domingo, agosto 01, 2010

Interrogatorio.

Pregunta: (…) Bueno, dejemos de perder el tiempo con estas nimiedades. ¿Cómo se pusieron en contacto con usted?

Respuesta: Me llegó la notificación en el diario que me llega siempre a la buhardilla. El grupo con el que estoy relacionado me dijo que iba a salir a hacer una operación con otro grupo de la zona sur. Adentro del diario, entre la sección de policiales y la de deportes. Una carta escrita a máquina con un mensaje sucinto que me indicaba más o menos a qué hora tenía que estar en un café llamado “Eisenstein”. Me dediqué a esperar el momento de irme. No sabía dónde quedaba el bar, pero en el papel también estaban las indicaciones para más o menos llegar. Calculé que tenía un poco más de quince minutos de viaje. Llegado el momento que había calculado salí.

Pregunta: ¿Dónde queda este café Eisenstein?

Respuesta: Está cerca de la estación de Temperley. Se cruza la plaza y se mete uno por la calle Liniers. Ahí hay una puerta de hierro que no dice nada. Está siempre abierta. Uno entra y se encuentra con un largo pasillo oscuro. En el pasillo hay muchas puertas, hay que caminar hasta el final, ahí hay una escalera caracol, también de hierro. Se baja, dando varias vueltas hasta casi marearse y las luces empiezan a aparecer. Hay otro pasillo pintado de blanco, iluminado, con diagramas y escenas de películas de Sergéi Eisenstein. Se llega a un umbral y ahí está el bar. Sin ventanas, con luces de neón. Hay una barra en toda la parte derecha, varias mesas cuadradas, una televisión colgando cerca de la puerta de entrada que siempre pasa fútbol, según me dijeron. Luego hay otro umbral, simétricamente puesto con el primero que lleva a las mesas de pool y billar. Hay varias puertas de madera maciza que no sé a dónde llevan.

Pregunta: ¿A qué hora estaba usted citado?

Respuesta: La carta decía que tenía que estar en ese lugar a las once y veinte pasadas.

Pregunta: ¿A qué hora llegó?

Respuesta: A las once y veinticinco de la noche.

Pregunta: Cuénteme los sucesos que pasaron luego de su llegada.

Respuesta: Bien. Hice todo el trayecto que te conté. Bajé las escaleras, pasé por los pasillos y entré al café. No estaba muy ocupado el lugar, había un par de grupitos de tres hombres sentados sin hablarse, un par de parejitas tomadas de las manos hablando cariñosamente y un hombre solo de negro. Yo me senté en una mesa cerca de la puerta, mirando para la puerta, luego de haber pasado al área donde estaban las mesas de billar. Ahí había dos operarios de los trenes jugando al pool. Esperé un rato ya que estaba me pedí un café con leche. Me lo trajeron rápido, un mozo con cara pálida, pelo muy negro y engominado, ojos marrones, manos limpias pero con las uñas largas y con mugre bajo ellas. Tenía puesto una camisa blanca con el logo del café, que yo no conocía ni vi en ningún lado, pantalones negros. Pero era sólo un mozo.

Pregunta: ¿Cuándo lo contactaron? ¿Pasó mucho tiempo?

Respuesta: Pasó algo de tiempo. Tomé casi todo el café con leche en la espera. Yo miraba por la puerta de entrada pero en todo el tiempo que pasé mirando no entre nadie. Un muchacho alto, vestido de negro, cara blanca, barba rubia y pelo muy rubio, de ojos celestes se sentó conmigo. No me dijo nada y el mozo le trajo un café con leche como el mío. Me miró fugazmente y encendió un cigarrillo. No dije nada y él me dijo que todos irían llegando. Así era el método. Había que esperar. Se puso a mirar el partido que estaba en la televisión –que me di cuenta que estaba grabado-, y lo vivía como si se estuviera jugando en ese momento. Esperamos y llegó otro hombre. Que se sentó con nosotros, esté sí saludó y se presentó. Dijo que era el Anarquista Nº 32. El rubio dijo solamente 23 y yo dije que no tenía número. Se miraron y rieron. Hubo algún tipo de entendimiento del que no fui participe.

