jueves, abril 09, 2009

Teorías


En el coche van ellos. Están callados. Los cuatro. Dos adelante (Suaznabar manejando, Wilmar de acompañante) y dos atrás (Ulises detrás del conductor y Mariano del lado del acompañante). Suaznabar tiene muchas ganas de fumar y Wilmar va mirando el costado de la avenida. Los edificios del centro van pasando al correr del coche. El trafico está pesado esa mañana de domingo. Los autos paran en los semáforos rojos aunque varios pasan igual violando las normas de tráfico.
Ulises lee un libro de poemas bilingüe, lo piespea por arriba, en realidad. Cada tanto para en alguna pagina y lee en voz alta. Recita. Todos hacen silencio o dejan de hacer lo que estaban haciendo y lo escuchan. Recita en forma pausada, generando las inflexiones necesarias para cautivar a la diminuta audiencia. Luego que ternina de leer, los cuatro se quedan un buen rato en silencio, sopesando para ellos mismos las palabras, la forma, el estilo y cosas así; hasta que cada uno vuelve a lo que estaba haciendo antes. Suaznabar maneja pensando en fumar, mientras juega con el cigarrillo que lleva entre los dedos de la mano derecha. Wilmar mira los edificios pasar rápido en algún momento y notarlos estáticos en otro momento. Y Mariano que no hace nada, mira para delante y piensa.
Sputnik tiene el morral entre sus piernas, observa dentro y busca un cuaderno espiralado de tapas verdes. Lo encuentra, lo abre y lee sus observaciones. Ahí tiene anotaciones para un próximo cuento, novela o ensayo. Del bolsillo de su camisa saca una birome y se pone a escribir. Pone allí palabras sueltas y/o flechas que se juntan en algo que en su mente quizá en algún momento futuro sea un cuento o novela. El auto pasa por un pozo y su letra salta. Cierra el cuaderno y mete la birome en la espiral de alambre blanco. Se lo pone en las piernas y mira a sus interlocutores que todavía no lo son, aunque lo serán y lo han sido. Cada cual está en la suya.
- Me preguntaron el otro día por qué escribo. – Hace una pausa y mira a los otros, pero ninguno responde y tampoco le prestan demasiada atención. – Y yo me quedé pensando en la razón. No supe bien qué responderle. Estuve un buen rato en silencio, mirando a mi interlocutora. Esperaba una respuesta inteligente, de eso estoy seguro. Pero yo no sabia qué decirle. Y me aventuré a decirle la verdad: Que escribo para purgar. O sea, le dije que me siento frente a la máquina y entro en transe y escribo lo que los fantasmas me susurran. Ella me miró un largo rato y se largó a reír. Una larga carcajada mirando a la cámara.
- ¿Era para televisión? – Le dice Suaznabar sin sacar la vista de la avenida. Pasa un auto por la derecha y esquiva un gran bache. Y para detrás de otro automóvil cuando el semáforo les dio el rojo.
- Sí. No sé si lo pasarán. Mis respuestas nunca son del todo buenas. Realmente no creo que los haya satisfecho. En algún momento ella empieza a hablar sobre la muerte del escritor.
El auto retoma la ruta. Los edificios cada vez son más pequeños. La gente en la calle camina llevando bolsas de plástico o el pan de la mañana. Todavía no salieron de los suburbios. Cada vez hay menos tráfico y el auto corre en forma más fluida por las avenida. Wilmar dice dos palabras sobre cuánto falta para llegar a la casa quinta de José María Arce en San Vicente. En algún punto, otra vez, Ulises llega a un poema que le interesa y empieza a recitar. Lentamente, corta las frases en los momentos correctos, hace que fluyan las letras y termina sin que se den cuenta. El silencio deviene sobre ellos.
