sábado, julio 04, 2009

Incognitas.

Cómo lo habrá encontrado. Bueno, para eso fue contratado. Tiene que tener varios contactos y técnicas que sirven para ello. Quizá en algún momento, cuando uno entra a esa oficina oscura, con máquinas de escribir por doquier y siempre una secretaria con largas piernas en la antesala. Recuerdo también las puertas de vidrio esmerilado con su nombre y apellido escrito muy prolijamente en el vidrio, debajo su profesión: Detective Privado. Y en ese momento en que uno entra en su oficina él no sabe nada de a quien tiene que perseguir, encontrar o fajar. Deben ser los gajes del oficio. Estaba en el auto, tranquilo, fumando lentamente un cigarrillo mientras afuera empezaba a caer una leve nevisca que iba acumulándose en las veredas. La nieve dejaba de ser blanca cerca de las cunetas, allí tomaba el marrón del barro y las pisadas. Algunas personas corrían con sus solapas levantadas, intentando cubrirse de los grados negativos que había. Él esperaba en el auto, sentado en el puesto de conductor con las llaves en contacto, la calefacción estaba apagada pero tenía puesto un sobretodo con bufanda y debajo un saco con un pulóver bastante grueso. Tenía las manos desnudas, pero más que nada para agarrar el cigarrillo y fumar. Esperaba mientras la nevisca caía con un poco más de fuerza cada vez. Porque siempre en ese momento no sabe nada del tipo, nada. Tal vez te pide algunos datos, que uno se los puede suministrar. Yo les di los pocos datos que sabía, porque hacía bastante tiempo que andaba en la búsqueda, pero no encontraba nada. Y el detective, por una suma bastante alta de dinero, lo encontró en un tiempo bastante prudencial. El tipo me preguntó: ¿Y… por dónde andaba antes que se esfumara? Y yo pensé por dónde andaba, pero la verdad tenía muy pocos datos, sabía que andaba por la zona del puerto, por eso se lo dije: Visitaba la zona portuaria, bastante a menudo. He escuchado por ahí que tenía un par de mujeres que visitaba seguido, pero no puedo confirmarlo, realmente. Sólo lo he escuchado. Me molestaba ese interrogatorio, pensaba en que otro momento podría ser un policía el que me estuviera haciendo todas esas preguntas y exasperaba mis nervios. El detective anotaba mientras yo jugueteaba con el ala de mi sombrero negro bastante raído. Tiene conocimiento de algunas asociaciones recientes. Y yo quería estar ya afuera, donde había sol y no tenía que estar sentado escuchando esas preguntas que me hacía el tío. Pero yo no había podido encontrarlo por mi cuenta y me había decidido que lo mejor era dejárselo a los profesionales. Claro que podría haberle dado unos mangos a algún policía que frecuentaba los mismos bares que yo, pero no era la mejor opción. Según tengo entendido, y esto es de buena fuente, trabaja para el cafisho conocido del bar ese, um, no recuerdo el nombre. En eso el detective me interrumpió: No importa, conozco el café y creo que conozco al tipo del que habla. Y se calló y volvió a anotar cosas en un anotador, cada tanto agarraba un lápiz de color y hacía otra anotación. En ese momento pensaba que el tipo quizá estaba tomándome el pelo y estaba pintando uno de esos dibujos que hay que rellenar con colores, esos que veía que jugaban mis niños cuando los veía.