Pregunta: ¿Cuándo llegó el líder?

Respuesta: Lo que se dice líder. Dicen no tener. Pero si hay algo de lo más parecido a un líder es el que se hace llamar W. Este llegó anteúltimo y se sentó con nosotros. El mozo le trajo un café y una ginebra en un vaso cortó. Saludó a todos –incluido a mí- con un asentamiento de cabeza, y se tomó la ginebra. Golpeó la mesa y dijo “La re-puta madre que parió a dios”…

Pregunta: ¿Dios o dios?

Respuesta: Dios.

Pregunta: ¿Dios o dios?

Respuesta: Él dijo dios. Se refería a Dios, pero él dijo dios.

Pregunta: Continué.

Respuesta: W. es alto, grandote, tenía una barba negra con algunas canas y pelo enrulado. Los ojos son oscuros, bastante, pero casi todo el tiempo estuvo con anteojos negros. Tenía puesto una bufanda que le tapaba el cuello y casi siempre le tapaba la boca. También tenía una gorra de lana puesta, negra, pero tenía una bola roja en la punta. Lo cual lo hacía parecer un poco surrealista. Andaba de tapado negro, jeans y un pulóver negro y rojo. No habló mucho en el café, se sentó frente a mí y me miraba intensamente. Se podría decir que me estaba inspeccionando. Tomaba su café lentamente y en cada sorbo le ponía un poco más de azúcar. Revolvía mientras no tomaba. Cada tanto parecía querer decir algo pero se callaba. Luego, unos quince minutos después llegó el último y allí todos nos paramos. Yo empecé a salir por la puerta de entrada, pero ellos me condujeron al pool. 23 me agarró del brazo y me llevó.

Pregunta: ¿Cuánto tiempo estuvo en el café –leyendo los papeles- Eisenstein?

Respuesta: Alrededor de treinta y siete minutos. Entré a las 11:25,

Pregunta: Bien, tenemos algo de la línea temporal, entonces. Continúe con el relato, por favor.

Respuesta: Salimos por una puerta que estaba escondida en una esquina del lugar donde estaban las mesas de pool. El que le dicen W. saludó a los dos operarios de los trenes que estaban jugando, él se atraso un poco mientras nosotros salíamos. Cuando estábamos afuera nos subimos a una camioneta. A mí me toco atrás y en el medio, entre 23 y 32. Lo recuerdo porque pensé que fuera el número que fuera yo lo podría convertir en capicúa. Ahí se presentó el que se sentó atrás del volante, me dijo que era 9. Yo lo saludé y le dije que era 11. En ese momento 23 y 32 me miraron y se rieron. Y me dijeron que estaba bien que yo fuera el 11. Al rato entró en la camioneta Land Rover Defender 110 verde claro, sin patente, el que se hace llamar W. y salimos.

Pregunta: ¿A dónde fueron?

Respuesta: Primero dimos unas largas vueltas por la zona de Temperley y Lomas de Zamora. Anduvimos dando vueltas en círculos hasta que 23 recibió un llamado. Las cosas que dijo fueron: “Hola (…) Bien (…) En quince minutos (…) Bien (…) Correcto. Estamos yendo para allá”. A lo que palmeó al conductor, a 9 y dejamos de dar vueltas por la zona y nos dirigimos para el centro de Lomas. Allí volvimos a parar cerca de las vías y todos esperamos en la camioneta, mientras W. bajaba y se perdía por un pasillo que da a las vías. Lo dejamos de ver rápido porque se adentró en la niebla, que era muy espesa esa noche. Al rato reapareció con otro hombre, ambos llevaban unas largas cajas de madera agarradas por unas manijas hechas de una soga gruesa. El llamado 32 se bajó y les abrió la puerta del baúl de la camioneta. Ahí pude escuchar un poco las conversaciones que tenían, estaban hablando de fútbol español y de ciertos personajes que no conozco, pero todos con nombres y apellidos vascos. Luego se perdieron en la niebla de nuevo, mientras el que se quedó atrás mío se fumaba un cigarrillo. Los que estaban en la camioneta estaban algo preocupados, pero ni los que iban y venían, ni el que fumaba afuera lo estaban. Volvieron, se saludaron y el hombre que había aparecido, que no pude ver para nada bien, por la niebla y mi posición en el auto, se perdió de nuevo en el pasillo. Todos subieron y nos fuimos.