- Ella me hablaba de la muerte del escritor y yo pensaban en quién soy yo. En el velo detrás de las palabras. Pensaba en todas las formas que yo elegía al momento de escribir. Y me decía que cuando escribo no estoy muerto. Estoy muerto cuando ella me lee. Pensaba en todas las elecciones que yo hago. Mi estilo es algo biológico, viene conmigo y yo no lo puedo mutar. Las palabras están ahí para que las tomemos. Ellas son, yo las elijo y el estilo está entre medio. Lo que se comunica, lo que es historia; a veces no tiene más importancia. Lo que nos diferencia es la forma. Las palabras que juntamos se van formando en un estilo con una cierta forma, contando algo o, a veces, contando nada. El escritor está ahí atrás. Estamos detrás del velo. El escritor no es importante para esa gente que analiza desde el punto de vista del ente-terminado. La novela nunca puede ser un ente-terminado. Y el autor no muere. Estamos detrás, escondidos debajo de un velo. Nos ponemos una máscara; somos no-siendo. Somos en la forma, en el estilo biológico de la prosa; ahí estamos todavía vivos, escondidos. Están por lo menos los resabios. Pero la muerte nuestra puede ser entendida porque la novela es un final en sí mismo.
Los edificios dejan paso a las casas cada vez más bajas. Hay varias curvas y el color de las calles cambian. El verde empieza ser el color dominante en los terrenos en contraste con el gris de antaño. Las casas están cada vez más lejos de la avenida y las veredas son más largas, con más pasto.
- Los autores se esconden detrás de la tercera persona. Demostrando que no-somos nadie. La tercera persona excluye. La muerte del autor se da porque aparentemente no estamos en el libro. Sólo del autor queda la elección de las palabras, el estilo. Ni siquiera la prosa o la forma. La decostrucción de las formas es forma ya elegida. Están detrás de la tercera persona y también detrás del tiempo de verbo. Normalmente es un pasado, un pasado simple que indica con facilidad que las cosas ya han sucedido. Y si han sido, las cosas son más sencillas ya que podemos pensar que todo es estático. Hay veces que se elige el presente. Y en ese momento ocurre que se lee y se siente que esto pasa en este momento. Pero el presente también es usado para jugar con el tiempo, para jugar con él. Con el presente se elude la manía que las cosas ya fueron. Igual; cuando el autor usa el presente es otro velo. Cuando se lee el presente se siente que las cosas están pasando en ese momento, pero luego vemos que aunque todo pasé en ese momento las cosas ya están elegidas. Cuando hay presente casi siempre hay pasado y cuando hay presente forzosamente nos terminan hablando de futuros. Y así es como se tuerce el tiempo y se nos muestra (Lectores) que estamos (Autores) detrás del velo. El velo es una tela muy fina y trasparente. En el cual si se quiere se puede ver y sino, no están. Por eso elegimos. Generamos causalidades. Hay detalles sueltos, porque la novela es un cúmulo de cosas. No necesita la perfección del cuento. La novela es más cercana a la vida.
Estaban en el campo. Llegan a una estación de servicio Shell y doblan por primera vez en casi treinta minutos de viaje. Wilmar todavía miraba como si nunca hubiera salido de la ciudad y pensaba en todos los viajes que debía hacer en el tiempo que le vendría. Él no sabía todas las cosas que le esperaban aunque sí sabía que tendría que ir a una ciudad a dar una conferencia. Una sencilla conferencia sobre la que no había preparado ningún discurso ni nunca preparará. En esa conferencia frente a una gran multitud que nunca esperará, se sentirá mal y por vez primera tendría miedo de hablar en publico. Se desmayará antes de empezar a hablar. Ulises, que estará con él todo el trecho y escribirá una nota para el diario anarquista, le dará un trago de ginebra. Reponiéndose saldrá al palco y hablará por un largo rato. El acto saldrá bien. Pero Wilmar en ese momento no lo sabe, y tampoco tiene idea de cómo irán las cosas. Imagina lo que siempre imaginó, una veintena de personas reunidas en un galpón de una panadería hablando.
