sábado, mayo 30, 2009

Anteayer estaba completamente feliz con todo el mundo. Ayer estaba triste con todas las personas que me rodean. Los hechos, aunque minúsculos e increíblemente efímeros, pasan por ahí dañando el alma que rodea a los alicaídos espíritus que rezongan en las mañanas tristes y con lluvia.

Y hoy llueve. Tal vez llueve porque las cosas no podían ser así y llueve porque el mundo está tan triste como mi minusválida ánima. Las cosas no pueden salir siempre bien, pero a veces sí salen bien. Llueve de una forma extraña, de abajo para arriba mientras los sonidos de los autos llegan a mi oficina de sábado mientras escucho un canción que yo no quiero escuchar y no puede dejar de darle importancia a esos hechos que son pequeños.

Las cosas me duelen o no. Y simplemente no las puedo describir ni escribir con la pasión que tal vez me generaban en un pasado más discreto. El pasado está allí y el futuro me espera. Aunque vivo el presente, que no creo que exista como forma válida de encontrar las esperanzas que se han perdido en el pasado.

La muerte del cisne del otro día me afectó demasiado. A juzgar por sus espasmódicos aleteos sufrió de una manera importante. Se movía desplumándose en su sitio. Se moría moviendo las últimas fuerzas en un intento fútil por agarrarse a algo. Mientras tanto el nene con la escopeta se reía y gozaba viendo el mismo espectáculo que yo, pero yo siendo un testigo y él un actor. No me salieron palabras. Pero en ese momento no me importó ver al cisne morir.

Y al otro día estaba feliz. Pero en una felicidad extrema, tan feliz que creo que el mundo se iluminaba solamente por mi sonrisa. Pero ha pasado, que luego una palabra extraña en un lugar me ha hecho cambiar totalmente la felicidad por tristeza. Es increíble cómo todo puede cambiar sólo en unos instantes. Increíble.

Y luego los días se mueven y no sé que esperar para mañana. Tal vez deba vivir anclado en el futuro, porque el futuro todavía no pasó. Y si las cosas no pasaron puede ser que todavía puedan pasar cosas buenas. Porque cuando miró al pasado (Y de hecho lo hago más de lo que me gustaría considerar necesario) siempre encuentro los momentos de quiebre de mi vida. Veo separaciones, peleas, llantos, muertes, goles. Y en el futuro no veo nada.

Entonces me quedó con las muertes de los cines. Los cantos de los cisnes no me gustan, pero fui a ver eso ese día a la fuente. Ese espejo de agua marrón en el medio de mi ciudad. Entre medio de los árboles (Abetos, eucaliptos, palmeras, arces y una arboleda similar) salió el nene con su escopeta de aire comprimido. Yo vi el cañón saliendo de las ramas que lo pinchaban. No me interesó, es que no me interesa demasiado las cosas. Y disparo. Varias veces con gran velocidad. Le dio en la cabeza.

Ese sentir se extrapola con lo que siento ahora. Es que no siento verdaderamente nada. Ella está lejos, riéndose, y yo estoy cerca, triste. Y las cuestiones pasajeras se mezclan con las que vinieron para quedarse. Ante mis ojos veo el cisne todavía vivo

Y yo no soy crítico. Me veo haciendo crítica de todo. De mi vida, del trabajo, de mis libros. Y eso porque me siento y escribo y escribo crítica. Tal vez porque no puedo escribir ficción, aunque la crítica que yo escribo es una arista de la ficción, porque yo de hecho no he leído los libros que crítico. Las cosas son así porque aparecen y desaparecen.

La historia del cisne es falsa. Es mentira. Es ficción. Es una idea de un cuento. Y que hay ficción también es falso. Hay una gran diferencia entre la falsedad y la mentira. Yo de hecho no soy escritor, entonces si digo que mi historia del cisne es falsa, digo que es mentira. Si fuera escritor mi historia del cisne sería ficción y yo no sería un mentiroso. También mi historia de crítico es falsa. Puede ser que sea ficción, yo creo que nadie me lee porque sino la gente se daría cuenta que las cosas que digo no pueden haber sido.

El otro día se me ocurrió que para la crítica de Ficciones tenía que escribir una crítica de las aventuras de Sandokan. Y nadie se dio cuenta. Estuve varios días sentado en mí escritorio mirando la casilla de correos viendo si llegaba alguna carta, y no. No llegó nada. Nada de nada. Bueno, no nada de nada, tal vez también ahora estoy mintiendo. Sí llegó una carta que no era para mí que yo leí.

Era una carta de una amante a su amante. Una carta bastante erótica donde le comentaba todo lo que le iba a hacer a su amante cuando lo viera. Y a mí me pareció que todo eso era ficción. Yo lo leí como ficción y empecé a hacerle una crítica. Es más creo que la mandé a la imprente y saldrá en la próxima edición.

Miraba al pasado y veía que antes de ayer yo era feliz y miraba para ayer y yo veía que yo era triste. Y hoy llueve. Una lluvia que cae de abajo para arriba. Que cae. Las lluvias no deberían caer, deberían darse. Tal vez cuando el cisne murió y se hundió en el agua, ahí em

(nada termina)

2 comentarios:

Luna dijo...

Aunque seamos felices nos vemos en el futuro más felices aún y si no lo somos creemos que la suerte cambiará, que los vientos serán propicios. Es lógico, es parte de nuestra naturaleza, sino no tendríamos fuerza para seguir.

Beso

Cloe dijo...

Muy fuerte. Mostrando los altibajos propios de la vida.
Que hoy estés bien.

Abrazo