Estoy nuevamente sentada enfrente de estas cuartillas y los ojos no dan más de leer y releer y rescribir, y escribir. Estoy cansada de corregir. El tono rojo y las flechas que suben y bajan y hacen dibujos tan crípticos como la santa vida misma. Párrafos que quiero mover, oraciones para sacar, verbos que reconjugar y todo esto que deja de ser frases y palabras con sentido, para convertirse en una pila de líneas negras dibujadas en un papel blanco al cual yo debo agregarle ese poco de color rojo para elevarle la vida y la textualidad. Rojo sangre de corrección, en contraste con el papel blanco y las líneas negras que pretenden ser letras y signos y significados y coherencias y texturas.
He pasado por mesas de bares a lo largo de la ciudad. Porque los muchachos me miran raro y le comentan cosas a S. S. que me mira a la distancia, me revolea un beso, y dice algo por lo bajo. Creen, creo, sabemos, que esto me está consumiendo de a poco. Pero William Morris ya es parte de algo medio patafísico que debo terminar de concluir (qué bella redundancia) para que las cosas tengan tono y voz particular.
Ocupo en esto mis horas de día y de sueño.
Me atrapa, me obliga. William Morris no me deja.
Ayer conversé durante horas con estos papeles, sentada en una mesa redonda que no permite discusiones. No, no era ovalada ni rectangular ni cuadrada ni octogonal. Hasta S. sabe distinguir y aceptar que hay verdades tan exactas como que una mesa redonda es redonda sin importa de qué lado se la mire.
Lo único molesto de este bar es aquel mozo, que mira insistentemente y que intenta pescar qué es lo que estoy haciendo. No logra comprender la velocidad de los ojos, la insistencia del rojo, las pequeñas ofuscaciones y esos momentos de absoluta consternación cuando me noto en un punto oscuro.
Ah. Y el parroquiano que se me acercó recientemente para espetarme que, si estaba buscando material para una historia, que me fuera a vivir la vida. Que las historias están allá afuera. Que ellos no son material realista y no sé qué otra cantidad de cosas inconclusas. Tenía algo de razón, le dije. Le di la derecha en que el realismo empobrece la imaginación de quien copia realidad, y le comenté que yo no creo en la realidad como entidad física real, paradójicamente. Que la realidad, señor, es tan subjetiva para usted, como para mí. Y terminé mi discusión mostrándole que estoy corrigiendo y no creando, comentándole que su vida, como la de tantas otras personas en ese antro, me importaban lo mismo que una moneda de papel de un centavo y pidiéndole que, por favor, se retirara a su mesa triunfalmente, que la compañía había sido más que suficiente y que ya había aburrido e interrumpido demasiado por ese día.
Me pareció oírle decir que soy una "mujerzuela irrespetuosa", pero ya no me importó.
Tenía la mirada en las cuartillas y la lapicera roja en la mano. Un párrafo, dos renglones y un círculo, redondo como mi mesa redonda.
8 comentarios:
invitación
Dónde encontrar mejor la realidad que dentro de uno mismo. La propia, la única que nos importa.
Me parece un texto exquisito.
A mí tambien, y más aún cuando me dicen eso al pedir un café, ja ja!.
No tengo nada nada nada de tiempo de leerte, corro de un lado a otro. Besos.
"Rojo sangre de corrección"
esa imagen me gustó muchísimo, después de leerla, un par de días después, algo que estaba escribiendo hizo que se me viniera a la mente. me demostró que de veras me gustó mucho y que seguía en mi mente.
es un cuento concreto, contrasta con los anteriores y creo que le hace muy bien al conjunto de estos relatos en Suaznabar-blog.
desde hace unos varios cuentos vengo pensando en julia y los efectos que la saga william morris puede tener en ella. me daba siempre la impresión de que el personaje estaba volviéndose loco. por la naturaleza del personaje, sabía que no podría ser, que no estaba permitido. además, ya está otra escribiendo compulsivamente y con la mente trastornada (la mujer que escribe desnuda), pero sería interesante explorar la obsesión de julia con la saga, muy distinta a la de la mujer que escribe.
a mí me interesa eso de la corrección como modo de alcanzar una verdad, que acaso sospecha se oculta en la saga, pero que en definitiva es un viaje incierto. la corrección como el método que julia posee para "ir más allá" en algo, como forma de no quedarse "más acá"
no sé, no es que tenga correcciones o sugerencias, sino que el cuento me sugirió posibilidades, lindas imágenes y una lectura placentera.
besos
ahi fueron solo percepciones, para que nadie diga que soy una profesora agrandada
¬¬
Yo te re banco, Caro :D
Y esperaba ansiosa tu comentario!!!
Gracias!!!
:D
Pd: después lo releo mejor, e intercambiamos opiniones.
Y tenía razón, las historias están allá afuera pero también están ahí adentro. Y son el parroquiano y la mesa redonda, la lapicera roja y el papel blanco. Y a la vez no es ninguno de ellos, como la realidad.
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