Pregunta: ¿Qué pasó en el auto?

Respuesta: Volvimos a dar vueltas. Ninguno realmente sabía bien a dónde íbamos. Paramos en un semáforo en la avenida, del lado este de la ciudad, y el que iba al volante, 9, le preguntó a W. si empezaban por ahí. W. le respondió que era mejor hacerlo en la zona céntrica. Ahí se dio vuelta y nos dijo que íbamos a generar un poco de revolución. Yo le pregunté a qué se refería con ello y W. me dijo que romperíamos los semáforos para que todos los burgueses sintieran un poco el anarquismo vial. Yo: “Me parece que eso es un acto inútil. Qué lograremos con eso”. W.: “Ponte en la mente todos esos burgueses que aplauden cuando cualquier cantautor les grita ¡Revolución!, entonces nosotros les vamos a dar un poco de eso”. Nos callamos un rato y volvimos para el lado oeste de la ciudad. Nos acercamos a una ochava, en la calle Rivera y Alem, ese fue el primero. Ahí se bajó W. y 9, los demás nos bajamos del coche e hicimos guardia. Ellos desaparecieron en la niebla llevándose un pequeño aparato que sacaron de las cajas que habíamos Al rato volvieron y arrancamos el coche, nos fuimos y W. apretó un control remoto y sentimos un ruido. Yo miraba para atrás y pude ver entre la niebla un relámpago con millones de luces por la refracción que generaba el clima. Un espectáculo hermoso la verdad…

Pregunta: …Por favor, sin innecesarios apreciaciones personales…

Respuesta: Perdón… Bien, seguimos y empezamos a parar en las esquinas. Siempre bajaban diferentes personas, a mí no me tocó hasta la última rotación…

Pregunta: ¿Usted también puso y explotó artefactos explosivos en semáforos?

Respuesta: Sí. Si no lo hubiera hecho hubiera quebrado la cubierta. En algún momento estábamos solo W. y yo en el auto, se puso a hablar. “Supongo que mañana van a ver la omnipresencia del Estado en todos sus actos, en hasta cuando sacan su auto. También se deberían dar cuenta que sin tanto egoísmo puede funcionar todo ese sistema bien. Se tienen que guiar por las leyes de la física y pensar en el momento. Sin semáforos se puede andar lo más bien por las calles, luego van a aparecer los zorros grises de la policía municipal de transito, y ahí está de nuevo el Estado en tu vida.” Yo creo que esperaba algún tipo de pregunta o afirmación de mi lado, así que le dije que teníamos que hacer otro tipo de acciones. W.: “Estamos generando una revolución. Pero, ¿Cuánto duran las revoluciones? Nosotros, 11, no podemos vivir en una revolución. Esta siempre lleva a una guerra civil luego. Y la gente no está dispuesta a una guerra civil, quieren una revolución sin sangre o sin muerte, y eso es imposible. Por eso se ponen contento cuando les cantan sobre revoluciones. Pero ningún burgués que se sienta en sus cómodas butacas para ver a ese cantautor soportaría los regímenes. Hay que empezar poco a poco. Sacarle el Estado de la cabeza. Nosotros creamos las leyes, que son hijas de las leyes eclesiásticas. El Pecado se crea porque existe alguien que te dice que lo es. Lo ilegal existe porque existe algo legal. Hay que romper las leyes para romper a los Estados. Y necesitamos crear todo de nuevo, destruir el Estado y todas sus formas de c control o autoridad. Y empezamos poco a poco. Primero los semáforos, se van a dar cuenta de lo innecesarios que son, cuando se tiene las leyes de la física de su lado. Sino se respetan se matan”. Y volvimos a andar. En la otra esquina me tocó a mí bajar. Me bajé y até con un cinturón común al palo amarrillo del semáforo una pequeña bomba. Me alejé y tuve que apretar un gatillo en un control remoto, ahí una pequeña explosión brillante y ví como empezó a caer el aparato. Habían planeado todo para que caigan en paralelo a la vereda, para que se corte poco el tráfico. Volví al auto y así seguimos durante toda la noche. Reventamos 43 semáforos…

Pregunta: ¿Anoté bien? ¿43?