Suaznabar fuma. Encendió el cigarrillo cuando pasaron por un cementerio privado. Se dijo a sí mismo: “Ya está” y buscó con su mano derecha el encendedor del coche. Le dio un par de pitadas y abrió la ventanilla. Se sintió más tranquilo aunque el ruido de la ventanilla no lo dejaba escuchar perfectamente lo que decía Mariano a su diagonal. Cada tanto lo miró por el espejo y vio que se dejaba llevar por la pasión de las palabras. Mariano jugó con el cuaderno y las espirales. El camino estaba muy tranquilo y no había casi autos en ese momento. Por eso había elegido fumar. El cigarrillo estaba a la mitad cuando giró en la estación de servicio.
Ulises lee. Todavía lee. “Leo. Me mareo pero leo. Paso las paginas. Acá. Elijo este poema. ¿Lo leo en voz alta? Lo leo. No. Es feo. Tiene una linda primera frase: Las notas de las cosas están perdidas. Me gusta. Las cosas están perdidas. ¿Será que debemos encontrarlas? No es un lindo poema. Pero se podría salvar. Yo ya no escribo. Demasiado peso. No escribo más por esto. Los poemas lindos ya fueron escritos. Y los malos poemas están esperando. Aunque también ya han sido escritos. ¿Habrá poemas lindos por escribirse? En mi arcón de cosas por escribirse, negadas, siento que todos son malos poemas. Un poemario de malos poemas. Poemario de malos poemas. Puede ser un hermoso título para un libro de malos poemas. Quizá con tan buen título la gente cuando lo lea piense que los poemas son buenos. Sería como pensar que anunciando malos poemas nunca puede haber poemas malos, que por algún poder transitivo ese carácter de maldad de los poemas pasa a generarse, a trasferirse, en algo bueno. Ese sería mi excusa para sentarme a escribir algún que otro poema malo y agruparlos en una cadena de poemas uno más feo que el otro, llegando al límite del mal gusto. Y eso sería genial. Nadie podría escribir tantos poemas malos. Sabiendo que en el futuro son todos malos poemas los que se tiene. Y las palabras serán las elegidas por mí. Será mi estilo. Será la forma qu se me ocurra. Serán malos. Y serán míos. Tal vez por eso terminarían siendo míos. Por lo malos. Quien avisa no es traidor.” Y lee. Todavía lee.
Mariano habla.
- No es necesaria una historia. No es necesario contar nada. La prosa y la forma hoy en día son las cosas necesarias. Una novela en que nada pase puede existir. Una novela de ideas. Hablada. Estamos escondidos en las ideas que dejamos traslucir. La muerte del autor se hace aparente y en algún lado, en todas las voces, en todo lo que se sabe, en la deformidad de la novela el autor está esperando. Esperando a aparecer con una máscara que esconde su verdadera forma. Los estructuralistas tienen el libro en la mano, el ente-novela terminado. Y el autor sabe que todo eso vive, que todo eso tiene una exterioridad, para el autor es un ente-novela vivo, en devenir. El autor está muerto cuando no se lo quiere buscar. Porque está ahí. En las máscaras. Todos los personajes, el narrador, el tiempo; todos tienen algo del autor. Del generador. Las elecciones son las elecciones que hacen mejor a la historia, siendo en realidad las elecciones que el autor cree que le hacen mejor a la historia. Sabiendo que puede no haber historia. A veces para contar lo que se necesita contar se tiene que contar nada. Por ejemplo un viaje en auto desde un punto a A a un punto B. Y en ese viaje en auto nada pasa. Tal vez alguien lee, alguien fuma, alguien imagina. La muerte del autor es aparente. La vida de la historia es aparente. Es un mundo de máscaras al final. Es un mundo cartesiano con genio maligno. Es todo una mentira. Una mentira asumida entre el que lee, el que narra y el que crea. Lo que se dice puede ser escuchado o no. Puede ser inferido o no. Es un mundo de apariencias donde lo real no lo es. No puede existir la realidad en un mundo así. En eso estaban mal los naturalistas. En esto están mal los que buscan la novela realista. Si viviéramos en la Union Soviética