le dice ella un poco más calmada, tal vez porque pensaba que El Espectro estaba bien y sólo había desaparecido. – Le dicen así porque se parece mucho a Fulgencio Batista.

- Mierda. Yo pensé que era el nombre. Nadie en esta ciudad tiene nombre, todos se llaman por apodos. Es increíble. Bueno, Fulgencio me dijo que él había llamado por teléfono a Concepción del Uruguay a la esposa del Espectro. Al parecer por una pelea por sus constantes desapariciones...

- Ella sabía que él era así desde que lo conoció, que no me venga con esas tonterías... Esa mina es una tonta. – Dice Julia defendiendo a su primo.

- Se fue para la casa de los padres en Concepción llevándose a los dos niños para allá. Al parecer la llamó y le preguntó si había tenido alguna comunicación con él, ella le dijo que no, pero que tampoco era raro eso. Se pasaban mucho tiempo sin hablarse a veces. Y luego Fulgencio le contó todo lo que había pasado, pero ella dijo que no se hizo demasiado problema. Le dijo que seguro andaba dando vueltas y nadie lo veía, mientras todos lo veían. Y que colgó de repente.

- Mira vos. – Dijo Julia. - ¿Sabes qué? Ahora que lo piensa la tonta, de la cual verdaderamente no sabía que se había ido de la ciudad para allá, tiene razón. Me puse mal por lo chocante de todo, pero siendo él como es. Seguro que esta bien, andando por algunos lados, mientras todos lo ven sin que nadie realmente lo vea. Mi primo es un Deja Vu, viste.

- Sí. Después deje a Fulgencio y me encontré en la costanera con la Urraca. Me dijo que él la última vez que lo vio fue con Diario Mojado en la balsa por el río. Así que luego anduve buscando a Diario Mojado pero a él tampoco lo pude encontrar. Y terminé como empecé, sin nada que realmente contar más que supuestos y buscando a Diario Mojado para contarle algo.

- Mira vos. Realmente espero que esté bien.

- Y sí. Es tu primo. Conociéndolo esta bien, todos por la ciudad dicen que en algún momento les pareció verlo, aunque nadie está seguro. Todos al parecer también lo saludaron y el saludo fue devuelto. Es todo más raro que de costumbre.

Al rato fueron llegando los primeros chorizos a la mesa. Wilmar se sentó a un costado, y mientras Julia andaba penando en su primo, en dónde andaría perdido mira el Río Uruguay que antes lo habían tratado como uno de los siete ríos infernales. A lo lejos le parece ver una balsa y se imagina a su primo en un lugar muy pequeño imposible de escapar. Se ríe ella sola así, mirando a lo lejos la balsa que parece ir por el río. “De ese lugar no puede escapar” piensa. Y así sigue el día, la noche, la luna y las estrellas.

1 comentario:

Luna dijo...

Es fácil imaginarse a cada uno de los personajes. Uno se los puede dibujar en la mente con la ayuda de tus palabras.
Me gusta como lo cotidiano, los pequeños gestos se entremezclan en el relato.