Una persona apeada con una bufanda y una americana apareció a la vuelta de la ochava, el lo vio por el retrovisor. Se quedó mirándolo pensando que podría ser el tipo que tantos dolores de cabeza le había dado en ese último tiempo. Nota que se le cayó una manzana de la bolsa de plástico donde llevaba las compras, el tipo la corrió hasta que golpeó contra una recién formada pila de nieve, sucia y negra. La agarró y la limpia frotándola contra la manga de su americana, que desde donde él estaba sentado en su auto, le parecía bastante desabrigada para el clima invernal y crudo que estaba haciendo por esos días, tan desabrigada el parecía que hasta le dio frío. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo mientras le daba una larga y cálida pitada al cigarrillo. La última pitada de hecho. Lo vio al tipo que empezó a comer la manzana. Lo veía de lejos pero era muy parecido al que él andaba buscando desde hacía meses ya. Algo más, le dije al detective en ese momento mientras con el dedo índice me hizo que espere. Levantó el tubo del teléfono y habló con la rubia de piernas largas. Le dijo que le pasara con Pedro, luego hubo una larga pausa y al rato le dijo con un tono bastante seco que era ese Pedro con el que quería hablar. Al rato corto y hizo un gesto negativo con la cabeza mientras en su cara se escondía una sonrisa. Lo más importante, alias conocidos y su nombre…Si lo tiene. En ese instante me quedé perplejo, cómo yo no había dicho eso en un primer momento, cómo se me había olvidado un dato tan importante para la investigación. Note que el detective golpeaba su lápiz negro contra la libreta donde había ido anotando todas las cosas, hacía un ruido rítmico que a mí me exasperaba. Cuando salí de mi shock inicial le dije los nombres que yo le conocía y algunos de sus alias. Eso vi que lo anotó con letras muy grandes e imprentas en una hoja en blanco de la libreta, cuando terminó de dibujar (porque para mí eso no era escribir sino que era una forma de dibujo) sonó el teléfono. Lo dejó sonar dos veces y atendió secamente sin hablar. Del otro lado de la línea, me di cuenta que la rubia de piernas largas, le dijeron que ya tenía en línea a Pedro y que se lo pasaba. Luego de una conversación más o menos amena con ese tal Pedro, donde con cara de nada y fastidio le preguntaba por sus hijos y hermanos, dándome el costado ya que había rotado en su silla para mirar por la ventana. Yo estaba bastante fastidiado porque sentía que el detective me estaba ninguneado, y mi actitud era cada vez más incrédula de las aptitudes profesionales de ese señor. En algún momento escuché: Sí, ese es el nombre. Por favor, pasame todos los datos que tengas sobre el fulano lo más rápido posible que aquí tengo un cliente deseoso de encontrar a ese tal. Y cortó, sin decir adiós o mandar saludos para la esposa y los hijos del tal Pedro. Me lo quedé mirando mientras con un dejo de fastidio en la cara daba vuelta con la silla de nuevo para ponerse delante mío. Bueno, ahora ya tengo la información que necesita, el precio es el convencional para este tipo de trabajo. Un adelante para cubrir los gastos – Yo por un momento escuché gatos, y me quedé un rato con una sonrisa pensando que el detective iba a estar investigando en todo el cabaret de la zona del puerto – y un pago semanal, preferiblemente miércoles de tal cantidad de dólares. ¿Convenido? Me preguntó y la frase quedó colgando del aire un buen rato, hasta que yo salí de mi mutismo y asistí con la cabeza. El tipo se acercó cada vez más al auto, mirando para todos lados pero no viendo. Encendió un cigarrillo, para eso se apeó del viento contra un teléfono público mientras una pareja de niños exploradores pasaba a su costado corriendo contra el viento. Tardo un largo rato en encenderlo y luego retomó el paso lento. Se acerco a el cordón de la acera, donde había mucha nieve sucia y tirada ahí por las palas de los caseros que a primera mañana habían paleado. Igual la nieve seguía cayendo y en la calle ya se había vuelto a formar una espesa capa blanca que cubría todo el asfalto y hacía que los coches anduvieran más despacio que lo habitual. Metió el pie en un montón de nieve sucia y saltando la cuneta esquivo la mayor cantidad de nieve que pudo. Aunque casi se da de jeta contra el piso por el hielo y la nieve que había. Cómo lo había encontrado. Todavía me impresionaba que lo hubiera encontrado tan rápido. Yo estuve tanto tiempo andando de bar en bar, hablando con las prostitutas que sé que regenteaba, pagándoles mucho más de lo que debía para intentar que suelten algún dato. Pero nada. Y este tipo, el detective que hablaba con acento inglés lo encontró tan rápido, tanto que hasta me impresionó. Pensé que iba a estar un tiempo sacándome el jugo para recolectar dinero, que se notaba que lo necesitaba. Ese día que llamó estaba en el café y el mozo me dice que tenía una llamada. Yo me paro tranquilo, pensando que quizás era el jefe preguntándome por los resultados de la investigación y yo tendría que empezar a intentar explicarme de la ineficiencia de mis métodos y de mi forma. Traspiraba la gota gorda desde la mesa redonda cerca del fondo en donde estaba sentado hasta la barra, casi cerca de la puerta de entrada. Me sorprendió esa voz tan particular que me dijo: Lo encontré. Está escondido en un edificio cerca de la avenida 9, ¿conoce la zona? – Y sin que yo contestara, siguió: - En el edificio Gaviota, calle 57 número 5565, entre la calle 8 y la avenida 9, que le mencionaba. Está viviendo en el 8º A. Sale siempre para ir a comprar vituallas a eso de las 12:45, ni un minuto más ni un minuto menos. Lo que siempre varía es el horario en que vuelve muchas veces cae a las 13:00, pero otras tarda más tiempo, a veces está hasta una hora y cuarenta y cinco minutos fuera. Lo perseguí, sé que hace. Esta información no le va a costar nada, es como un bono. Cuando tarda sólo quince minutos va al almacén atendido por hindúes de la vuelta. Compra comida para el día en curso y para la primera parte del próximo. Y cuando tarda más, siempre hace recorridos diferentes por el barrio durante ese rato, hasta que quince minutos para la una vuelve al almacén del hindú y compra los víveres. Todos los recorridos son aleatorios, aunque los tengo dibujados en un mapa no hay ningún patrón en ellos, pero si le interesa se lo puedo alcanzar. Y siempre vuelve a entrar. Pocas veces conversa con una vecina que tiene, ahí se queda hablando, aunque las pocas veces que lo hace serán 15 minutos, puede ser menos pero nunca más. El tipo parece que tiene un cronómetro en la cabeza porque sé que nunca mira el reloj. Tengo todos sus movimientos anotados en el diario que le voy a enviar con el último pago. Y cortó, sin decir chau, ni adiós ni preguntar por la familia o hijos que había perdidos por un divorcio. Y ahora me quedó pensando en cómo hacen. Cómo logran encontrar. Pero claro el tipo es un profesional y sabe que hilos mover para encontrar desde un gato perdido hasta un capo mafia que anda suelto por la ciudad. Tal vez en algún momento fue policía. Creo que los detectives privados tienen que dar un parte a la policía. Gran problema. Va estar en problemas cuando los policías vayan a su oficina, y hablen con la rubia de piernas largas. Quizá ni lo encuentren, ya que no tiene que hablar con ellos. Aunque me voy a tener que encargar que no hable. Sería un inconveniente que ellos llegaran a mí por él. Pero bueno. Siempre hay métodos para que no lleguén. Atar los cabos. Y yo sé dónde encontrar a ese detective privado.