Respuesta: Sí, esa es la cantidad de brillos que conté entre la niebla, por toda la zona de Lomas de Zamora y Banfield, sólo algunos de Temperley. Cuando me volví a quedar sólo con W. me dijo: “Ni comunismo, ni capitalismo. Todos esos sistemas generan estados nacionales fuertes y grandes. Pero terminan generando dictaduras, el otro día, un amigo mío que le diremos S., me cito a un autor ruso y el dice esto: «El gobierno se gobierna apretando un botón, y el poder de la persona que presiona el botón, es ilimitado», ahora pensa en las personas que aprietan el botón. Pensa en todas las personas que tuvieron ese poder. Yo no quiero que nadie lo tenga, ni nadie lo tendría que tener. Me van a hablar del aparejo del Estado, de las leyes, del control, pero al final, siempre es una persona que tiene el poder, el que decide. Y yo no quiero que exista sólo una persona que pueda apretar el botón. Por eso, ni leyes, ni Iglesia, ni Estado. El ser humano vivía en la ley natural, luego según Locke creo las leyes y el Estado para el resguardo de la propiedad privada, algo similar dice Hobbes. Para Hegel el estado es la única forma de real libertad que puede conocer el ser humano. Decimos no. No. El ser humano es libre y el Estado es una de las tantas formas de opresión que generaron las capas jerárquicas de la sociedad. Yo no quiero que exista ni una espada temporal ni una espada espiritual. Por suerte, dios está muerto. La Iglesia está cayendo bajo su propio peso. Pero el Estado… Todos los Estados hoy tienen la fuerza para sobrevivir, aún con todas sus estructuras podridas. El Siglo pasado vimos caer a todas los Imperios. Lo que se logró en Rusia fue importante, por supuesto que el personalismo que llevó a la Unión Soviética a lo que fue, es algo que no se desea. El comunismo, al final, es una forma del capitalismo. El problema que nos enfrentamos es que el sistema puede aceptar todo, es como una ameba cuando come, forma seudópodos y apresa a lo que le molesta y se lo come. Lo asimila. El sistema en que vivimos puede asimilar todo. Es un gran invento, pero poco a poco hay que ir destruyéndolo. Hay que hacer que todos abran los ojos, y con estos pequeños actos blancos, se puede lograr. El Estado es un lastre”. Volvieron a subir y el sol ya estaba saliendo. Empezaron a manejar por calles interiores y empedradas, se empezaron a bajar uno por uno en cualquier lugar. En algún momento quedábamos en el auto sólo el que manejaba, 9, el que le dicen W. y yo. 32 y 23 ya habían bajado uno a mucha distancia del otro.

Pregunta: ¿Sabe dónde se bajo el líder, W.?

Respuesta: No. Él se bajó luego que yo me bajara.

Pregunta: Usted se da cuenta que usted rompió la ley y que va a tener que ser castigado por ello.

Respuesta: Pero lo hice como trabajo encubierto, señor.

Pregunta: No importa. Vivimos bajo el Imperio de la Ley, señor. Si se rompe, se paga.

Respuesta: Bien. Está bien, no sé cómo podría no haberlo hecho sin develar lo que soy, pero bien.

Pregunta: ¿Alguno sospecha algo de usted?

Respuesta: Yo creo que todos, señor. Me parece que la perorata de W. es también una forma de comunicación, es una forma de “educación” si se quiere que hace.

Pregunta: Bien, será todo por hoy, se levanta esta entrevista a las tres de la tarde del día primero de agosto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me pregunto si los números tendrán algún significado