para sobrevivir como autores tendríamos que escribir bajo el prisma de la realidad. De la aparente realidad. Y cómo se puede escribir la realidad. Cómo se puede describir la realidad. Cómo hablar de la realidad desde una abstracción. Porque cuando se busca la realidad en la literatura se termina generando una novela eterna. Una novela basura en donde las descripciones nunca son suficientes y se camina hacía un preciosismo burgués. Hacia un naturismo altamente discapacitado para realmente contar. Porque no se contará nada más que un mundo. Y cuando el autor narra tanto en forma realista, ese mundo real se convierte cada vez más en una pantomima. En una pantalla que muestra pero que no es. Cuando se intenta generar una realidad se termina mostrando lo falso que se es. Supongo que hay que llegar a una descripción cabal y práctica. Necesaria y austera. Y así, con las ideas más firmes, llegaremos más a una máscara más parecida a la nuestra. O tan falsa como la nuestra. Cuando se escribe desde el naturalismo los lectores deberían sentir que pasean por el carnaval de Venecia. El naturalismo y el realismo sovietico son un barroco. Un barroco pasado y fracasado.
Entran al pueblo. Una avenida ancha con dos carriles que van y dos que vienen. Una plazoleta en el medio con arbustos y carteles. Las casas viejas y bajas. Grandes paredones de cemeto o con ladrillos a la vista. La gente camina en paz. Pasan despacio parando en los semáforos y cruzando lentamente por los baden. Cada tanto también atraviesan un gran lomo de burro. La gente camina por las veredas tranquilos en la mañana de domingo, pensando en los asados del mediodía.
Suaznabar tiró su cigarrillo por la ventanilla al entrar al pueblo. Bajó la ventanilla totalmente y sacó el brazo. Anduvo lento sintiendo el aire fresco en su cara. Wilmar empezó a hablar cuando Mariano dijo: “Un barroco pasado y fracasado”, habló sobre si ese pueblo tendría anarquistas y dónde se reunirían. Dijo que deberían parar en alguna panadería para comprar pan y en alguna carnicería para comprar carne. Ulises puso el dedo en una hoja, se aclaró la garganta y recitó. Mariano pensó en si todo debería ser narrado en pasado o presente. No se decidió. También se daio cuenta que nadie tendría que leer un viaje de ellos desde la ciudad hasta San Vicente para un asado. No había poesía allí y no habría idea. No habría nada.
El auto parará frente a una panadería y Wilmar irá a comprar el pan. También Suaznabar bajará pero él irá a un supermercado que había al otro lado de la calle con plazoleta arbolada en el medio para comprar vituallas y la carne. Los que van atrás se quedarán, sin hablar hasta que Ulises le lea a Mariano un extracto de un poema que habla de tiempos, realidades, máscaras, pantallas y pantomimas. Mariano escuchará a medias mientras pensará en narradores vencidos. Ulises dejará de leer y se pondrá a mirar por la ventanilla. Se quedará mirando una plazoleta que hay detrás del supermercado donde algunos niños juegan a la pelota. Una pelota de cuero de las antiguas volará por los aires.
A la media hora volverá Suaznabar. Un rato antes habrá vuelto Wilmar. Los tiempos de verbos se tergiversan en un oxímoron, pensó Mariano mientras se narraba algo de una historia. El auto arrancará y recorrerá lo que les queda del camino. Llegarán al gran portón. Lo abrirán y entrarán. Luego escucharán de la boca de José María Arce la historia de los utopienses que lo fueron a visitar por el asunto del libro que robó hace unos años de la Biblioteca Nacional de Lisboa.
Pero en este momento, entran al pueblo. Y los que le queda por recorrer es todo el futuro que es variable. El pasado es fijo y el presente es inmenso. Lo que les queda de recorrido no es lo mismo que lo que les quedará de recorrido. Porque en ese momento, al entrar al pueblo en el coche van ellos. Callados. Los cuatro.