Eran las dos de la tarde. Nevaba cada vez más fuerte, mientras él enciende otro cigarrillo. Ve como el tipo sube a la acera de enfrente y camina hasta el edificio Gaviota. No sabía cómo él nunca había buscado por esa zona, siendo tan cercana a la zona donde el tipo siempre andaba. No se quedó pensando mucho en eso. Vio a la vecina con la que se puso a hablar, casi en paralelo a donde él estaba sentado apeado en su coche y fumando. La mujer con una escoba en la mano, barriendo la nieve de una forma bastante arcaica, hablaba y le sonreía. Era obvio que la mujer quería algo con él. Aunque no era un tipo lindo, tenía su atractivo. Siempre andaba bien vestido irradiaba de él un aire de bon-vivant; se había dejado una barba rubia muy tupida y el pelo lo tenía un poco más largo que de costumbre y más oscuro. Hablo con ella exactamente 14 minutos, se despidió con un beso y caminó hasta la puerta con un cigarrillo apagado en los labios. Terminó de comer la manzana y la tiró a la cuneta, él vio como lo que quedaba resplandecía contra la nueva nieve que se había ido acumulando en todo ese trecho. Entró por la puerta de vidrio donde no había portero. Él se palpó el bulto que tenía bajo las ropas. Saco la llave de contacto y cerró el coche. Tiró el nuevo cigarrillo contra la nieve y casi un auto lo atropella al ir derrapando. Cruza la calle al trote y abre la puerta con una ganzúa. Sube hasta el 8º A y apoya la oreja contra la puerta. Escucha una radio y movimientos. Mete la mano en el bulto y espera el momento. Seguro que llegará la policía y algo le dirá que tiene que ir a hablar con ese detective inglés. Y ese alfeñique aunque muy eficiente en su trabajo va a cantar muy rápido. Eso también hay que evitarlo. Sí. No hay que dejar cabos sueltos y haber contratado un detective privado en un primer momento fue un inconveniente mayúsculo.

Abre la puerta de una patada.

2 comentarios:

l dijo...

8vo a?
ja!

love you.

Cloe dijo...

Buena historia. Temo por la suerte del Inglés.

Abrazo