4 comentarios:

l dijo...

Hay comentarios para hacer, por doquier:

a) Contenido:

¿La muerte del autor o la máscara del autor? ¿Autor parte, autor forma, autor creador? ¿Autor interno o externo? Podemos discutirlo por horas.
Personalmente, sí gusto de pensar en el autor como aquel que debe morir, al menos ínfimamente, para crear lo que está creando. Hay una parte que muere, para transformarse y resignificarse. Más que máscara del autor, prefiero la expresión acerca de la resignificación del autor.
Probablemente, sí, autor parte, forma y creador. Pero, ¿en qué sentido? Resignificado el yo persona real, en el recurso literario narrador, en el pasado, en el presente. Pero, ¿qué parte realmente se resignifica y qué parte se muere? ¿Hasta dónde hay máscara y dónde hay desvanecimiento, muerte y resignificación? Por otro lado, es el autor el que hace las elecciones, sí. Pero, ¿realmente lo es? ¿Hasta qué punto hay alguien real detrás de la literatura?

b) Forma:

Verbos. Pero la que corrige es Julia.
Sí me gusta el futuro de los últimos párrafos, pero hay algunas cositas en el resto del cuerpo.
Me gusta el cambio de puntos de vista. Interesante, teniendo el cuenta las máscaras y elecciones de las que hablaba antes.

c) Aclaración:

Acordate que naturalismo y naturismo no son lo mismo. Se puede ser naturalista y naturista a la vez, ¿por qué no?, y leer Naná comiendo brotes de soja y usando sandalias de rafia.

d) Agregado amoroso:

(K)
Sí, mucho.

Gustavo Pereyra dijo...

Varias cosas:

1) Sabía que iban para San Vicente desde la primera mención de la palabra "campo" (hasta me imaginé el encendido del cigarrillo en la rotonda del Vapor).

2) Intentaría hacer un comentario sobre las ideas vertidas, pero usté sabe que la teoría no es para mí...

3) ...sin embargo me le animo a una opinión: sin ese hilo aunque sea cortito (cuatro tipos en un auto; fuman, leen, compran pan) en el que enhebras las ideas, ¿hay novela posible?

4) Flojísimo lo de Banfield.

Ayelen dijo...

Me gusta leer sobre viajes. Más cuando es un viaje a una quinta de San Vicente. Quizás porque conozco el camino tan bien que la estación de servicio donde hace la curva, el cementerio, la plaza arbolada y el olor a asado de las casas son imágenes que tengo presentes. Igual no hay nada como frenar en algún almacén para comprar pan casero y vino antes de llegar. Después solo queda echarse en el pasto, a ver las formas de las nubes.

Eclipse dijo...

escribir, hacer, no hacer, vivir... todo es elección. escribir algo es no escribir otra cosa, eso va encaminando estilos, formas de ser y de mostrarse al mundo.

la primera vez que leí el cuento, pensé en aquel autorreportaje que te pasé. lo noté influido de eso. quizás me equivoque, pero me gustó ver reflejado ese espíritu en el cuento.
tus reflexiones acerca del escritor y la literatura tienen cosas para ser tomadas encuenta, quizá hasta desarrolladas en algún ensayo, pero de cualquier forma, interesantes de pensar.

"La literatura no se basa en axiomas ni se construye con inferencias de ninguna clase. No es más lógico decir “la noche está estrellada” que decir “el día está estrellado”; la cuestión está en que “la noche está estrellada” podría ser –tal vez– parte de una crónica que intentara describir un hecho que hubiera acontecido o que estuviera aconteciendo, y “el día está estrellado” más difícilmente podría serlo. Pero en un poema o en un cuento o en una letra de canción, la función de una frase como “la noche está estrellada” no es hacer la crónica de un hecho, la función es otra, y no hay nada que pueda lógicamente conducir a un escritor a escribir eso; el hacerlo es una elección tan caprichosa y arbitraria como escribir “el día está estrellado” o cualquier otra cosa. Y cada una de esas cosas puede servir mejor o peor en su contexto, de acuerdo a lo que uno le pida, consciente o inconscientemente, ya se trate de crear un estado de ánimo, o describir un lugar, o inventar un lugar, o decir cierto número de sílabas, o develar deficiencias del lenguaje, o lo que sea."lo dejo... las "correcciones" y comentarios más profundos ya fueron hechos antes por alguien con mucho más acierto que yo y de manera muy inteligente.

yo quería hacerle ese pqueño comentario y dejarle esa cita.
besos